Investigadores de la Policía Nacional Fiscal y Aduanera, tras largos meses de seguimiento, lograron llegar hasta el zar del licor adulterado en Medellín, identificado como Elkin Giovanny Isaza Ramírez, alias el Tungo, sobrino de Ramón Isaza, alias el Viejo, exjefe paramilitar del Magdalena Medio.
Según el periódico El Colombiano, que señala como fuente a los investigadores policiales, la banda que lideraba alias el Tungo obtenía ganancias cercanas a los 4.320 millones de pesos. Análisis Urbano reproduce en su integridad la nota periodística, publicada este domingo 14 de octubre.
Botella de whisky a $40 mil
Una botella de whisky de una reconocida marca comprada en 40 mil pesos fue el punto de partida de una investigación que desencadenó en el desmantelamiento de una de las más grandes organizaciones dedicadas a la venta de licor adulterado de Antioquia. Quien la vendió dijo que era económica porque era de contrabando. Su contenido, a simple vista, era el de un trago normal, pero fue enviada a los laboratorios para una inspección a profundidad.
El peritaje confirmó las sospechas: el licor contenía impurezas, el alcohol tenía un grado inferior al que prometía la etiqueta y, además, no era apto para el consumo humano. No obstante, para los investigadores llamó la atención el trabajo de filigrana que exhibía el envase: la tapa, el filtro dosificador y las etiquetas la hacían pasar por original. Desde algún punto del centro de Medellín se fabricaba licor adulterado poniendo en riesgo la vida de las personas y defraudando los recursos departamentales.
Con el dictamen forense se dio el aval para iniciar la operación Celta, a cargo de la Policía Fiscal y Aduanera. Lo primero fue iniciar una vigilancia en inmediaciones de la bodega donde unos días antes se había adquirido la botella de whisky. El punto escogido fue una cafetería restaurante llamado El Peñolero, ubicado en la carrera 54 con calle 56.
“Fue desconcertante al principio, porque estábamos en ceros. No sabíamos a quién buscar o a quién vigilar. Además, no podíamos hacer vigilancias tan extensas para no levantar sospecha”, relató uno de los investigadores y de quien omitiremos su nombre por cuestiones de seguridad.
Al cabo de unos días la acuciosa observación empezó a entregar sus primeros resultados. Un hombre ingresaba de manera frecuente a El Peñolero, atendía a diferentes personas de quienes recibía paquetes. Los patrulleros centraron su atención en el desconocido sujeto.
La segunda actividad que agudizó el olfato de los investigadores fue la cantidad de habitantes de la calle que llevaban botellas vacías para la venta a una bodega del sector. Les pagaban entre mil y dos mil pesos por envase bajo la condición de que estuvieran en el mejor estado posible.
“Dos del DIM y el resto de Millonarios”
El general Juan Carlos Buitrago, director de la Policía Fiscal y Aduanera, sostiene que un 52% del licor que se encuentra en el mercado ilegal es adulterado y un 29% es de contrabando. “En los operativos que adelantamos encontramos licores de contrabando y adulterado en los mismos escenarios, en las mismas organizaciones y centros de acopio”, precisa el oficial.
El consumir un licor adulterado conlleva graves riesgos para la salud pues al ingerir un trago con alcohol que no tenga las medidas sanitarias de rigor afecta, entre otros, al nervio óptico ocasionando la ceguera. Por eso los investigadores de la Policía Fiscal estaban en una carrera contra el tiempo para dar con la banda.
Las labores de inteligencia llevaron a determinar que el sujeto que con frecuencia recibía visitantes en El Peñolero era Julián Esteban Hoyos Jaramillo. “Como era la persona más visible, lo ubicamos como el cabecilla de la organización, por lo que se solicitó una orden legal para interceptar sus líneas telefónicas”, contó el investigador.
En ocasiones, Hoyos Jaramillo era quien recibía de los habitantes de calle las botellas y les daba instrucciones sobre cómo querían los envases y dónde era el mejor sitio para conseguirlos: bares y discotecas de las zonas de rumba de la capital antioqueña.
A Hoyos lo llamaban con frecuencia para hacerle pedidos de licor. Así se estableció con los audios en poder de las autoridades y que sirven de prueba en el juicio que ahora se le adelanta.
“En los audios escuchábamos con frecuencia las palabras ‘DIM’ y ‘Millonarios’ en los pedidos que le hacían a Julián. ‘Alísteme dos del DIM y el resto de Millonarios’. Pronto descubrimos que hacían referencia a aguardiente rojo y azul. Al ron lo llamaban ‘negrito’”, describió el investigador.
La banda
Julián Hoyos era conocido en la zona y se saludaba con la gente de los alrededores. La zona es un punto de referencia para comprar cosas de segunda mano como mesones, neveras o electrodomésticos. Hay acopios de recicladoras, chatarrerías y talleres de mecánica automotriz.
Que fuera tan visible les generó la duda a los investigadores sobre si él era el verdadero cerebro detrás de la operación del licor adulterado en la ciudad. La duda se despejó con los audios en los que se escuchaba una voz masculina que le daba órdenes a Hoyos. Las llamadas no duraban más de un minuto y la conversación era puntual y específica para pedirle que alistara un cargamento de licor.
Con el paso de las semanas los investigadores de la Policía Fiscal y Aduanera ya tenían el organigrama con el que esclarecieron los roles de cada uno de los integrantes de la banda. Así las cosas, identificaron que Julián trabajaba de la mano con los hermanos Albeiro y Luis Alirio García Rincón. Entre ellos recibían los envases, los limpiaban y los dejaban listos para reenvasar el licor adulterado que ellos mismos fabricaban.
Damián García, según la Policía, era el dueño de Envases Cúcuta la recicladora en la que se almacenaban los envases, las tapas, las cajas, los filtros dosificadores y las etiquetas.
“En este sitio es donde se iniciaba la distribución del producto. Allí se realizaba el envasado y etiquetado de los diferentes licores, desde ahí salía el licor para los diferentes barrios de Medellín y poblaciones antioqueñas”, anotó el investigador.
La Policía identificó a Julián Andrés Loaiza como el integrante de la banda que almacenaba en su finca de Santuario la mayor cantidad del trago listo para ser vendido en poblaciones como Marinilla, Guarne, Cocorná y Rionegro. Sus conversaciones con Hoyos Jaramillo eran permanentes solicitándole cajas de trago. La trazabilidad da cuenta de que tenían clientes en Cúcuta, Bucaramanga y Bogotá.
William Castrillón Álvarez y Hárold Muñoz eran los cobradores de los cargamentos que eran entregados.
La banda la completaban Mery del Socorro Jaramillo, la mamá de Julián Hoyos, quien también hacía licor artesanal en su casa. La otra mujer fue identificada por las autoridades como Bertha Luz Restrepo, quien le vendía envases a la organización y licor que elaboraba con sus hijos.
El sobrino de Isaza
Las comunicaciones entre ellos eran permanentes. Situación diferente con el enigmático hombre que ocasionalmente llamaba. “En los informes que rendimos quedó reseñado como NI (no identificado). Hasta un día que habló con Julián y este se despidió diciéndole ‘Tungo’. Al fin teníamos una pista, aunque pequeña, pero la teníamos”, dijo el investigador.
El paso siguiente fue hacer una búsqueda en bases selectivas para establecer si alguien era identificado con ese alias en el mundo criminal de Antioquia. Al identificarlo revisaron una y otra vez antes de elevar la voz de alerta a sus superiores.
El ‘Tungo’ que encontraron era Elkin Giovanny Isaza Ramírez. Aunque el nombre no dice mucho a simple vista, los investigadores descubrieron que se trata del sobrino de Ramón Isaza, ‘El viejo’, exjefe paramilitar del Magdalena Medio.
“No nos sorprendió la información porque usualmente, cuando se genera un código de conducta criminal en un clan familiar, el negocio se diversifica. Y así como lo estamos viendo en otras organizaciones al margen de la ley criminales que tradicionalmente se dedicaban al tráfico de drogas ahora podrían estar involucrados en contrabando, lavado de activos, extorsiones y secuestros”, dijo el general Buitrago.
El policía indigente
Ahora sí la organización estaba completa y los objetivos definidos por lo que se decidió lanzar la fase final de la operación. Tras una evaluación detallada de la información que se poseía hasta ese momento, se decidió que lo mejor era infiltrar personal en la zona para tener una vigilancia permanente de las personas que estaban en Envases Cúcuta.
Por las condiciones de la zona, lo ideal era mimetizarse como habitante de calle. El elegido fue un patrullero con marcado acento antioqueño y quien no se bañó durante tres días, para no levantar sospecha. Sucio, de caminar desganado y con la mirada perdida así fue llegando al sector.
Su compañero hizo las veces de cotero y mientras descargaba y cargaba bultos no perdía de vista a los sujetos. Mientras tanto, otro grupo de investigadores se fijaba en los movimientos de Isaza. “Queríamos estar seguros de los lugares en los que se movía, lo que hacía. Eso nos dio elementos para ejecutar las capturas”, contó el investigador.
Todo apunta a que la banda tenía unas ganancias cercanas a los 4.320 millones de pesos. Por un litro de aguardiente cobraban entre 30 mil y 32 mil pesos. En el mercado legal cuesta entre 48 mil y 52 mil pesos. La caja que comercializaban traía 30 botellas.
La planeación de las capturas y los allanamientos se revisó varias veces, no se podían dejar detalles al azar que echara por el piso los meses de investigación.
Y así fue en la práctica, una operación impecable que puso fuera de circulación a esta organización.
Al ingresar a la bodega, las dimensiones de lo que pretendía hacer esta banda apenas se descubrían. “Se encontraron 22.700 botellas vacías de ron whisky, tequila y aguardiente que estaban listas para ser reenvasadas con licor adulterado y hallamos dos mil botellas listas para ser distribuidas en el mercado ilegal”, explica el general Buitrago.
Los hombres detenidos están bajo custodia de los guardianes de la cárcel de Bellavista. En los próximos días se iniciará el trámite para que la finca de Santuario y Envases Cúcuta sean sometidos a medidas cautelares y posteriormente sean objeto de extinción de dominio.
Tomado de El Colombiano