Mediante panfleto que circula en Tarazá, ilegales prohíben el tránsito con cascos en el pueblo

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Un panfleto que circula en el municipio de Tarazá, en el Bajo Cauca antioqueño, prohíbe que quienes se movilicen en moto ingresen a esa localidad con el casco puesto.

El pasquín “da a conocer” que tanto “habitantes como viajeros” deben seguir indicaciones como: no andar con cascos en el pueblo sin importar la hora, nadie puede ingresar al pueblo con casco a partir de las 6 de la tarde, nadie puede relacionarse con gente forastera o no grata para evitar malos entendidos y nadie puede hacerse en esquinas ni en oscuridades con movimientos hostiles o sospechosos.

La autoría del escrito amenazante se la atribuye el Bloque Urbano Nolberto Olivares del Frente Virgilio Peralta Arenas, que sostiene un crudo enfrentamiento con las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC en el Bajo Cauca antioqueño.

El escrito lo encabeza una calavera a la que le sigue un texto “FVPA – Comandos anti águilas”.

Cabe aclarar que el frente o bloque Virgilio Peralta Arenas es conocido también como los Caparros o Caparrapos y que las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC, también se les conoce como Clan del Golfo o Águilas Negras.

Mientras los habitantes de Tarazá temen por su seguridad, por sus vidas, las autoridades no se han pronunciado al respecto.

La guerra de los Caparros y las AGC en Bajo Cauca

Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC, llamadas Clan del Golfo por el Gobierno y Águilas Negras por otros sectores de la Institucionalidad, no son otra cosa que una confederación de estructuras criminales herederas del paramilitarismo.

No es que el Bloque Virgilio Peralta Arenas, BVPA, conocido como Caparros o Caparrapos, sean una disidencia de las AGC. Simplemente se separaron de ellas, de las toldas que están al mando de Otoniel, alias de Dairo Antonio Úsuga David, un hombre de Necoclí, que pasó por los grupos guerrilleros Epl y Farc, luego recaló en la agrupación paramilitar AUC y desde 2012 es el líder de las AGC, denominadas Clan del Golfo y conocidas también como Urabeños.

El BVPA hacía parte del Frente Francisco Morelo Peñate de las AGC, pero inconformes con estas últimas y apoyadas con dineros, armas y tropas de otras agrupaciones armadas ilegales, decidieron enfrentarlas. No llegaron a combatirlos: ya estaban allí. ¿Dónde? En Tarazá. El Nudo del Paramillo es su objetivo fuerte. ¿Por qué? Por las grandes extensiones de cultivos de hoja de coca que hay en él (se extiende por Peque, Dabeiba, Ituango, Montelíbano y Tierralta) en las regiones aledañas a ese Parque Nacional y las rutas que dan acceso al mismo.

Según el informe Monitoreo de territorios afectados por cultivos ilícitos 2018, preparado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, UNODC, en el marco del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) y dado a conocer en agosto de 2019, en el Nudo de Paramillo hay sembradas 1.786 hectáreas de hoja de coca, ocupando el segundo lugar después de la Sierra de la Macarena (Meta), que ocupa el primer puesto con 1.840 HA, y seguida por la reserva Nacional Natural Nukak (Guaviare) con 1.375 HA.

El mismo informe señala que los cultivos de hoja de coca en resguardos indígenas es de 16.588,64 HA en todo el país.

Según el Gobierno de los Estados Unidos, en Colombia en 2018 había 208.000 hectáreas sembradas con hoja de coca, un descenso de mil hectáreas respecto a 2017, cuando se reportaron 209.000 hectáreas cultivadas, la cifra más alta alcanzada.

Diferentes aspectos confluyen en la guerra que se recrudece en el Bajo Cauca, en el Nordeste y Urabá antioqueños y el sur de Córdoba. La minería de oro y el narcotráfico son el objetivo, la meta, la joya de la corona. Por décadas, las AGC han tenido el dominio hegemónico en esa región. Los Caparros ahora quieren hacerse a ese control.

Para conseguirlo han tenido muchos factores a su favor. Entre ellos los golpes que la Fuerza Pública ha asestado a las AGC, la desmovilización de las Farc-EP y el posterior reacomodo por parte de sus disidencias y la llegada de los carteles de la droga mexicanos al país.

Desde 2016 los Caparros empezaron a enfrentarse a las AGC, les declararon la guerra. Afirman las autoridades que en principio estaban ubicados en el corregimiento El Guáimaro, de Tarazá, de allí pasaron a La Caucana, también de Tarazá, y ahora pretenden el dominio en todo ese municipio. De allí que estén asesinando sin compasión ni piedad a todos los motociclistas que pasan por ese territorio en las noches, según explicó la Policía. Se han expandido a sectores rurales de Cáceres, El Bagre y Caucasia, en el Bajo Cauca; en Remedios y Segovia, en el Nordeste, y en Montelíbano y Tierralta, del sur de Córdoba.

Su fortalecimiento militar crece exponencialmente, pero son un híbrido que probablemente desaparezca cuando las AGC no existan y las disidencias logren tomar fuerza. Los mexicanos los apoyan con abundante dinero y con armas, pero los Manitos no van por el oro; quieren la droga. También el BVPA recibe ayuda del Eln y las disidencias de las Farc, de los frentes 5, 18 y 36. Esta alianza tiene como objeto combatir a un enemigo común: las AGC y retomar rutas y controlar la minería de oro.

¿Por qué mexicanos?

Explica InSight Crime que la presencia de carteles mexicanos en Colombia obedecería a que la cara del narcotráfico cambió. Ya no hay un solo cartel que controle la cadena del comercio y cada eslabón de producción y tráfico está en manos de grupos de menor tamaño. No vienen entonces a establecerse en el país, sino a buscar nuevos socios, tras la desmovilización de las Farc y el debilitamiento de grupos de origen paramilitar como las AGC, con quienes hacían grandes negocios.

Grupos de hasta diez mexicanos de los carteles Sinaloa, Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Zetas hacen presencia no solo en Antioquia sino también en Córdoba, Nariño, Meta, Norte de Santander, Guaviare, Vichada, Cundinamarca y Valle del Cauca, en las zonas con mayor concentración de cultivos de coca y en los puertos. Hablan con armas y dinero, muchos dólares, y su objetivo es garantizar que el producto llegue hasta ellos. También estarían intentando establecer negocios en Venezuela y a través de ese país llevar la droga a Europa.

Específicamente, el Cartel Jalisco Nueva Generación, CJNG, es el que estaría apoyando a los Caparros o Caparrapos. Esta teoría tiene como soporte, además de la investigación de las autoridades colombianas, mexicanas y de los Estados Unidos, los grafitis que fueron pintados en Segovia y Remedios en 2017 y 2018 y que decían: “Nueva Generación-Caparrapos”.

En cuanto al nombre Caparros, como lo conoce el Gobierno, o Caparrapos, como lo denominaba el Ejército Nacional, el origen estaría en el apodo que le tenían a Virgilio Peralta Arenas, a quien llamaban Víctor Caparrapo, uno de los hombres de confianza de alias Cuco Vanoy, comandante del Bloque Mineros de las Autodefensas Unidas de Colombia, Auc, conocido ampliamente en Tarazá porque eran quien daba las órdenes en ese municipio. Virgilio Peralta nació en Villa de Caparrapí, municipio del departamento de Cundinamarca.

El panfleto que se conoció en Tarazá hace parte de esa tarea de intimidación y avance militar de los Caparrapos en el Bajo Cauca. Sabemos que los taraceños lo cumplirán sin pedir explicaciones ni denunciar ante las autoridades. Los motociclistas se convirtieron en objetivo militar de esa agrupación armada ilegal.

Asimismo, Análisis Urbano conoció que en el trayecto hacia la Costa Atlántica, a lo largo del corredor entre Yarumal y Caucasia, los ilegales ubicaron avisos que dicen: “señor motociclista, si aprecia su vida, no circule entre Puerto Valdivia y Caucasia en moto después de las 5:30 p.m.”.

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