Medellín se desangra mientras quienes no padecen la guerra urbana dicen que “todo es falso”

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La Alcaldía de Medellín emprendió una campaña por redes sociales (en las que enfocó su estrategia de comunicaciones), asegurando que los pasquines y amenazas que circulan por Whatsapp y Facebook y en las que se anuncia muerte para todo aquel que desobedezca las órdenes de los ilegales, son falsas.

Entretanto, la ciudad se desangra, la comunidad padece el miedo y la Policía (que como hemos sostenido, son seres humanos que también son vulnerables y se atemorizan) no es la solución a la inseguridad, como muchos creen.

De hecho, la presencia de uniformados de esa institución en las comunas 7, 12, 13 y el corregimiento Altavista parece no causar mella en esas zonas donde el control social lo ejercen ellos, los ilegales.

Este miércoles 25 de abril, Juan*, quien observaba por televisión el partido de Nacional en su visita al Junior en Barranquilla, decidió a las 9:00 p.m. apagar la tv y esconderse con su hijos en la cocina de su casa, ubicada en la comuna 13, San Javier. Asegura que las palabras del alcalde encargado de Medellín, Santiago Gómez Barrera, y del secretario de Seguridad, Andrés Tobón, asegurando que es falso el “toque de queda”, no son suficientes para que los fusiles y las pistolas sigan vomitando fuego en la comuna 13.

Esta noche, mientras Análisis Urbano escribe esta nota, se nos informó que una persona fue asesinada en Quintas de San Javier, que las balaceras no paran en Juan XXIII y que un hombre fue asesinado en Aures.

Esta agencia de prensa le entregará a la ciudad el día de mañana, jueves 26 de abril, a las 10 de la mañana, en la Universidad Santo Tomás, ubicada en el barrio Robledo, información relevante sobre las agrupaciones ilegales que se disputan en la ciudad el control territorial. La institucionalidad las reporta como acabadas o a punto de ser neutralizadas. Pero nada es más alejado de la realidad que eso que se asegura desde la Alpujarra.

La verdad es otra, esa que se vive en las calles, mientras quienes no padecen esa guerra urbana dicen desde el otro lado de sus escritorios que en Medellín no pasa nada, que “todo es falso”.