El martes 10 de octubre, la selección nacional de fútbol de mayores clasificó por sexta vez a un mundial luego de haber empatado 1-1 con Perú en Lima. El gol de los nuestros fue anotado por James Rodríguez, mientras que para los peruanos sería Paolo Guerrero el encargado de empatar el encuentro, logrando, así, la clasificación directa de la tricolor a Rusia 2018 y un cupo a repechaje para la selección nacional del Perú, luego de más de 30 años de no participar en el máximo escenario futbolero.
No obstante, mientras unos celebrábamos la clasificación de Colombia al mundial de Rusia, otros en Tumaco recibían la arremetida del Estado colombiano en su contra, en el marco de una protesta cocalera en zona rural del municipio. Algunos de los campesinos asesinados por las Fuerzas Armadas portaban camisetas de fútbol alusivas a los equipos colombianos y al seleccionado nacional, evidenciando que hasta en las zonas más alejadas del país, se encuentran seguidores o aficionados a ese deporte
¿Es culpa del fútbol o de la selección Colombia lo que pasó en Tumaco? Evidentemente no. Los hechos lamentables que ocurren a diario en nuestro país se deben a la negligencia de las élites política, al abandono estatal de muchos de los territorios que componen nuestra nación y a las grandes desigualdades inmersas en nuestra sociedad. Entonces, ¿por qué relacionamos lo uno con lo otro?
El día de la masacre en Tumaco —jueves 5 de octubre— también se jugó el penúltimo partido de las eliminatorias al Mundial de Rusia 2018 en el Estadio Metropolitano de Barranquilla contra el seleccionado paraguayo. En el encuentro los colombianos fuimos derrotados 2-1 en el último minuto por los azul-grana, dejando un sinsabor en los colombianos.
Debido a los acontecimientos ocurridos en el puerto nariñense, muchos académicos y sectores sociales se manifestaron en redes relacionando la pérdida de la selección Colombia con el asesinato de los campesinos a manos de la Policía, cuestionando, además, las reacciones de los colombianos con respecto a uno y otro tema. Mensajes como «perdimos 6-0 en Tumaco» o «golazo del Estado colombiano» fueron comunes el 5 de octubre, dando la impresión de que se cuestionaba el hecho que no nos produjera el mismo dolor la muerte de unos compatriotas como el que generaba la posible eliminación de la selección del Mundial de Rusia.
Pero, ¿no nos pueden doler las dos cosas? ¿Acaso lo uno quita lo otro? Personalmente me duele mucho más el asesinato de cualquier colombiano que una posible eliminación del mundial, sin embargo, no me deja de doler el fútbol y no me deja de doler la selección. Son dos sinsabores diferentes que deberían generar una reacción diferente. La complicidad de los medios masivos de información de maquillar los acontecimientos de Tumaco tiene como consecuencia que la gente ni se entere de lo que pasó. El boom mundialista y la efervescencia que genera esto no pueden ser confundidos con indiferencia ante los problemas sustanciales de nuestro país.
El ciudadano del común, por su parte, tampoco es culpable de las acciones de las Fuerzas Armadas y de la desinformación de los medios masivos de comunicación. Juegue Colombia o no, los hechos de Tumaco hubiesen sido maquillados de la misma forma y tergiversados por el Gobierno nacional, generando el mismo resultado dentro de la sociedad civil colombiana, que fue culpada por muchos de indolente por estar viendo un partido de fútbol.
No me deja de sorprender la capacidad que tienen muchos intelectuales y muchos militantes de las organizaciones sociales de alejar a las personas del común de las justas luchas políticas, sociales y económicas, por caer en señalamientos como este y en determinismos con ciertas tradiciones de los colombianos como su selección y el fútbol.
Si «el fútbol es el opio del pueblo» es porque no le hemos sabido sacar el provecho que se merece este bello deporte. Sentido de pertenencia, trabajo en equipo, tolerancia, perseverancia, respeto y compañerismo son valores que trae implícito el balompié. En vez de estar creando imaginarios negativos en torno a este deporte, se deberían valorar los esfuerzos que se hacen desde este para transformar realidades individuales y sociales.
Hace tres años, Radamel Falcao García se perdía el Mundial de Brasil 2014 y muchos sectores del deporte lo condenaban como un «exjugador». A pesar de ello, la garra del tigre fue mucho más fuerte y hoy es el timonel del Mónaco de Francia y de nuestra selección, porque como se dice popularmente «el fútbol siempre da revanchas». En las vísperas del plebiscito por la paz, el Tigre de Santa Marta invitaba a los colombianos a apostar por la reconciliación nacional y a votar Sí en los comicios del 2 de octubre. El pasado martes cuando fue entrevistado luego del partido en Lima, les dedicó la clasificación al mundial a todos los colombianos. De seguro también a aquellos que traían puesta la camiseta de la selección y que murieron masacrados en Tumaco.
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