México, 20 mar – La cinta mexicana «Los Plebes» relata la cotidianidad de un grupo de sicarios desde una visión muy distinta a la que se acostumbra. «Con ‘Los Plebes’ queremos contrarrestar el daño hecho», dijo Eduardo Giralt, uno de los directores.
«Yo no creo que el cine pueda cambiar nada, eso me suena demasiado narcisista, (…) pero el cine sí que puede hacer mucho daño y siento que el cine acá en su mayoría ha hecho mucho daño», detalló en entrevista con Efe Giralt, quien creó la película junto a Emmanuel Massu.
El documental «Los Plebes» es una de las once producciones mexicanas que estará en la decimoprimera edición festival de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) optando al Puma de Plata, además de que será estrenada en este certamen, en línea por la pandemia.
«Se me hacía quizá de mal gusto buscar algún otro festival que tuviese ínfulas un poco más de alfombra roja. (…) Cualquier tipo de ‘glamurización’ del cine, sobre todo abordando temas como estos se me hace hipócrita», añadió.
La cinta narra la historia, de cerca, de un grupo de jóvenes sicarios que vagan por Sinaloa (noroeste de México) mientras se enfrentan al crecimiento, al futuro y a lo que comparten con la mayoría de los chicos de su edad: divertiste, buscar novia o jugar a videojuegos.
«Esta es una película sobre adolescentes nacidos en el lugar equivocado, en el momento equivocado y en las circunstancias sociales equivocadas», se puede leer en la web del festival.
SIN VUELTA ATRÁS
Para el director, cuya anterior cinta «Los débiles» (2017) ya se adentró en este tipo de temas, y para Massu, el otro director, no hay vuelta atrás una vez empiezas a hacer este tipo de cine, que se adentra en las historias y en quienes las viven mientras huye de la espectacularización del narcotráfico y la violencia.
Giralt se pregunta cómo es posible que hasta el momento no se hayan hecho apenas películas en México que relaten historias relacionadas con el narcotráfico desde puntos de vista diversos y alejados del estereotipo.
En este sentido, contó que Froylán Enciso, historiador sinaloense especializado en la economía política de las drogas y la política mexicana, le dijo una vez «Eduardo, tú estás filmando las uñas del tigre».
Con esto, se refería a que había que filmar también «el corazón y el cerebro», es decir, «los químicos y los que lavan el dinero».
«Nadie habla de eso porque es lo más peligroso. A lo que voy es eso: no digo que trates de hacerlo documental porque debe ser muy mortal tratar de contarlo así, pero ¿por qué en todo el cine de ficción nadie se ha enfocado en eso? Ah, porque lo otro es lo más violento, lo más amarillista», consideró.
EN PRIMERA PERSONA
El director venezolano, que de joven estudió derecho y luego se enfocó en un cine más intimista y «muy alejado de lo social», llegó a México y a raíz de «Los Plebes» le surgieron oportunidades para trabajar como «fixer» (productor que participa en la realización de reportajes a través de la búsqueda de fuentes, traducción o como guía).
Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo mucho que disfrutaba en zonas extremas.
«Yo no quiero estar más en la torre de marfil escondidito, tomando cafecito en un Starbucks mientras escribo un guión. Me di cuenta que eso era lo opuesto a lo que quería en la vida», pensó entonces.
Desde entonces, como en «Los Plebes», quiso ver las cosas en primera persona. «Sin que nadie me las cuente», añadió.
Sin embargo, el trabajo y enfoque de ambos directores implica un riesgo, ya que , explicó, «una vez entras en contacto con el crimen organizado siempre vas a estar en su radar».
Y a pesar de que la filmación fue bastante «fluida», los riesgos no terminan cuando se apagan las cámaras.
«A mí lo que más me da miedo es que alguien más se vea dañado. Si me joden a mí me daría lástima por mis papás pero… Pero que algo le pase a alguien cercano es algo que me quita el sueño todo el tiempo», añadió.
Por esto, trataron de tomar todas las precauciones y, lejos de querer caer en la autocensura, buscaron ser respetuosos y no ver por qué alguien se pudiese ofender con «Los Plebes».
«Yo digo que a estos chavos (jóvenes) se les ha retratado de una manera muy maniqueísta pero tampoco digo ‘ay, ellos son unos santos’. (…) Dicho esto, yo no pondría las manos en el fuego por que uno que estuvo en la película no se moleste al ver cualquier vaina (cosa)», terminó.