Beirut, 12 de mayo de 2022.- Con un suministro eléctrico virtualmente inexistente, desabastecimientos intermitentes de productos básicos y el 80 % de la población libanesa sumida en la pobreza, la grave crisis económica es desde hace dos años un telón de fondo omnipresente en el país, ahora con especial fuerza ante los comicios de este domingo.
Los libaneses votarán por primera vez desde el estallido de una crisis calificada por el Banco Mundial como una de las peores en más de 150 años y como una «depresión deliberada orquestada por las élites del país», en el que onde reina un clima de descontento generalizado y de creciente rencor hacia la clase dirigente.
Durante los últimos dos años, los precios han estado continuamente al alza a merced de cada nueva pérdida de valor de la lira libanesa, que ha llegado a superar las 30.000 unidades por un dólar en el mercado negro mientras el tipo de cambio oficial sigue en unas 1.500.
UNA ÉPOCA DE OSCURIDAD
La inflación alimentaria interanual superaba a finales de 2020 el 400 % y al terminar el pasado año se situaba en alrededor del 350 %, según datos de la ONU.
Además, la otrora conocida como Suiza de Oriente Medio ha sufrido varios ciclos de escasez de medicamentos, agua corriente y embotellada, pan o bombonas de gas, si bien la grave falta de combustible y electricidad se ha convertido en la estampa más representativa de la crisis.
Aunque las colas kilométricas han desaparecido de las gasolineras en los últimos meses, las «mafias» que operan los generadores eléctricos privados -a base de diésel- siguen limitando su suministro a apenas diez horas diarias en la capital y cobrando por ello cantidades inasumibles siempre en ascenso.
La población depende de los servicios de estos proveedores, pues desde el pasado año la compañía estatal proporciona tan solo un par de horas de electricidad al día en horarios aleatorios, sin garantías y sin igualdad entre las distintas áreas.
UN ORIGEN AÑOS ATRÁS
El problema se hizo aparente en el verano de 2019 con las primeras dificultades para retirar dinero depositado en dólares en los bancos, pero la crisis llevaba muchos años en el horno.
La dolarización de la economía libanesa comenzó a raíz de la guerra civil (1975-1990), cuando la moneda local colapsó, pero los bancos seguían siendo «financieramente fuertes» y las cuentas en dólares empezaron a ser percibidas como una opción invulnerable a la inestabilidad, explicó a Efe la economista Nada Mora.
«Cualquier depósito denominado en dólares que (los depositantes) tuvieron en el sistema bancario durante la década de los 80 y principios de los 90, cuando había una fuerte inflación y depreciación de la moneda local, se mantuvo disponible y los bancos cumplieron con sus obligaciones», dijo.
Con una renovada fe en la consistencia de la divisa estadounidense, la tendencia a la dolarización de los depósitos bancarios siguió tras la guerra y fue aumentando con cada «crisis política» ocurrida en el país en el nuevo siglo.
Simultáneamente, el Estado de posguerra comenzó a emitir deuda para cubrir su déficit, exacerbado por el «clientelismo», la corrupción y las pérdidas arrojadas por empresas estatales como la eléctrica Électricité du Liban, según la profesora de la Universidad Libanesa.
El sistema bancario libanés, incentivado por los «altos» tipos de interés ofrecidos, se convirtió en tenedor de buena parte de la deuda del Gobierno.
EL EFECTO DOMINÓ
Pese a la «aparencia de normalidad» en la superficie, el esquema podía venirse abajo en cualquier momento en cuanto los depositantes perdiesen la confianza y demandasen retirar su dinero al mismo tiempo, algo que los bancos no podían materializar con una mermada liquidez en dólares y buena parte de sus activos comprometidos.
Algunos analistas alegan que las protestas masivas ocurridas a finales de 2019 contra la clase dirigente actuaron como desencadenante del colapso, pero Nada Mora recordó que «cualquier cosa» tenía la capacidad de hacerlo en medio de la creciente acumulación de «desequilibrios».
«La vulnerabilidad estaba ahí», afirmó la experta en economía financiera, al alertar de que también la política monetaria de tipo de cambio fijo ayudó a alimentar el círculo.
Además, el Banco Central libanés no puede emitir dólares para mejorar la liquidez, la salida más habitual a este tipo de situaciones, recordó la economista.
El mes pasado, el Líbano y el Fondo Monetario Internacional alcanzaron un esperado acuerdo preliminar por el que el país podría recibir una ayuda equivalente a unos 3.000 millones de dólares a cambio de implementar una serie de reformas.
«Aunque son como 3.000 millones a lo largo de cuatro años, la idea es que proporciona una señal de confianza externa en el sistema, como cuando el Banco Central Europeo inyectó confianza al decir Mario Draghi que haría ‘lo que fuese necesario para preservar el euro'», sentenció Nada Mora.
Sin embargo, para que una señal del confianza prospere como lo hicieron las palabras del entonces presidente del BCE durante la crisis en la eurozona, el Líbano debe implementar primero un paquete de reformas demandadas por el FMI como precondición a la ayuda financiera.
Noemí Jabois
EFE