Beirut, 26 mayo de 2025.– Al cumplirse medio año de la entrada en vigor del alto el fuego en el Líbano, el 80 % de las áreas golpeadas por la guerra siguen en situación «precaria» y muchas carecen de infraestructuras básicas, mientras la comunidad humanitaria espera más recortes de financiación a partir de este mismo verano, según Acción contra el Hambre.
La coordinadora de Incidencia de la oenegé en el Líbano, Sonia Ben Salem, explica en una entrevista con EFE que solo el 20 % de las zonas afectadas están «más o menos entrando en una fase de recuperación», tal y como descubrieron con la realización de un análisis conjunto para identificar qué regiones priorizar.
Unas 90.000 personas continúan desplazadas en el Líbano frente a los más de un millón contabilizados durante el punto álgido del conflicto, pero Ben Salem defiende que en realidad muchísimos más siguen fuera de sus hogares, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
«Escuchamos esta narrativa de que las familias han estado volviendo a sus casas, no es cierto. La gran mayoría de la gente está regresando a de donde procedía en términos de regiones, pero no están yendo de vuelta a sus casas, estas todavía están destruidas», aseveró.
Infraestructura devastada
Según explica, su oenegé ha constatado cómo en las diferentes comunidades la gente «abre sus casas» menos dañadas a otras familias y comparten techo para que los más afectados puedan permanecer en sus áreas de origen e ir abordando la rehabilitación de sus hogares según van pudiendo.
«La situación de la mitad de la gente que había estado previamente desplazada es aún muy precaria y todavía no podemos considerar que han vuelto a casa. No están en casa, están en casa de otros cerca de sus hogares hasta que puedan volver a marcharse», mantiene la trabajadora humanitaria.
En el caso del devastado sur del país, a ello se suma que la economía está «completamente destruida», la mayoría de las familias no tienen trabajo e infraestructuras tan básicas como los sistemas de suministro de agua corriente o los centros sanitarios están todavía inutilizables.
Por ello, Acción contra el Hambre ha tenido que mantener su distribución básica de agua o kits de higiene durante «mucho tiempo», al tiempo que sus unidades médicas móviles se trasladan de un lugar a otro para ayudar a cubrir la brecha dejada por el cierre de hospitales y la escasez de servicios.
«Con el tiempo, esperamos poder identificar las fuentes de agua e incluso de otros tipos de infraestructura que pueda ser rehabilitada, pero esto necesitará mucho tiempo y mucho dinero. Porque especialmente cuando miras de la frontera a 15 kilómetros más arriba está extremadamente destruido», reconoce la coordinadora.
En el caso del agua, ni siquiera se sabe si los daños afectan también a las fuentes subterráneas y averiguarlo requerirá «un montón» de investigación, además de potenciales esfuerzos de descontaminación.
«Definitivamente va a llevar tiempo, estamos hablando de miles de millones de dólares en necesidades de reconstrucción y sabemos que estamos en un país que acaba de salir de una crisis económica», recuerda la responsable de Incidencia.
Financiación insuficiente
Ben Salem destaca que muchos vecinos del sur del Líbano dependían de la agricultura para alimentarse y ahora se ven obligados a comprar la comida, después de que un gran número de granjas y tierras de cultivo quedaran destruidas por el conflicto.
Le preocupa la salud mental de los agricultores que dedicaron «años y años de trabajo» a sus cultivos y que ahora no saben ni por donde empezar a retomarlos, pero también la de los «muchos» niños que han identificado con síntomas de depresión o trastorno de estrés postraumático.
En este sentido, la humanitaria advierte de que «el estrés de la guerra aún está presente» entre la población y de que la continuación de los ataques israelíes no hace más que enfatizar el problema.
«Cada vez que oyen un avión u oyen un helicóptero, cualquier tipo de ruido fuerte, pierdes la atención del niño. Es algo que realmente observas de forma directa, una puerta se cierra un poco más fuerte y entran en pánico», comenta.
Consciente de que la recuperación tomará tiempo y mientras tratan de avanzar en paralelo hacia soluciones a medio plazo, su organización se afana en hacer entender a la comunidad de donantes que la implementación de un alto el fuego no significa que la situación haya vuelto «a la normalidad».
La coordinadora alerta de que antes de la guerra ya se estaba registrando una bajada en la financiación para el Líbano y de que, si bien con el estallido de violencia se produjo un «repunte», el apoyo volvió a bajar en gran medida «justo después del cese de hostilidades».
«La segunda parte del año va a ser muy complicada, esperamos que tengan lugar un montón de recortes de agosto en adelante. Y estos va a afectar a toda la comunidad, organizaciones humanitarias como ONG, pero también a las organizaciones de la ONU», concluyó.
EFE