Los exguerrilleros que dijeron No a las disidencias

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“Véngase pa’ acá”. Así dice una carta que un excombatiente de la Farc en Meta nos mostró desde su celular y que firma la ‘Segunda Marquetalia’, la banda liderada por Iván Márquez. El exjefe negociador de la guerrilla hoy rearmado, quiere convencer a los exguerrilleros a que retomen las armas con el argumento de que los están matando. Van más de 185 exfarianos asesinados desde la firma.

“No se dejen matar, véngase para acá, aquí tendrán un refugio seguro. De las montañas podrán regresar algún día a continuar la lucha por sus sueños, pero de la sepultura, nunca”, dice la carta firmada por 19 miembros de esa disidencia en enero.

Como esa, hay muchas estrategias con las que el grupo de Márquez y la disidencia de Gentil Duarte, entre otras, quieren atraer excombatientes a sus filas: les mandan mensajes de texto, sacan comunicados, mandan recados con milicianos que nunca se acreditaron.

Aunque no hay una cifra oficial y siempre se habla de las “disidencias de las Farc”, el Gobierno dice que de los 13.065 exguerrilleros acreditados, son pocos los que han caído en la tentación de volver a las armas.

“Aquí no hay una desbandada de exfarc a las disidencias, ni se puede decir que estos grupos residuales estén compuestos en su mayoría por excombatientes de esa guerrilla”, dijo a La Silla el Alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos.

“Los que engrosaron inicialmente las disidencias son los que nunca entraron al Acuerdo, más gente nueva que han ido reclutando y milicianos que no se desmovilizaron”, agregó.

En eso también coincide una fuente diplomática que no puede ser citada porque no es vocero y otra que trabaja en la Defensoría del Pueblo a nivel nacional.

“Sí se armó una estructura Farc inicial, pero la reclutada hoy es más de gente nueva que de excombatientes que ya saben cómo es esa vida”, nos dijo la fuente diplomática. “El fenómeno de deserción es muy bajo frente a los excombatientes que suscribieron compromisos con el proceso”, nos dijo por su lado la de la Defensoría.

Aún así, hay indicios de que algunos excombatientes mantienen una relación con las disidencias.

En La Silla Vacía viajamos a cuatro espacios territoriales en Meta, Arauca, Cauca y Tolima, para hablar con exguerrilleros que han recibido ofertas y así saber por qué, a pesar de los retrasos en los proyectos productivos o de los asesinatos de desmovilizados, prefieren seguir apostándole a una vida sin armas.

Una vida en la que muchos han vuelto a ver sus familias, se casaron, tienen hijos que llegan de las escuelas por las tardes a las casas; una vida en la que la mayoría tiene una cuenta en un banco y recibe de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, ARN, una renta básica de 790 mil pesos al mes; una vida en la que van a reuniones con la Policía, el Ejército, funcionarios del Gobierno; una vida en la que cambiaron el uniforme y el alias por una cédula.

Elegir la vida civil
Las ofertas que encontramos en nuestra reportería eran, sobre todo, a excombatientes que tuvieron algún grado de dirigencia, como ser mandos medios (por ejemplo jefes de escuadra o de frente), comandantes o jefes de milicias, y que por su conocimiento militar, táctico, político e incluso médico, se vuelven valiosos para las disidencias.

Así le pasó a Nelson Quintero, quien fue comandante del frente 45 de las extintas Farc o a Wladislav Aguirre, quien fue médico de guerra.

Ambos viven en el espacio territorial Villa Paz, que queda en la vereda Filipinas, de Arauquita, Arauca, una zona donde además de la disidencia del frente 10 comandada por alias ‘Jerónimo’ y que le responde a Gentil Duarte, hay presencia del ELN.

“Al rato mandaban notas…’preséntese a tal sitio’. El que trae la nota dice más o menos donde es y se va. Pero no, allá no vamos”, nos dijo Aguirre, refiriéndose a la disidencia de Duarte.

Aguirre, quien dirige la cooperativa para sembrar la planta sacha inchi en la zona, quiere hacer un libro sobre sus conocimientos en medicina empírica y ya está hablando con profesores universitarios en Medellín para publicarlo.

Lo que les han ofrecido, según nos dijeron ambos, es llegar a ser parte de la dirigencia inmediatamente. Pero eso no los convence.

“A mi qué más me pueden ofrecer para lograr tomarnos el poder por las armas. ¿Qué fue lo que no nos pudimos inventar? Mantener un grupo guerrillero es lo más fácil…pero dígame una cosa, ¿cómo se avanza?”, se pregunta Quintero, que pasó por primera vez en 20 años la Navidad con su papá y sus cuatro hermanos.

Esa misma sensación de que es muy iluso pensar que ahora se van a tomar el poder por las armas, cuando no pudieron antes, la tiene otro excombatiente que fue mando medio en el Meta y ahora es un líder importante en la reincorporación y que no citamos porque nos dijo que eso era exponerlo.

A él le llegó la oferta directamente a su chat de WhatsApp de un disidente que está en el grupo de Márquez.

Le preguntó por los “proyectos” y él le contestó que difíciles. Entonces el tipo le dijo “vengase a un proyecto que estamos trabajando, un proyecto para hacer lo de antes”. Según nos contó el excombatiente, esa oferta fue antes del video de Iván Márquez, Santrich y compañía rearmados y él le dijo que no quería tener nada que ver con eso y lo bloqueó.

“Si no pudimos transformar este país y tomarnos el poder cuando éramos 28 mil, 30 mil hombres, dígame, ¿cómo pretenden ellos lograr eso ahora que no son ni mil? Uno respeta la lucha de ellos, pero ellos también deben respetar nuestra decisión”, nos dijo él, que ahora se trasnocha viajando a Bogotá a ver cómo consigue financiación para los proyectos productivos y que meses antes de la firma del Acuerdo de La Habana, era de los que creía que ese pacto era una traición.

Según él, la oferta de Márquez el año pasado era de 2 a 3 millones para la base y el 20 por ciento de lo que ganaran según la región a los mandos medios.

Pero eso no los convence. «Es más fácil endulzar a alguien con esas ofertas cuando no conocen el riesgo, que convencer a quienes ya lo conocemos», nos dijo otro exguerrillero de ese departamento.

También los motiva el hecho de tener un plan a futuro, que ya han construido con su comunidad, como el que nos mostraron en Vista Hermosa, donde ya tienen en planos cómo se imaginan a diez años ese barrio en el que viven y están en otras luchas, como lograr que en la alcaldía los reconozcan como una junta de acción comunal.

Caso similar es el de Manuel Alonso, un exguerrillero de la columna móvil Gabriel Galvis en el sur del Valle, que vive con su pareja en el Etcr de Miranda, Cauca.

A sus 54 años, 30 de ellos en las Farc, cabello y bigote canosos y botas con punta de acero, Alonso dice que no volvería a la guerra porque desde allí nunca se logrará el objetivo de llegar al poder.

“No hubo ni vencedores, ni vencidos, lo único que hubo fue muertos y desapariciones de estratos cero y uno”, dice mientras lija una tabla de madera en su taller con cuatro máquinas que ha comprado con su plata.

Dice esto a pesar del ofrecimiento que le hicieron hace algún tiempo de integrar las disidencias.

“Una persona mandó razón de que las puertas estaban abiertas, pero dije que no, que no me interesa. En este momento coger bando es un peligro, por eso yo estoy aparte, en mis cosas”, dice parado al lado de su máquina para pulir, sin especificar qué grupo le mandó la razón y sin querer hablar más del tema, porque no le interesa.

“Todos los conflictos han culminado en una mesa”, dice mirando su tabla. “Ya uno está viejo”.

Pero hay otra razón muy poderosa por la que no se van. Sus familias.

Así lo cree Yulieth Paola Villa, una exguerrillera que vive en el Etcr de Planadas, Tolima, y que coordina temas de género allí. Ella tiene a Laura, una bebé de dos años que nació en esa ciudadela fariana en la que viven 50 niños.

“Yo pienso que eso es algo que lo motiva a uno para estar acá porque uno se pega mucho a un niño. A pesar de todo, de que ha habido mucho incumplimiento y no miramos voluntad del Estado, nos mantenemos acá por nuestros hijos, nuestras familias, nuestras comunidades alrededor”.

También les pesa el compromiso que tienen con el Acuerdo; y porque sienten que sería volver matar a sus “hermanos de clase”.

Giovanni Castro, excomandante del frente 21 de las Farc, de 51 años, de ojos cansados, con barba escasa y sonrisa leve, dice que sigue en la paz y no ha pensado irse a las disidencias porque ya no se ve enfrentando a los mismos soldados que ahora lo cuidan a él y a sus treinta compañeros en el el espacio de Monterredondo, en Miranda, norte del Cauca.

Esto pese a que Miranda está rodeado por la disidencias de las Farc Dagoberto Ramos que, según inteligencia, tiene 170 hombres, y con influencia del EPL, y pese a que Castro se siente en peligro a manos de algunos enemigos que dejó en la guerra.

Dice que su mayor razón para no irse a las armas es que no quiere romper su compromiso de apostarle a la paz, sobre todo ante sus amigos y familiares que lo felicitan por seguir “poniéndole el pecho y aguantando en el proceso”.

Un compromiso que es más profundo desde que integra la comisión para la búsqueda de personas desaparecidas de Farc que nació luego de la firma del Acuerdo de Paz y que integran 80 exguerrilleros más en todo el país.

“Cuando a uno se le arrima una madre, un hermano, a decirle a mi me desaparecieron un hijo, uno si está preparado para escuchar eso, pero eso no deja de causarle a uno cierto problema porque eso impacta”, dice él. “Es muy duro, no es lo mismo cuando tenía el camuflado, el fusil, que venían y le decían eso, pero eso no le causaba el impacto que le causa ahora, ahora nos causa impacto: ¡uy eso lo hicimos nosotros, los nuestros¡”

Lo mismo le pasa a un exguerrillero de 49 años que fue jefe de milicias en Cauca y a quien las disidencias Dagoberto Ramos y Jaime Martínez de las Farc lo buscaron para que liderara una tropa.

Ahora tiene a su cargo sacar adelante una cooperativa agroambiental con varios exguerrilleros para hacer proyectos de porcicultura y café, es líder de un nuevo espacio de reincorporación y además es líder político de otra organización campesina y quiere seguir siendo líder social.

“Los compañeros me dicen vaya usted, haga usted, hable, muévase” frente a la cooperativa. Él siente que tiene el deber de guiar y motivar a sus compañeros, que sin él no hay quién los represente, quien los motive en la reincorporación, a estudiar. Eso le gusta.

Además tiene dos hijos pequeños. Uno de ellos nació después de la firma del Acuerdo.

Todas esas razones hacen que hoy, de los 13.065 excombatientes Farc acreditados, la Agencia Nacional para la Reincorporación, ARN, apenas les haya suspendido a 21 la renta básica mensual por volver a las armas y han sido expulsados de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, como es el caso de Márquez, Romaña, o El Paisa.

Hay otras 404 desmovilizados que, según la ARN, tienen alguna anotación en el INPEC o los metieron presos después de la firma y a ellos tampoco se les da plata, aunque de estos no se sabe cuántos podrían haber pertenecido a una disidencia.

Son, en todo caso, una minoría frente a la población que se desmovilizó, que vive en buena parte regada en los municipios, ciudades o nuevos puntos de agrupamiento, pues en los espacios de capacitación apenas quedan 2900 exguerrilleros, según nos confirmó la ARN.

Pero así como encontramos que no se puede hablar de desbandada, también fue revelador que, en algunas zonas, hay posibles relaciones con las disidencias.

Del respeto a la colaboración
Aparte de los que sí se han ido a las disidencias (no hay una cifra oficial), lo que se ve es que en algunas regiones hay desmovilizados que se hablan con gente de la disidencia, pero no pasa de ser una conversación de antiguos compañeros de guerra y lo que dicen es que así como ellos respetan la decisión de sus antiguos camaradas de volver a las armas, también les dicen que respeten la de ellos, que es seguir apostándole al Acuerdo que firmaron.

Sin embargo, hay otro grado de relación que encontramos, por ejemplo, en una zona que no identificamos por no exponer a las fuentes, donde hay quienes mantienen un grado de complicidad.

Según una fuente del Ejército, algunos hacen parte de su red de cooperantes. O como nos dijo un miembro del ministerio público que se mueve en la zona “mantienen cierto grado de simpatía”.

Llevan y traen razones de extorsiones o citaciones; les avisan sobre movimientos del Ejército y a su vez cómo deben moverse, y ayudan en el trabajo político agrandando la red de colaboradores.

Sobre el porqué lo hacen, dos exguerrilleros nos dijeron que lo hacen por mantener algo de poder, así sea sin armas pero sí como aliados.

“Hay muchos que quieren es seguir una vida de autoridad porque en la guerra la tuvieron por el hecho de portar un arma, así no manejaran recursos económicos. Por el hecho de tener un fusil era tenido en cuenta. Para muchos eso en la vida civil no ha sido fácil”, nos dijo un exguerrillero. “Optan por agarrar algunos medios de defensa y muchas veces se prestan para hacer favores o para estar de pronto con ellos de la forma clandestina”.

Otra manera en la que se revela esa complicidad es en la ausencia de denuncia de presencia de grupos en las zonas.

“Eso uno lo puede interpretar como que tienen miedo a denunciar, como le puede pasar a cualquiera que vive ahí, pero otra manera de interpretarlo es que es un plan B. Si me incumplen con el Acuerdo, yo conservo relaciones con la insurgencia”, nos dijo la fuente de la Defensoría.

O como nos lo dijo un excombatiente en el sur del país, “hay colaboraciones involuntarias que se pueden dar por la sencilla razón de que estamos en un territorio que no ha salido del conflicto. Se pueden dar situaciones en las que el compañero le dice a otro que no diga al Ejército que el otro pasó por esta u otra vereda”, nos dijo. «El discurso que nosotros tenemos con eso es que después de la dejación de las armas, cada quién responde por sus actos».

Pero así como se puede dar esa relación, hay una más peligrosa y que preocupa incluso a senadores de Farc, y es que la disidencia de Márquez, que es más política e ideológica que la de Duarte, comience a infiltrar los espacios de capacitación.

Aunque eso todavía no se puede comprobar, sí hay una hipótesis fuerte, sustentada en investigaciones de la Unidad Especial de Investigación de la Fiscalía y que nos corroboró una fuente que lo sabe de primera mano, y es la de una posible infiltración de una disidencia en el espacio de Mesetas, Meta.

Como contamos, en ese espacio mataron en octubre del año pasado al excombatiente Alexander Parra y la hipótesis más fuerte que tiene la Unidad Especial de Investigación de la Fiscalía, es que a Parra lo mataron por denunciar una red de narcotráfico de desmovilizados que le estaban ayudando a la disidencia.

En concreto, la Unidad Especial tiene información de que mandaban coca en carros de la Unidad Nacional de Protección de ese espacio con destino a Arauca, a la frontera con Venezuela. Por eso ya capturaron a un líder de ese espacio conocido como ‘Edier’ y a otras cinco personas.

Los puntos se conectan porque el anterior líder de ese espacio, Aldinever Morantes, se fue a la disidencia de Márquez. Aunque según contó Blu Radio, la Unidad de Investigación también tiene elementos que apuntan a que un día antes del asesinato, ‘Edier’ supuestamente habló con un tipo que está en la disidencia del frente 40, que le responde a Gentil Duarte.

“Hoy en ese espacio es muy complejo porque hay unos que defienden a Edier, otros que no y eso los tiene partidos”, nos dijo una fuente en terreno que lo sabe de primera mano. «No hay un líder. Están rotos».

De hecho, en marzo van a elegir en ese espacio a un nuevo consejo político y el temor es que terminen ganando liderazgo excombatientes afines a Aldinever Morantes y por esa vía a Márquez.

Además, todo se pone más complejo si se tiene en cuenta que en estos espacios no sólo viven exguerrilleros. Con corte a 31 de enero, la ARN nos dijo que hay más de 1200 personas que viven en estos 24 espacios sin ser excombatientes.

“Aquí un compañero me pide permiso para traer a vivir la familia. Uno hace el estudio y sabe, porque aquí (en la región) todos están identificados y resulta que el hermano o el primo o el cuñado es del ELN. Uno cómo les dice ‘no, por acá no traiga esa gente’ si es la familia del compañero…”, nos dijo un dirigente de otro Etcr que pidió no ser citado.

A pesar de que puede haber desconfianza, siguen tejiendo lazos entre ellos para mantener una vida colectiva y apoyarse en esta vida civil que apenas comienzan.

Tal vez la escena que mejor lo muestra es que cuando fuimos al espacio Georgina Ortiz, en Vista Hermosa, le estaban celebrando su primer cumpleaños a una bebé. Allá no han tenido líos de seguridad como en Mesetas.

Tres exguerrilleros inflaban bombas y colgaban las serpentinas en la casa de Jeffrey Murillo, que era enfermero del Bloque Oriental, y a quien el año pasado “el viejo”, como le dicen todavía a Gentil Duarte, le mandó razón para que se fuera. Murillo dijo que no.

Nos lo dijo hace unos días cuando visitamos su casa y nos mostró cómo terminaba de cocinar un sancocho. Acababan de matar tres gallinas para la celebración y tenían invitados a varios exguerrilleros para cantarle el cumpleaños a la bebé a las cinco de la tarde.

“Aquí estamos en otra cosa”, repitió Murillo.

Tomado de La Silla Vacía

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