“Ella se cansó mucho de esperar a mi hermana”, dice con tristeza el profesor Edgar Narváez, al tener que contar la muerte de su madre Rosita Argoty Narváez, quien hasta sus últimos momentos de vida mantuvo la ilusión de ver a su hija, la religiosa nariñense Gloria Narváez, secuestrada el 7 de febrero de 2017 muy cerca de Burkina Faso, en África.
Su fallecimiento se produjo a sus 87 años de edad, en Pasto, a las 7:30 de la mañana del lunes, lo hizo en sus cinco sentidos, estaba muy serena y hasta tuvo tiempo de despedirse de sus hijos Carlos, Carmenza, Gloria y Edgar; también deja dos nietos, Daniel y Valentina, hijos del docente.
Un día antes, el domingo, como presintiendo su muerte, decidió despedirse de sus hijos con un sentido abrazo, luego quiso escuchar la eucaristía transmitida por televisión, tal vez, para darle gracias a Dios por tantos años de vida.
“Ella se despidió, nos dio un abrazo de madre a hijos y al otro día amaneció malita, se recostó en la cama, nos bendijo y nada más”, afirma su primogénito sobre sus últimos momentos de vida.
“Ella nos bendijo, ya cumplió con su ciclo de vida, cumplió con su deber y gracias a Dios se fue bien, no sufrió ni nos hizo sufrir”, reconoce y revela, además, que cuando miraron a su madre se percataron de que ya no estaba en todos sus sentidos y que su agonía ya era una realidad.
Aunque para muchos católicos la muerte sea un tema difícil de comprender, en el caso del educador califica como “bonita y tranquila” la desaparición de su madre.
“Murió como ella quería en su casa, en su cama y junto a sus hijos. Sí, fue una muerte natural, una muerte que mi Dios la premió por ser buena gente en este mundo”, admite y asegura luego que “mi madre tenía la esperanza de verla regresar, de abrazarla y descansar en paz pero mi Dios se la llevó antes de tiempo”.
Siempre alimentó su ilusión de ver de nuevo a su hija secuestrada en una aldea de Malí por miembros del grupo extremista Al-Qaeda, sobre todo, se alegró mucho cuando observó el video en el que Gloria aparece prestando servicios de enfermería. Eso sucedió el 13 de julio de 2018, fue la última prueba de supervivencia conocida por la familia en Nariño.
Edgar cree que el prolongado tiempo en cautiverio de su hermana y en un país tan lejano pudo haber anticipado la muerte de su mamá.
“En parte sí, porque ella sufría mucho, no dormía, había noches que las pasaba en blanco, ella me comentaba qué será de Gloria… esa era una tristeza moral”, subraya y además en varias ocasiones le contó que había soñado con la monja, que venía a Nariño vestida de blanco, y asegura: “era como un angelito que la venía a saludar, mi madre era muy católica, todos los días rezaba el rosario, no le podía faltar la misa de las seis de la mañana en la televisión”.
Está en una zona de frontera
En sus últimos meses de vida sabía que la religiosa estaba cuidando como enfermera a los musulmanes, porque la última información que la familia tiene es que ella está con vida, que vela por los heridos de la guerra que vive Malí donde hubo un reciente golpe de estado al gobierno, por lo que la situación política del país es delicada con la llegada de un régimen militar. Pero tiene la certeza de que se encuentra en la frontera entre Burkina Faso y Malí.
Para que su hermana se enteré acerca de la lamentable muerte de su madre en la ciudad de Pasto, acudieron a un sacerdote misionero español que el mismo lunes le envió un mensaje al arzobispo de la localidad de Karangasso, en la República de Malí, para que sea él quien le entregue la triste noticia.
Es por eso que teniendo en cuenta la diferencia de 8 horas entre los continentes, Edgar tiene la plena seguridad de que la religiosa hoy ya sabe que su madre falleció.
Igualmente, confía en que este hecho pueda servir para la pronta liberación de la religiosa misionera y su regreso al seno de su hogar. “Ojalá que la liberen, que esto sea un trampolín y ellos se apiaden», dice.
Tomado de El Tiempo