Redacción Ciencia, 14 de mayo de 2025.- El hallazgo de las huellas de las garras de un amniota (un antepasado de los reptiles) de hace 356 millones de años fosilizadas en una roca muestra que el origen y evolución de estos vertebrados fue antes de lo esperado.
Los detalles del estudio, liderado por la Universidad de Uppsala, en Suecia, y hecho en colaboración con científicos de Polonia y Australia, se han publicado este miércoles en la revista Nature.
El origen de la vida en la Tierra comenzó en el mar. No fue hasta cerca de 150 millones de años más tarde cuando los primeros tetrápodos (animales de cuatro patas) abandonaron el medio marino y llegaron a tierra firme.
Los tetrápodos fueron los antepasados de los anfibios y los amniotas modernos (el grupo que incluye reptiles, aves y mamíferos actuales), los verdaderos colonizadores de la Tierra.
La cronología parece clara: los primeros tetrápodos -parecidos a peces- evolucionaron en el periodo Devónico y, después, los primeros miembros de los grupos modernos, los amniotas, en el periodo siguiente, el Carbonífero.

En el registro fósil, los primeros amniotas conservados son del Carbonífero tardío, de hace unos 320 millones de años, lo que llevó a los investigadores a pensar que el punto del árbol evolutivo en el que se separaron los antepasados de los anfibios y los amniotas sucedió en el Carbonífero temprano, hace 355 millones de años.
Sin embargo, una pieza de arenisca del Carbonífero temprano, de unos 356 millones de años, descubierta por dos paleontólogos aficionados en Australia, ha alterado toda esta cronología.
Los autores creen que este hallazgo adelanta en 35 millones de años el origen de los reptiles, y por tanto de los amniotas en su conjunto, hasta el Carbonífero más temprano.
Huellas de un mismo animal
La losa, que mide unos 50 cm y fue recuperada en la Formación Snowy Plains de Victoria (Australia), contiene dos conjuntos de huellas, aparentemente del mismo animal, unas marcas hechas hace 356 millones de años por las garras de un amniota, unos 40 millones de años antes que las huellas y los fósiles de amniotas conocidos hasta ahora.
Estas huellas bien conservadas muestran patas con dedos largos con garras en las puntas.
Al analizar la separación entre las huellas delanteras y traseras, los autores creen que el antiguo amniota pudo medir unos 80 cm, aunque subrayan que no es posible conocer las proporciones exactas del animal.
Para los autores este hallazgo implica que el antepasado común de los amniotas modernos podría haber existido en el límite entre el Devónico y el Carbonífero (hace unos 359 millones de años), y que el momento de separación de los tetrápodos (que une los linajes de los anfibios y amniotas modernos) tuvo lugar a principios del Devónico superior (hace unos 380 millones de años).
Es decir, que es probable que la evolución de los tetrápodos desde criaturas acuáticas a otras completamente terrestres se produjera más rápido de lo que se pensaba.
«Cuando vi este espécimen por primera vez, me quedé muy sorprendido, a los pocos segundos vi que había marcas de garras claramente conservadas», dice Grzegorz Niedźwiedzki, de la Universidad de Uppsala, coautor del estudio.
«Las garras están presentes en todos los amniotas primitivos, pero casi nunca en otros grupos de tetrápodos. La combinación de los arañazos de garras y la forma de los pies sugiere que el autor de las huellas era un reptil primitivo», puntualiza el coordinador de la investigación, Per Ahlberg, de la Universidad de Uppsala.
Si esta interpretación es correcta, adelanta en 35 millones de años el origen de los reptiles, y por tanto de los amniotas en su conjunto, hasta el Carbonífero más temprano.
Además, el estudio aporta nuevas huellas de fósiles de reptiles procedentes de Polonia, que no son tan antiguas como las de Australia, pero sí mucho más que los registros anteriores.
Esta recalibración del origen de los reptiles afecta a toda la cronología de la evolución de los tetrápodos.
La losa australiana con las huellas «representa todo el registro fósil de tetrápodos del Carbonífero más temprano de Gondwana, el gigantesco supercontinente que comprende África, Sudamérica, la Antártida, Australia y la India. ¿Quién sabe qué más vivió allí?», se pregunta Ahlberg.
«Los descubrimientos más interesantes están aún por llegar y es que todavía queda mucho por encontrar sobre el terreno. Estas huellas de Australia son sólo un ejemplo de ello», avanza Niedźwiedzki.
EFE