No MÁS alboradas mafiosas en el Medellín metropolitano

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Por Análisis Urbano

Desde hace varios años la ONG Corpades y la Agencia de Prensa Análisis Urbano vienen impulsando la campaña No a la alborada mafiosa, y seguimos insistiendo que la alborada, que inicia desde el anochecer del 30 de noviembre y se extiende durante el amanecer del 1 de diciembre, es una celebración impulsada por las bandas paramilitarizadas que están al servicio de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo y la Oficina del Valle de Aburrá (antes Oficina de Envigado), quienes promueven la quema de toneladas de pólvora, no para alegrar a las comunidades, sino por dos razones fundamentales: la primera, seguir celebrando el triunfo tras la conquista, en 2002 y 2003, de la ciudad metropolitana de Medellín, la ciudad que un sector de la institucionalidad les entregó en bandeja de plata antes, durante y después de la Operación Orión, que hacía parte del Proyecto Orión: “sembrar de paramilitares a Medellín y el Valle de Aburrá”. Ellos celebran con derroche de recursos el cogobierno criminal urbano.

La segunda razón está ligada a la primera: demostrarle a la institucionalidad y a la ciudadanía que ellos, los criminales, tienen el poder territorial, armado y económico para quemar pólvora a granel a pesar de las prohibiciones y controles que la institucionalidad dice haber implementado; además, dejando un mensaje implícito: “aquí llevamos décadas y seguiremos décadas más controlando ya que somos parte importante del modelo de seguridad urbano”.

En 2014, el periodista y escritor Reinaldo Spitaletta, publicaba en El Espectador la columna Alborada mafiosa y paramilitar, en donde se acercaba a algunas de las justificaciones de la criminalidad para celebrar la bulliciosa alborada:

 Y así nació una fiesta espuria, nada que ver con los celebraciones ancestrales, ni con la cultura popular. La alborada, que en rigor es la luz del alba, o tiempo de músicas al amanecer, serenata y dulzura, se tornó desde 2003 en Medellín y el Valle de Aburrá, en estallidos desaforados, en un fragor y estropicios de medianoche que más parecen bombardeos nocturnos.

 Este “aporte” de la cultura mafiosa-paramilitar, que para algunos puede ser una herencia chévere de asesinos y otros bandidos, convierte al vallecito en la noche del 30 de noviembre y en las jóvenes horas del primero de diciembre, en un infierno de pólvora, que produce infartos en perros y gatos, e intranquilidad y malestar en muchas personas.

 No es una festividad ni religiosa ni pagana. No hace parte del acervo cultural del pueblo. Expresa, más bien, la ramplonería, propia de mafiosos y paracos, y de su pútrida mixtura, que en este suelo han tenido incluso los guiños cómplices de empresarios y miembros de la élite. La mal llamada alborada de Medellín es celebración bastarda. Y contra el medio ambiente.

En el año 2016 publicamos el artículo Se aproxima la alborada mafiosa. ¿Quién ganará la partida esta vez?, en el que le decíamos al señor alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez Zuluaga, al resto de alcaldes del Valle de Aburrá y al gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez que se debería hacer hasta lo imposible para evitar esa celebración criminal. Este año reiteramos nuestro llamado para parar la alborada mafiosa. Obviamente creemos que esto solo se logrará con el concurso del conjunto de la  institucionalidad y el apoyo ciudadano.

Se debería diseñar un plan de contingencia que ponga en máxima alerta a la Policía y al Ejército, incluso pidiendo apoyo al Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) y se tomen preventivamente a Medellín y el resto del Valle de Aburrá, mostrando la efectividad de los cuadrantes y de la inteligencia estatal, resaltando en la práctica que el Estado Social de Derecho y su institucionalidad mandan en el Valle de Aburrá. Esperamos no se dejen ganar la partida del crimen urbano-rural, ejerzan la presión necesaria para evitar que quemen toneladas de pólvora detonante y repartan alucinógenos indiscriminadamente. Ustedes, como institucionalidad, conocen mejor que nadie los puntos donde se concentrará la alborada. ¿Será que por fin le ganarán al crimen la partida? Esperamos que sí.

Finalmente, le recordamos a todos los que habitan el Valle de Aburrá, que el estallido del 30 de noviembre y amanecer del 1 de diciembre, es ensordecedor y nefasto para animales, seres humanos, medio ambiente y para la democracia de la subregión del Valle de Aburrá. Es el día en que el crimen urbano muestra quién cogobierna. Ahí en donde la institucionalidad debe actuar y evitar que esa peor noche sea la plataforma visible de no menos de 500 bandas paramilitarizadas al servicio de la Oficina del Valle de Aburrá y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).

En la mañana del viernes 1° de noviembre, día laboral, haremos nuevamente el balance de lo ocurrido en esa nefasta noche y amanecer, y sabremos si la ciudad, como ha venido ocurriendo desde hace 13 años, se convierte de nuevo en una explosión masiva y sincronizada de pólvora, o si por el contrario prima el orden y la sana convivencia. Ahí sabremos quién volvió a ganar la partida.

Apunte Urbano

La mayoría de las personas que en la ciudad, participan en la alborada mafiosa, son gente buena y luchadora que, por ignorancia, pueden no saber los orígenes de esta. Esperamos que este año ellos hagan la diferencia y empiecen a cambiar el estado de cosas impuesto por el régimen criminal, ese que los vacuna, constriñe, envenena con droga a sus hijos, los esclaviza con el pagadiario, explota sexualmente a sus niñas, niños y adolescentes, ese que recluta forzadamente a sus hijos y que le impone un modo de vida que los lleva a vivir la esclavitud moderna.

Desde la ONG Corpades y la Agencia de Prensa Análisis Urbano invitamos a que vuelvan a celebrar la alborada como en antaño, en paz, al lado de la familia y sus vecinos, en medio de luces, pitos y la tradicional chocolatada.

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