Un incendio en una de las capillas de la Catedral de Managua, que calcinó la venerada imagen de la Sangre de Cristo, ha revivido los desencuentros entre la Iglesia católica de Nicaragua y los exguerrilleros sandinistas, cuyas relaciones han estado marcada por roces y desconfianzas en los últimos 41 años.
Aunque la Policía descartó que el fuego que consumió esa antigua imagen haya sido provocado por una «acción criminal», las autoridades eclesiásticas sostienen de que se trató de un «acto terrorista».
La imagen fue quemada el pasado 31 de julio en su capilla en la Catedral de Managua y, de acuerdo con la Arquidiócesis y testigos, un desconocido, en una acción planificada, lanzó un artefacto que provocó el siniestro.
La Policía, dirigida por un consuegro del presidente Daniel Ortega, concluyó que el incendio fue causado por una veladora, tal como lo adelantó la vicepresidenta y primera dama, Rosario Murillo, minutos después del suceso.
NUEVO CAPÍTULO DE DESENCUENTROS
La quema de la imagen, con 382 años de historia y que representa a Jesús crucificado, estuvo precedida de una ola de profanaciones contra templos católicos en Nicaragua, lo cual despertó sospechas en los jerarcas y con ello se abrió otro capítulo de desencuentros con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Desde hace 41 años, la Iglesia católica ha sido víctima del FSLN -un partido fundado en 1961 como un movimiento guerrillero marxista leninista e inspirado por la revolución cubana-, señaló a periodistas el sacerdote Edwing Román, sobrino del héroe nicaragüense Augusto C. Sandino.
Recordó que durante el primer régimen sandinista (1979-1990), la Iglesia sufrió persecución y montajes para denigrar a sacerdotes, como el ocurrido hace 38 años contra Bismarck Carballo, entonces portavoz del Episcopado, que fue golpeado, desnudado y detenido por agentes sandinistas y expuesto ante la televisión estatal.
En esa época de euforia y entusiasmo revolucionario adquirió auge la «Iglesia Popular» y la Teología de la Liberación, un movimiento que desafió la institucionalidad católica, explicó el sacerdote Rafael Aragón, uno de los que apoyó a los sandinistas en ese entonces, a la revista académica Envío.
¿FSLN HA INTENTADO «NEUTRALIZAR» A OBISPOS?
El derrocamiento de Somoza y la llegada del FSLN al poder en 1979 no produjo un encuentro entre la revolución y la Iglesia, liderada entonces por el arzobispo de Managua Miguel Obando, nombrado después cardenal y ya fallecido.
«Más bien se iniciaron, a partir de entonces, continuos encontronazos y contradicciones que la lucha contra Somoza disimulaba», observó Aragón.
En septiembre de 1979, dos meses después del triunfo de la revolución, el FSLN publicó un documento en el que decidió intervenir en los asuntos internos de la Iglesia, según el libro «Lo que se quiso ocultar, ocho años de censura sandinista», de Roberto Cardenal.
En el capítulo «Las relaciones entre Iglesia y Estado», Cardenal asegura que el FSLN acordó estrechar relaciones a nivel diplomático con la Iglesia, pero también «neutralizar en lo posible las posturas conservadoras y procurar estrechar lazos con los sacerdotes permeables a la revolución».
LA HISTÓRICA MISA DEL PAPA
Al encontrar resistencia de los obispos, la confrontación fue progresiva y tuvo su clímax con la primera visita del papa Juan Pablo II a Nicaragua en marzo de 1983.
Karol Wojtila, de procedencia polaca y contrario a la Teología de la Liberación, reprendió públicamente en esa ocasión al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal por mezclar la religión con la revolución sandinista.
Y durante una misa ofrecida en una plaza de Managua, decorada por símbolos religiosos y propaganda sandinista, el sumo pontífice tuvo que gritar «silencio» a simpatizantes sandinistas que gritaban «queremos la paz» y «poder popular», en medio de la eucaristía.
Los sandinistas señalaron a los obispos de apoyar la «Contrarrevolución», expulsaron a 16 sacerdotes y censuraron un total de 744 informaciones sobre religión del diario La Prensa.
Perdieron el poder en las urnas en 1990 sin un entendimiento con la jerarquía, aunque las tensiones disminuyeron hasta antes de la segunda visita de Juan Pablo II a Nicaragua en febrero de 1996.
El año previo, 1995, comenzó y finalizó con 17 atentados con dinamita contra templos y otros recintos religiosos, y la jerarquía interpretó que se pretendía impedir la visita del pontífice.
ORTEGA A OBISPOS: SON GOLPISTAS
Con el retorno de Ortega al poder, en enero de 2007, el líder sandinista mantuvo un estrecho acercamiento con el cardenal Obando, ya un obispo emérito, que, según el Episcopado, actuaba a título personal.
La Conferencia Episcopal esperó hasta 2014 para reunirse con Ortega, a quien entregaron un documento con 15 preocupaciones, 10 propuestas, 8 peticiones, 7 preguntas y 5 deseos, en temas que van desde la familia, el aborto y el respeto a los derechos humanos, hasta el saneamiento del sistema electoral y la institucionalidad.
Las relaciones se volvieron a enfriar tras el estallido social de abril de 2018 que fue silenciado a la fuerza por el Gobierno sandinista.
Ortega calificó de «golpistas» a los obispos y los acusó de ser cómplices de fuerzas internas y de grupos internacionales que, a su juicio, actúan en Nicaragua para derrocarlo.
Desde entonces, la ONG Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) asegura que la Iglesia católica ha sufrido 24 ataques y ha responsabilizado al Gobierno, que ha guardado distancia de esos señalamientos y exige pruebas.
EFE