Redacción internacional, 21 de febrero de 2025.- Los ucranianos obligados a refugiarse en distintos países a raíz de la invasión rusa llevan la guerra tatuada en la mente, mientras tratan de seguir con las nuevas vidas que iniciaron hace tres años y se debaten entre el miedo y la nostalgia ante la posibilidad de volver a una Ucrania en paz.
Desde el sur de Inglaterra, Viena, Praga, Carcavelos (Portugal), Cracovia (Portugal), Madrid y Jacarilla (España), varios de los más de 6,3 millones de refugiados ucranianos que hay actualmente registrados en Europa, según los últimos datos de Acnur, han hablado con EFE de cómo vivieron los primeros días de la guerra y de sus expectativas y planes de futuro.
«Despierta, la guerra ha comenzado», son las primeras palabras que escuchó aquel 24 de febrero de 2022 la artista Anastasiia Nekypila y que dieron nombre en 2024 a una serie de obras que creó en Emsworth, un pequeño pueblo costero en el sur de Inglaterra donde vive junto a una familia británica en el marco de ‘Homes for Ukraine’, una iniciativa para acoger a refugiados ucranianos.
Viktoriia Kravchenko vive en Carcavelos, en las afueras de Lisboa, tras mudarse a Portugal en marzo de 2022. A ella y su marido les pilló el inicio de la guerra en Egipto, junto a la costa del mar Rojo, donde solían pasar un par de meses todos los años teletrabajando huyendo del invierno ucraniano.
«En la mañana del 24 de febrero recibí un mensaje de mi hermana. Eran sobre las 6.30 y decía algo así como ¿dónde está la documentación? Ese fue el comienzo», rememora.
Les resultó impensable regresar a Irpin, en las afueras de Kiev y una de las primeras zonas ocupadas por las tropas rusas, así que se quedaron atrapados en Egipto con un par de maletas con ropa ligera, trajes de baño y equipos para hacer esnórquel. Al final, un amigo irlandés de esta empresaria les animó a que se marcharan a Portugal.
Gracias a la Asociación Ucraniana de Torrevieja, Tatiana vive en Jacarilla (Alicante) tras llegar a España el 13 de marzo de 2022, pero recuerda como si fuera ayer los diez días de guerra que pasó en Ïrpin.
“Cada día se hacía más peligroso. Las tiendas estaban cerradas, la defensa territorial dijo que teníamos que esperar una semana en el sótano”, cuenta a EFE Tatiana, que logró huir en coche a Kiev y de ahí cogió un tren hacia Polonia.
Empezar de cero
En Polonia hay aproximadamente un millón de refugiados ucranianos y, según datos oficiales, alrededor del 70 % en edad de trabajar tienen un empleo, la tasa más alta de toda la Unión Europea (UE).
Cada año se crean en Polonia miles de empresas de capital ucraniano. Según el Estado polaco, una de cada diez nuevas empresas tiene titularidad ucraniana y el 77 % de los negocios puestos en marcha por extranjeros en 2024 pertenecen a ciudadanos de ese país.
República Checa es otro de los países europeos que acoge a más refugiados ucranianos (casi 400.000) y en su capital, Praga, Tetiana ha empezado de cero, trabaja en un centro comercial cerca del aeropuerto y recibe ayudas económicas por su hija, que tiene 9 años y va a una escuela pública.
Cuatro hijos tiene Leonid y vive con ellos y su mujer en un pequeño piso de 50 metros cuadrados en Viena, donde intenta mantener a flote una empresa de servicios informáticos con unos 150 empleados que tiene desde antes de que la guerra lo obligara a marcharse de Dnipro (este de Ucrania).
Leonid llegó a Viena en coche a finales de febrero de 2022 después de atravesar Moldavia, Rumanía y Hungría. Pudo librarse de combatir porque sus hijas mellizas acababan de nacer y Ucrania permitió a los hombres con tres hijos o más salir del país en plena guerra. «Las niñas me salvaron la vida», dice a EFE.
La posibilidad de volver
Con una bebé de diez meses, Viktoriia Kravchenko no se plantea regresar a un país en guerra.
«Por ahora estamos aquí en Portugal, estoy creando un nuevo negocio para clientes que hablan inglés y ahora quiero que mi bebé sea feliz en Portugal», asegura a EFE.
Las buenas perspectivas que tiene en Polonia hacen que otra Viktoria, en su caso empleada en un supermercado de productos ucranianos en Cracovia, se incline por quedarse aunque finalmente haya paz en Ucrania.
Tetiana en Praga no lo tiene claro, a diferencia de su marido, Dimitri, quien cree que incluso tras la guerra su país será peligroso, porque «habrá muchas dificultades, muchos rencores y muchas armas en circulación».
«La vida en Viena es muy segura, pero también es muy cara», explica por su parte Leonid, que confiesa estar «esperando a que todo esto termine pronto, para poder volver a Ucrania» y asegura que ese sentimiento es compartido por muchos ucranianos en la capital austríaca.
Laryssa nunca planeó mudarse. «Pensé que todo terminaría rápido”, relata al recordar que se fue primero a Rumanía un par de semanas y, después, resignada, recaló en España en abril de 2022 con una oportunidad de trabajo y ahora vive en Madrid.
“Extraño mucho a mi familia, mi casa, el tiempo que pasábamos juntos sentados en el jardín de mi tía. Echo mucho de menos las anchas calles de mi ciudad. Tenía una vida tranquila. Era feliz”, resume con nostalgia.
EFE