Medellín, Colombia, 1 noviembre de 2024.- Mientras que en otros países como EE. UU. las autoridades han reaccionado y han iniciado la búsqueda y detención de decenas de presuntos miembros del Crimen Transnacional o Delincuencia Organizada Transnacional (DOT), incluyendo la estructura armada venezolana conocida como el Tren de Aragua, en Colombia esta acción se ha realizado tímidamente.
Hasta ahora, nadie en el Estado ha reconocido abiertamente la presencia de este grupo en el país ni los avances que ha logrado aprovechando el fenómeno migratorio.
Es importante recordar que, a medida que avanzan los migrantes, el Tren de Aragua va estableciendo sus «estaciones», muchas de las cuales operan en la clandestinidad. Estas estructuras se alimentan y crecen en logística, recursos económicos, armamento y conocimiento del terreno, desarrollando inteligencia sobre los territorios para aprender a controlarlos.
En consecuencia, muchos de sus miembros ya son visibles como campaneros, extorsionistas, y en actividades de control de prostitución y explotación sexual. Además, manejan el tráfico de marihuana, cocaína y drogas sintéticas, como el «Tuci brutal», todo esto en territorios focalizados, bajo la mirada pasiva de las autoridades e incluso de algunos grupos armados que controlan esas zonas.
Las estructuras urbanas y rurales podrían estar creando a su propio «sepulturero»
La presencia de grupos de entre 20, 30, 50 y hasta 100 personas, en su mayoría extranjeros y principalmente de nacionalidad venezolana, vinculados a actividades ilegales y participando activamente en el engranaje criminal en barrios, corregimientos y comunas, es una señal alarmante: se les está otorgando todo el conocimiento necesario para que, en cualquier momento, tomen el control de esos territorios.
Este proceso de crecimiento es acelerado y, en poco tiempo, estas personas ya están integrándose en el tejido social de ciudades como Medellín, Barranquilla y Bogotá.
Mientras en EE.UU. ya se identifican las actividades de los miembros del Tren de Aragua y se busca conocer a fondo quiénes son sus jefes, subjefes y coordinadores —acciones que abarcan desde hurtos, homicidios, extorsión y tráfico de drogas, hasta el control del tráfico sexual, entre otros delitos—, en Colombia ni siquiera se ha empezado a capacitar a las entidades de inteligencia, ya sean policiales, militares o de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), sobre este fenómeno criminal, que no es una simple banda como se ha pretendido mostrar.
Esta estructura criminal, presuntamente originada como un colectivo sindical del sector de la construcción en el estado Aragua, Venezuela, comenzó cobrando sobornos para asegurar empleos en las obras del tren de la región y consolidó sus bases en la cárcel de Tocorón.
Con un objetivo claro, busca penetrar territorios en Colombia, Perú, Chile, México y Estados Unidos, para expandirse y posicionarse como un actor hegemónico que compita con cárteles mexicanos, mafias europeas y organizaciones criminales americanas.
El crecimiento de esta estructura criminal es acelerado, y en poco tiempo sus miembros ya se están integrando en el tejido social. Es importante aclarar que estos criminales, aunque no son pocos, no representan a la mayoría de los migrantes venezolanos en suelo colombiano.
La mayoría ha llegado con el objetivo de reconstruir su vida social, económica y familiar, y son personas de bien que, en muchos casos, deben guardar silencio ante la presencia del Tren de Aragua, recordando que sus familiares y amigos siguen en Venezuela.
No solo es la mafia italiana la que ha llegado al país con intención de establecerse; el Tren de Aragua también avanza en ese mismo propósito. Mientras tanto, una institucionalidad débil se enfoca en intentar tapar el sol con un dedo y construir verdades a medias, que en realidad son mentiras para mantener la sensación de seguridad y protección.
LFQM