Los nueve jóvenes asesinados en el municipio de Samaniego, en el suroeste de Colombia, son despedidos este lunes por familiares y amigos, una tragedia que conmueve al país y que revela la vulnerabilidad de un grupo al que pertenece más de una cuarta parte de la población nacional.
Según las investigaciones preliminares de la Fiscalía, ocho de los jóvenes, de entre 20 y 25 años de edad, fueron acribillados en una finca de la vereda (aldea) de Santa Catalina, cercana a la cabecera municipal de Samaniego, mientras que la otra víctima, una mujer de 26 años, fue asesinada en un sector conocido como Las Letras.
Esa joven, identificada como Yesica Zúñiga, fue tiroteada y las autoridades están tratando de establecer si ese asesinato tiene relación con el de las otras ocho personas, agregó la Fiscalía.
La matanza fue perpetrada por desconocidos que dispararon contra los muchachos, en su mayoría universitarios que estaban de regreso en su pueblo por la cuarentena del coronavirus y decidieron reunirse el sábado por la noche en una finca en las afueras de Samaniego para salir de la rutina del encierro.
DESPEDIDA A LOS JÓVENES
Familiares y amigos de las víctimas, todos con tapabocas por la pandemia de la COVID-19, acudieron hoy a los velatorios en casa de los fallecidos, donde los féretros estaban rodeados de ramos de flores y con fotografías de los jóvenes.
Una de ellas era Laura Michel Melo Riascos, cuya madre, Gloria Riascos, destrozada por el dolor, ensañaba fotografías de su hija, todavía con el uniforme del colegio, junto con las compañeras con las que se graduó de bachiller.
Una escena similar se vivía en casa de Óscar Andrés Obando Betancurt, donde una fotografía del joven asesinado colgaba de la pared de la sala.
Junto con ellos fueron masacrados Elián Benavides, Daniel Vargas, Byron Patiño, Rubén Darío Ibarra, Jhon Sebastián Quintero y Brayan Alexis Cuarán.
«Nuestra juventud está sufriendo los estragos de la violencia y en medio de esta crisis social requerimos que el Gobierno nacional llegue con inversión y mayores recursos que nos permitan adelantar los programas y proyectos que se requieren para cerrar las brechas sociales y las heridas de la violencia», manifestó en un comunicado el alcalde de Samaniego, Óscar Pantoja.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en el segundo trimestre del año la tasa de desempleo de la población joven fue del 29,5 %, superior en casi diez puntos porcentuales al total nacional de 19,8 % registrado al cierre de junio.
VIOLENCIA EN SAMANIEGO
Samaniego es un pueblo de unos 24.000 habitantes situado en las montañas del centro del departamento de Nariño, a 116 kilómetros de Pasto, la capital regional, y cuyos habitantes se dedican principalmente a la agricultura y la minería.
Esa región es azotada por grupos criminales como las paramilitares Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y disidencias de las FARC que luchan por el control territorial de la zona para sus actividades de narcotráfico y que en los últimos dos meses asesinaron a más de 20 personas, según el gobernador de Nariño, Jhon Rojas.
«Nuestro municipio ha sido golpeado por los hechos de violencia. Por eso estamos solicitando la presencia del Estado con el objetivo de mitigar todos los brotes de violencia», expresó por su parte el alcalde.
Pantoja agregó: «Somos un municipio de gente buena que quiere vivir en paz, pero necesita un acompañamiento (del Gobierno nacional) con el propósito de evitar este tipo de masacres».
Ante la conmoción que causó la masacre, distintas autoridades, encabezadas por el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, y la vicefiscal general de la nación, Martha Mancera, se trasladaron a la localidad.
«La situación que vimos nosotros en Samaniego nos estremece, nos duele, pero también quiero hablarle al país con mucha claridad: estos hechos están ocurriendo por el narcotráfico, por la presencia de grupos que quieren llenar de actividades ilícitas muchos lugares del territorio», afirmó el presidente colombiano, Iván Duque.
HOMENAJES Y CONDENA
Para homenajear a las víctimas, los habitantes de Samaniego encendieron la noche del domingo velas en las calles, algunas de las cuales tenían los nombres y la edad de los jóvenes asesinados, mientras que algunos vecinos hicieron un cacerolazo para rechazar la violencia.
En muchas casas fueron puestas banderas blancas para recordar a los fallecidos y clamar por una paz que hoy parece lejana para esta localidad.
En Colombia, según el DANE, el 26,97 % de la población tiene entre 15 y 19 años, pero ese segmento sufre no solo por el desempleo y la falta de oportunidades, sino también por la violencia.
Tan solo cuatro días antes de la matanza de Samaniego, cinco adolescentes fueron asesinados en Cali, sin que hasta el momento las autoridades hayan logrado establecer quienes fueron los autores de esa masacre.
«Hoy se prenden las alarmas por un hecho extremadamente lamentable, que desafía y debilita la esperanza de todos los jóvenes y de la niñez, y sobre todo, confronta a instituciones públicas, organizaciones, y a los liderazgos sociales, a preguntarnos ¿qué estamos haciendo para prevenir, y para hacer justicia?», manifestó en un comunicado la presidenta de la ONG Manos Visibles, Paula Moreno.
La Misión de Verificación de Naciones Unidas en Colombia expresó este lunes su «enérgica condena» a la masacre de los jóvenes en Samaniego y manifestó su preocupación por «la continuidad de homicidios» de defensores de DD.HH., líderes sociales y exguerrilleros de las FARC este año.
La Oficina en Colombia de la Alta Comisionada de la ONU para los DD.HH. dijo ayer que ha documentado 33 masacres en 2020 en el país y está siguiendo 97 asesinatos de defensores de derechos humanos, de los cuales ya verificó 45.
«Estos hechos violentos, con serios impactos humanitarios, están ocurriendo en territorios con presencia de grupos armados ilegales y otras organizaciones generadoras de violencia, de economías ilegales, pobreza y caracterizados por una limitada presencia del Estado», apostilló la ONU.
EFE