Las FARC, ese fetiche de la extrema derecha

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Daniel Largo, Humanista y defensor de derechos humanos.

  Por: Daniel Largo

Por décadas, las FARC-EP han sido «el coco» de Colombia. Una guerrilla inexpugnable para la gente de las ciudades, presentada todos los días en los noticieros como el peor mal de Colombia. Los medios de información mostraron día a día los vejámenes de la guerrilla —o más bien de la guerra—,adjudicándole todos los despropósitos de la guerra a un solo actor y frente al otro actor o actores, llámese Estado, Ejército, AUC etc, se guardaron un silencio cómplice.

Las FARC-EP esa guerrilla narcisa, terca y radical seguía su agenda sin importar lo que pasara en el país, sin leer los cambios culturales en la estructura social. Mientras tanto iban perdiendo la guerra en el frente de las comunicaciones de ámbito nacional, pues el Estado más eficiente y poderoso comunicaba una sola cara de la moneda. La guerra la perdieron cuando los medios de comunicación convencieron a todo un país de que el origen de todos nuestros males era una guerrilla y no la corrupción; la guerrilla y no la inequidad social. Es decir, cuando le quitaron el piso de legitimidad a la insurrección.

Desde hace casi dos décadas ha tenido un direccionamiento en su forma de pensar. Luego del ataque a las torres gemelas en EE. UU., se inaugura en el mundo el discurso antiterrorista, que denomina como tal a cualquiera que no esté alineado con los gobiernos. Los medios de comunicación bombardearon con mensajes intermitentes a la población, saturaron al país con un enemigo convenientemente creado al que se tenía que matar a bala. Luego llegó un nuevo presidente que en lugar de aniquilar la guerrilla y matarlas, masacrarla, desaparecerla a bala y bombas como se había prometido, se sentó con esta y juntos acordaron la paz; que luego buscaron refrendar mediante plebiscito.

Luego de la implementación del proceso de paz —dejación de armas y demás—, lo más obvio es que esta exguerrilla trate de llegar al poder, no por vía de las armas, sino por medio de la participación electoral. Sin embargo, hoy la gente está indignada porque Timochenko se va a lanzar a la presidencia. La verdad, a mí no me da miedo que se lance, de hecho, luego de dieciséis años de propaganda antifarc, ¿será que mucha gente los va a elegir? Seguramente su votación no será paradigmática, antes bien, posiblemente en las ciudades, que es donde se escogen los gobernantes, haya un voto de castigo frente al exguerrillero.

Sería bueno saber cuántos votos tiene esta gente petulante que bautiza su partido con el nombre guerrillero que tantas pesadillas nos generó. Sería bueno saber si «el coco» es tan peligroso en las urnas como lo fue en el monte. Mejor dicho, saber si de verdad son «el coco».

Timochenko se lanza a la presidencia porque cree que puede aspirar a tener el poder por medio de la persuasión política, ya sin la bala o la pipeta, sino por medio de la palabra. Pero todo no es tan simple como pareciera, es importante tener en cuenta que Timochenko ya no manda en las FARC, es solo una figura representativa y hasta decorativa porque el poder interno lo tienen excombatientes más radicales e intransigentes que, como él, tienen que confesar y contarle al país todos sus crímenes.

Además, tendrían que ser exageradamente obtusos si creen que de verdad este país urbano y rural los ama. Ellos buscan saber qué apoyo popular tienen, hacerse contar con votos y así poder tener aspiraciones reales de poder cuándo ya no tengan cargos en el congreso y tengan que ganarse esas curules a pulso. Y para esto último cuentan con una derecha dispuesta a hacer lo que sea necesario para atajarlos, cuentan con dos factores en contra, dado que no tienen las armas para coaccionar y además tienen un partido de derecha que aplaude todo asesinato a exguerrilleros.

Poder saber cuál es el apoyo que estos individuos tienen es importante para todos los sectores del país; para ellos porque pueden saber a ciencia cierta si hicieron la tarea en estos cincuenta años y si pueden tener apoyo por convicción sin coacción; y para los que hemos jugado en la democracia sería muy importante saber si de verdad son un grupo fuerte y con aceptación o si, por el contrario, solo son un fetiche de los grandes medios de comunicación y de los grandes poderes de Colombia que han vuelto a las FARC «el coco» para hacernos ignorar los problemas reales de este país, como la corrupción voraz que nos mata, embrutece y nos calla, porque la realidad es que la corrupción nos quitó la salud, acabó con la educación y minó las esperanzas.

Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de Análisis Urbano.

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