Las delaciones no funcionan, forjan nuevas guerras y más víctimas

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Ciudad de Medellín.

Por Análisis urbano

Muchas guerras han vivido buena parte de las subregiones de Antioquia y el resto del territorio colombiano, esas guerras —nuestras guerras— han traspasado fronteras llegando a otros países como Argentina, Panamá, Venezuela, Brasil y Ecuador. Todas las guerras urbanas y rurales han dejado su rastro de sangre y dolor y con esto se han fortalecido y alimentado nuevos odios y venganzas, en consecuencia, cuando estas terminan surgen otras guerras que hacen germinar nuevos conflictos cargados de odios y venganzas. Pareciera que darles un final adecuado es difícil, ya que nadie se compromete a ponerle una solución adecuada para el cierre definitivo de los ciclos de violencia.

Sin embargo, diríamos que en estos tiempos donde los vientos de la paz y la reconciliación acarician los rostros de millones de ciudadanos, la actitud de cambio positivo en clave de paz y reconciliación de ilegales y legales debería ser la constante; eso pensaríamos, pero no es así, ya que la violencia y la criminalidad siguen siendo pan de cada día en departamentos como Córdoba, Sucre, Valle del Cauca, Norte de Santander, Nariño y Antioquia, en esta última con especial énfasis en la subregión del Valle de Aburrá.

En el caso concreto del área metropolitana de Medellín, desde hace más de 30 años se está hablando de la presencia de estructuras criminales que están relacionadas con el narcotráfico, el contrabando, la prostitución, las apuestas ilegales y el lavado de activos, y que tienen una estrecha relación con sectores de la institucionalidad, eso sin contar que han construido fuertes vínculos con estructuras paramilitares —lo que las ha hecho volverse más sanguinarias y crueles—. Su contrapeso en algunos momentos históricos del conflicto urbano ha sido la insurgencia armada.

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Masacre en el municipio de Envigado Antioquia. Imagen tomada de El Colombiano.

Hoy se habla de paz rural e incluso de paz urbana, la primera avanza con tropiezos ya que todavía falta mucho por resolver, pero va caminando; la segunda se ve lejana todavía, así algunos eruditos abogados piensen que se va a resolver de tajo cuando venga la dejación de armas de las FARC.

Imaginan que todo se resuelve con darles prebendas a unos jefes y subjefes del crimen urbano para que salgan y “pacifiquen” los territorios donde hacen presencia, están convencidos de que solo una firma presidencial es la que resuelve el camino de los diálogos, la negociación y el sometimiento de miembros de un sector de la Oficina del Valle de Aburrá —denominada también Oficina de Envigado—, además de la entrega de una parte del arsenal y concertar los cambios en la estrategia de cogobierno criminal, por ejemplo, desaparecer la “vacuna” transformándola en algo más rentable como los centros de acopio del crimen.

En ningún momento se ha discutido sobre la paz urbana real y lo necesaria que es para la ciudad metropolitana. ¿Dónde se habla de liberación de barrios, comunas y corregimientos? ¿Dónde se habla de entrega de fosas comunes, desmantelamiento de casas de tortura y devolución de bienes muebles e inmuebles a los desplazados intraurbanos? ¿Dónde se habla de regulación del tráfico de droga y cese de la explotación sexual, el pagadiario y el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes?  ¿Dónde se habla de la separación del crimen urbano del movimiento social y el desmantelamiento de los vínculos con sectores de la institucionalidad a través de la nómina paralela? De eso no se habla.

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Imagen de la ciudad de Medellín Antioquia.

Teniendo en cuenta lo anterior, Análisis Urbano se ha dado a la tarea de mirar más allá de la propuesta de “paz” de un sector de la Oficina que se está queriendo visibilizar e imponer forzadamente en la ciudad con el auspicio de algunos funcionarios públicos de la Alcaldía de Medellín. Dicha propuesta tendrá que ser analizada con mucho detenimiento porque en últimas deberá importar más el corpus social de la ciudad metropolitana que los intereses  particulares de ilegales, y algunos “legales”, a los que solo importa alcanzar sus metas entre las cuales podría estar la de lucrarse.

Mirar más allá es urgente ya que en estos tiempos de reacomodamientos criminales y pugnas por el poder dentro de la Oficina y un actuar silencioso y extraño de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) —también conocidas como el Clan del Golfo— se ha estado viendo todo tipo de movidas extrañas.

Por ejemplo, algunos subjefes de La Terraza han iniciado su proceso de entrega con miras a recibir beneficios jurídicos, la institucionalidad alega que se entregan por la presión que se ejerce, otros en cambio dicen que lo hacen para mostrar su intención de paz, lo claro es que ante ese rifirrafe está quedando claro que algunos personajes, desde atrás, creyéndose titiriteros, estarían fraguando el fortalecimiento y el afianzamiento de su poder a partir de las delaciones que han desembocado en la captura de subjefes poderosos como Diego Chamizo y el asesinato de jefes de la talla de Edward García Arboleda, alias Orión.

Algunos han llegado a considerar que parte de las delaciones podrían provenir de un sector de La Terraza. Análisis Urbano se distancia de esas consideraciones hasta tanto no se profundice en la investigación, sin embargo, es claro que hay delaciones y es una realidad difícil de ocultar, además que estarían viniendo de cualquier parte e involucrarían a varios niveles del poder criminal de la Oficina del Valle de Aburrá, incluso de sus actuales aliados en el Pacto del Fusil.

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Edward García Arboleda alias Orión, asesinado en el municipio de Envigado. Foto cortersía.

La historia reciente del conflicto urbano muestra que la delación o sapeo hace parte de los juegos de la guerra urbana, consolidación del poder criminal y triunfos mediáticos de la institucionalidad. La delación se ha utilizado en el bajo mundo como instrumento de guerra durante más de 30 años, el común denominador es que esta sirve para inclinar la balanza en favor de unos y en contra de otros. En medio de este juego perverso es el papel preponderante que ha jugado la institucionalidad que ayuda a que unos jefes y subjefes sean vencidos no por las armas o el poder económico sino porque son entregados.

En este tipo de prácticas la institucionalidad y los gobiernos foráneos han jugado papel sobresaliente sin importarles las consecuencias que se desprendan de esto, aquí lo importante es tener réditos políticos así una ciudad metropolitana como Medellín se bañe en sangre.

En Análisis Urbano estamos seguros de que cada día se está afianzando la guerra del sapeo y con el paso de los días se intensificará. Razón por la que este medio mira hacia las comunas y los corregimientos de Medellín, Bello e Itagüí, auscultando quiénes son los que se benefician con delaciones que traerán más violencia. Se sabe que allí muchos subjefes de las bandas creen que la delación abre camino para convertirse en jefes; también hay jefes que ya están en la mira de los Estados Unidos y han entrado al juego de preparar la lista de personas que serán delatadas a su llegada a ese país.

También tenemos la mirada puesta en Envigado y Sabaneta, ya que hay serios indicios de que personajes que en el pasado jugaron importante papel en el sapeo de antiguos socios podrían haber regresado de Estados Unidos con varios objetivos por alcanzar, por ejemplo, recuperar bienes y dinero, entregar a posibles personajes que fueran competencia en el negocio criminal, renegociar con la DEA para que sean nuevamente aceptados en el país del Norte e incluso muchos de ellos estarían extorsionado gente para que vayan a Norteamérica y “negocien” supuestamente sus problemas con la justicia americana, a través de supuestos miembros de la DEA, eso sí, a cambio de no menos de un millón de dólares, o incluso más.

Entre los personajes que estarían en este peligroso juego de la delación o el sapeo sin importar las consecuencias que arroje y si caen inocentes o no, podrían estar personas de la talla de alias el Doctor o el Médico, su socio alias el Enfermero —conocido como Andres Malaver, quien al parecer habría asesinado a alias Timbiriche en 2009—; alias el Pirata o el Tuerto, Poncho Berrío —quien fuera trabajador de Vicente Castaño, alias el Profe; y un trabajador de Beto el Gitano, apodado Checho, entre otros.

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Manuel Gaviria, testigo de la DEA, asesinado. Tomada de El Tiempo.

De ser esto cierto, el Valle de Aburrá no tendrá momentos de sosiego y paz urbana ya que en el bajo mundo todo se paga con la vida o con más delaciones, y eso genera más guerras y, por supuesto, más víctimas. ¿Será que un nuevo cartel de los sapos al mejor estilo de la película se estará forjando en el Valle de Aburrá? Pareciera que sí.

Próxima entrega:

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