Chisinau, 25 de marzo de 2022.- Ningún otro país ha recibido a tantos refugiados ucranianos per cápita como la exrepública soviética de Moldavia, una nación de apenas 2,6 millones de habitantes que teme ser el próximo objetivo del belicismo expansionista del Kremlin.
«En estos momentos hay en el país alrededor de 100.000 refugiados ucranianos», dice a Efe Constanza Dohotaru, una de las líderes de Moldavia para la Paz, la coalición de ONG y voluntarios que ayuda al Gobierno moldavo a gestionar esta oleada de desplazados sin precedentes.
La presencia de estas decenas de miles de refugiados en Moldavia ha hecho crecer un 4 % la población hasta ahora menguante del que está considerado como el país más pobre de Europa, que desde los años 90 ha perdido unos dos millones de habitantes debido a la emigración masiva.
«Solo un 5 % de los refugiados siguen alojados en centros de acogida, lo que significa que 95.000 personas están en casa de familias moldavas», dice Dohotaru desde el ala del palacio gubernamental en Chisinau que el Ejecutivo ha habilitado para estos voluntarios.
OLA DE SOLIDARIDAD
Con ayuda de un grupo de informáticos, Moldavia para la Paz ha creado una aplicación en la que se encuentran los refugiados y quienes les ofrecen alojamiento, transporte, comida, asistencia médica psicológica y de cualquier tipo.
Una de las voluntarias al mando de las operaciones es la ucraniana Natalia Soboleva, que escapó del oblast (provincia) de Kiev atacado por los rusos y ha decidido poner al servicio de quienes, como ella, huyeron de Ucrania las dotes organizadoras que le da su experiencia en la industria del turismo destruida por la guerra.
«Mi hija está con mi hermana y sus hijos en Turquía y yo he querido quedarme aquí para estar cerca de casa y seguir trabajando», explica mientras atiende al teléfono. «A través de Telegram, informo a la gente de mi país que quiere llegar a Moldova cómo encontrar alojamiento y recibir ayuda», dice Soboleva.
Codo con codo con el Gobierno, estos voluntarios están logrando responder con garantías a la emergencia humanitaria y ningún refugiado ucraniano ha quedado desatendido por el momento. Pero la guerra se alarga y las fuerzas y los recursos se acaban.
«Muchos de nosotros nos ocupamos a tiempo completo de ayudar a los refugiados y necesitamos dinero para pagar nuestras facturas», dice Dohotaru, que ha comenzado a hacer gestiones para que grandes ONG internacionales paguen un sueldo a los voluntarios más dedicados.
TEMOR A RUSIA
Toda esta movilización social se produce en medio de un clima de incertidumbre ante la posible extensión de la guerra a territorio moldavo. La propaganda oficial rusa incluye a menudo a esta antigua provincia del Imperio zarista entre los territorios que reivindica.
Además, Moldavia tiene en lo que sigue siendo formalmente su territorio a 2.000 soldados rusos que garantizan la independencia de facto del enclave separatista de Transnistria, que se desgajó en 1992 tras una guerra de secesión patrocinada por el Kremlin.
Tiraspol, la ‘capital’ de Transnistria, está a apenas cien kilómetros del puerto ucraniano de Odesa, una de las ciudades más codiciadas por la ofensiva rusa.
Si Rusia se hace con Odesa, Moscú podría activar a sus tropas en Transnistria para que le ayuden a abrir un corredor que conecte la ‘república’ títere con uno de los puertos más importantes del Mar Negro.
«Sería, sin duda, una tentación grande para Putin», dice a Efe el politólogo y exdiplomático moldavo Iulian Fruntasu. «Si cae Odesa, Transnistria se convierte en un punto estratégico», añade Fruntasu.
Como la mayoría de jóvenes educados en Moldavia, Constanza Dohotaru confía en que su país se integre plenamente en la Europa democrática. Moldavia acaba de solicitar formalmente junto a Georgia y Ucrania su integración a la Unión Europea (EU).
Pocos confían en que el proceso se consume a corto plazo, pero nadie duda de que un incremento de la influencia rusa alejará a esta pequeña nación de Europa.
«Los ucranianos luchan también por nosotros», dice Dohotaru, que atribuye parte del despliegue de empatía de Moldavia hacia Ucrania a la experiencia compartida de haber vivido sojuzgados.
Marcel Gascón
EFE