Beirut, 18 may – En los últimos años, miles de generadores de diésel operan la mayor parte del día para compensar los constantes cortes eléctricos en el Líbano, emitiendo a cambio niveles de contaminación tales que el riesgo de cáncer se ha elevado en un 50 % en Beirut, según un nuevo estudio.
Con el inicio de una grave crisis económica a finales de 2019, el suministro eléctrico estatal fue cayendo hasta llegar a apenas un par de horas diarias, obligando a la población a contratar los servicios de costosos generadores privados para cubrir sus necesidades mínimas de luz.
Pero el lucrativo negocio también ha traído consigo graves consecuencias para la salud de la población, tal y como alerta un estudio elaborado por la Universidad Americana de Beirut (AUB, en inglés) que será publicado pronto.
«En 2022, los cortes de electricidad eran de más de 20 horas al día, así que queríamos ver cuánto contribuyen a la contaminación del aire estos generadores que están subviniendo a la electricidad nacional», adelantó a EFE la profesora de Química Analítica y líder del estudio Najat Aoun Saliba.
El equipo analizó la presencia de agentes carcinógenos en muestras tomadas en tres puntos diferentes de Beirut y comparó los resultados con los de investigaciones previas a la crisis, revelando un fuerte aumento en el riesgo de cáncer debido a la prevalencia de los generadores.
Más riesgo de cáncer
Antes del colapso del sector, la electricidad estatal libanesa solo faltaba tres horas al día, por lo que el uso de generadores a diésel era mucho más limitado que en la actualidad.
Sin embargo, ya en aquel escenario, los expertos de la AUB habían concluido durante una medición del mismo tipo en 2010 que estos aparatos eran responsables de entre el 28 y el 30 % de la contaminación del aire en Beirut.
En términos de carcinógenos, aquello suponía el equivalente a dos cigarrillos diarios, advirtió Saliba.
«Cuando hicimos el mismo experimento en 2022-2023, descubrimos que la contribución de los generadores de diésel se había duplicado, aumentó al 50 %», agregó.
La también activista medioambiental considera tal porcentaje una «locura», ya que estas máquinas se caracterizan por su combustión ineficiente y la consecuente emisión de «un montón» de partículas.
Su equipo analizó la composición de esas partículas para identificar carcinógenos de categoría 1A, aquellos que se sabe que pueden causar cáncer en los seres humanos, y en base a su concentración poder determinar el riesgo de desarrollar la enfermedad.
Y el resultado fue aterrador: el riesgo de cáncer aumentó en Beirut en un 50 % desde la última investigación que habían realizado antes de la crisis económica, en 2017.
Además, el estudio reveló que la concentración de partículas finas con menos de 2,5 micrones de diámetro (PM 2.5) en el aire osciló entre los 18 y 25 microgramos por metro cúbico, una media anual muy por encima de los 5 microgramos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Incumplimiento de leyes
Filas de grandes generadores se acumulan en aparcamientos o pequeños descampados de la ciudad, generando inmensos beneficios para sus dueños, que a menudo cobran al cliente un fijo de unos 100 dólares por cada 5 amperios, ignorando el precio por kilovatio hora consumido que establecen las autoridades.
Entre los ciudadanos se conocen como «las mafias de los generadores», poderosas y acusadas de prácticas corruptas.
Saliba, que también es parlamentaria, dice que dos decretos emitidos en los últimos cinco años obligan a poner filtros ciclónicos en los generadores de menor potencia y filtros de partículas de hollín en los de más de 150 kilovoltio-amperios, pero muchos incumplen las medidas.
«Hay una enorme falta de aplicación de la ley en este sector», reconoció.
Consciente de las dificultades para cubrir la brecha con energías renovables como la solar en una urbe con pocos espacios abiertos, la experta aboga por garantizar el cumplimiento de las legislaciones relativas a los filtros.
Y, por supuesto, el Gobierno debe solucionar el problema del suministro estatal: «De lo contrario, estamos realmente muriendo a causa de este aire», zanjó.
En la actualidad, la electricidad del Estado sigue sin superar las seis horas diarias en la mayoría de zonas, un año después de que Human Rights Watch (HRW) ya denunciara en un detallado informe cómo esta escasez priva a los ciudadanos de sus «derechos más básicos».
La ONG también había criticado el impacto medioambiental de la industria de los generadores.
«Con nuestro estudio esperamos dar la voz de alarma y también poner más presión sobre el Gobierno local para que al menos se implemente la ley. Y, lo más importante, librarnos de estos generadores de diésel, porque de verdad están asfixiando la ciudad con aire envenenado», concluyó Saliba.
por Noemí Jabois
EFE