Antes de que se declarara la pandemia por el nuevo coronavirus (Sars-CoV-2), el general (r) chileno Javier Urbina visitó Colombia para dialogar sobre un asunto que conoce bastante bien: la participación de los militares en las comisiones de la verdad, que busca aportar al esclarecimiento de los hechos ocurridos en dictaduras o conflictos armados. Fue invitado por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV) de Colombia, creada después del acuerdo de paz entre el Estado y las Farc, que desde hace varios meses indaga sobre el papel de la fuerza pública en el conflicto armado.
Urbina se desempeñó como jefe del estado mayor general de Chile, fue embajador asesor en materias antárticas e internacionales en el Ministerio de Relaciones Exteriores, director de la escuela militar y agregado en la Embajada de Chile en Alemania y Suiza. Pero quizás uno de los puestos que más lo marcó fue su papel como miembro de la Comisión de la Verdad, que nació para que los chilenos y las chilenas dialogaran sobre lo que ocurrió en la dictadura de Augusto Pinochet.
Es por eso que su voz resulta importante en medio de la supuesta división que habría dentro de la comisión colombiana. Aunque dice que no quiere adentrarse en discusiones que no le corresponde, deja claro que, desde su experiencia, las diferencias son frecuentes y normales dentro de estas organizaciones. Insiste en que la única manera de saldarlas es centrándose en las víctimas.
¿Es usual que se presenten divisiones dentro de una comisión de la verdad?
Las comisiones de verdad no están exentas de divisiones internas diferentes como cualquier otra organización. Si a ello agregamos que a veces las contradicciones se basan en valores fundamentales, es más difícil ceder para llegar a acuerdos. Por eso los integrantes de estas comisiones son personas de reconocidas condiciones, que les permiten actuar con mucha generosidad inteligencia y espíritu de servicio.
¿Cómo vivió esto en la comisión chilena?
En Chile, la Comisión de Verdad y Reconciliación estuvo formada por ocho personas que representaban distintas posiciones en la sociedad civil: juristas, políticos, independientes, académicos, etc. Algunos de ellos tenían una sensibilidad política asociadas con la izquierda y centro-izquierda, otros independientes y también había un exministro del Gobierno anterior. Dado ello, es lógico deducir que tuvieron diferencias internas, pero eso no tuvo mayor trascendencia ni impidió acuerdos al interior de la Comisión con la metodología y especialmente con el texto de informe final, entregado 10 meses después dentro del plazo fijado.
¿Por qué cree que se dan estas disputas internas dentro de las comisiones de la verdad?
Estas organizaciones tienen un mandato que es propio de la situación vivida por cada país, en el caso chileno el mandato fue muy preciso y acotado. En síntesis, debía contribuir al esclarecimiento de la verdad en los casos de detenidos desaparecidos ejecutados con resultado de muerte. Esto consideraba los casos donde apareciera comprometida la responsabilidad del Estado y también de los particulares por violencia política.
Todo ello con el fin de contribuir a la reconciliación de todos los chilenos. Expresado lo anterior, si el mandato de una comisión de verdad es más amplio que eso, debido también a la mayor complejidad del conflicto de que se trate, es posible que existan posiciones de principio divergentes más profundas. Si el mandato impuesto considerara aspectos culturales y, desde esa perspectiva, reescribir la historia reciente, será más difícil avanzar en los acuerdos. A mi modo de ver, lo central para disminuir esas tensiones es recibir el testimonio de las víctimas: ellas son el centro de todo, y la idea de las comisiones es que permitan repararlas y hacer justicia.
¿Qué se puede hacer para resolver estas diferencias?
No me siento calificado, no soy nadie para recomendar algo en este tipo de instancias, sin embargo, a modo práctico podría mencionar el acotar lo más posible los alcances del trabajo de una Comisión, centrado en el reconocimiento de las víctimas y sus circunstancias concretas. Y enseguida, considerar y reconocer el contexto de la vida en guerra, que es distinto a la vida en paz en que funcionamos hoy, porque ello afecta mucho al desempeño en situaciones extremadamente críticas vividas por las fuerzas armadas y policiales en el combate contra un enemigo violento. Reconocer también que éstas al final ganaron la paz.
¿Cuál fue su percepción del trabajo de la Comisión de la Verdad de Colombia?
No me corresponde calificarla, pero en el conversatorio que tuvimos a principio de este año nos pudimos dar cuenta del enorme esfuerzo organizacional desplegado y también la calidad humana y motivación de todas las personas que integran la Comisión para hacer un trabajo bien hecho. Se notó que quieren promover la más amplia participación de distintos sectores de la sociedad colombiana. Valoramos mucho también su acercamiento con las fuerzas de seguridad para contribuir a la verdad.
¿Cree que hay un interés por conocer la verdad de los militares?
Cuando participé en el conversatorio que tuvimos a principio de este año junto con el general Martin Luther Agwai, de Nigeria, y el exoficial Alagie Barrow, de Gambia, pudimos constatar justamente un genuino interés por conocer la verdad de los militares, pero ese esfuerzo debería ser mantenido en el tiempo. Me consta, porque se nos informó de ello, que las fuerzas armadas se han preparado y organizado de muy buena forma, con un genuino sentido de responsabilidad social y patriótica, para colaborar en todo lo debido.
¿Cuáles fueron sus principales recomendaciones, teniendo en cuenta que en un año acaba la Comisión?
Generosamente, dejar de lado posturas políticas previas, concentrarse en las víctimas, en su reparación y en la justicia transicional. Pensar que las fuerzas armadas y de seguridad en Colombia son instituciones permanentes, muy profesionales y disciplinadas que ya han librado el buen combate insertas en un sistema democrático, y no obstante todas estas circunstancias, éstas permanecerán sirviendo a su país, hay que cuidarlas para otras generaciones y los desafíos de futuro. Las personas pasarán, pero estas instituciones siempre permanecerán.
Tomado de El Espectador