Nueve muertos: tragedia minera en El Zulia, Norte de Santander

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A 80 metros adentro de la mina de carbón Los Cedros, ubicada en la vereda Pedregales de El Zulia, todo era ardor, humedad y muerte. Ayer, en una mañana soleada, nueve mineros quedaron atrapados en un viaje sin regreso.

Una explosión dejó paralizados a quienes quedaron por fuera y se salvaron. Unos reaccionaron dando aviso a las familias y allegados, mientras que otros llamaron a las autoridades.

Cuando sonó el celular de Franklin Alarcón, hermano menor de Fernando Alarcón, uno de los mineros atrapados, y se enteró de lo ocurrido, no dudó en manejar su moto desde la Y de Astilleros con rumbo a la mina.

Ya frente al socavón, el familiar preguntó a los presentes si alguien había entrado a verificar y como le aseguraron que nadie se arriesgó, sin dudarlo, se adentró por su ser querido y detrás lo siguió otro joven.

Franklin ingresó con el anhelo de ver vivo a su hermano, quien entró a la mina a las 6:30 de la mañana, pero solo encontró desgracia.

“Apenas llegué al punto de la explosión vi varios cuerpos quemados, ninguno con señal de vida. Empecé a buscar a Fernando y toqué al primero y no era. Luego, al segundo y al tercero, cuando ya iba a ver el quinto cuerpo, lo hallé. Fue duro. No tiene idea de la impotencia que sentí”, lloró mientras contaba.

Un tatuaje en la mano, los brackets (tratamiento de ortodoncia) y una pantaloneta azul que portaba Fernando, fue suficiente para reconocerlo. Cuando quiso sacarlo, una manguera de aire reventada que se movía de lado a lado, se lo impidió.

“O salía yo o me quedaba ahí con él. No pude hacer nada. Llegué muy tarde”, narró.

Fernando Alarcón solo tenía 22 años. Su sueño era volver al Ejército Nacional y continuar su carrera como soldado profesional.

Las demás víctimas

Hacia las 8 de la mañana, la Policía Metropolitana de Cúcuta, organismos de socorro y rescate, ambulancias y hasta el mismo alcalde de El Zulia, Manuel Orlando Pradilla, llegaron a la mina.

Cuando la noticia llegó a Ariana, compañera sentimental de Abelardo León, de 27 años, la angustia se apoderó de ella. No tenía como movilizarse y pidió que alguien la llevara.

Pero, finalmente tuvo que caminar porque el vehículo no pudo seguir avanzando. En ese instante, un minero, compañero de su marido, le confirmó lo peor.

“Está muerto. Me han dicho que está muerto. Ya no tengo esperanzas”, lloraba y lloraba.

Como Ariana, hacia las 12 del mediodía, unas 60 personas, todas familiares de los humildes trabajadores, estaban a la espera de noticias de sus seres queridos.

En los rostros había tristeza, dolor e impotencia. Ni el inclemente sol que hacía a esa hora los corrió del lugar. Muchos lloraban, otros se daban ánimo entre abrazos. Caminaban de un lado para otro mientras esperaban noticias.

Fue a la 1:32 de la tarde, que un médico les confirmó que no había esperanzas.

“Ya han verificado y las noticias que traen no son buenas. Estamos agilizando todo, pero lo que nos resta es sacarlos con respeto y reconocerlos”, dijo el médico a las familias.

El alcalde Pradilla lamentó la situación y aseguró que averiguaban lo ocurrido. Manifestó que una vez conocieron del hecho, se comunicaron con el propietario de la mina, pero hasta las 3 de la tarde de ayer, no tenían respuesta.

“El segundo al mando, que sería su administrador, quedó atrapado también”, dijo Pradilla.

Sobre la legalidad de la mina, el mandatario aseguró que sí tenía permiso minero, pero sin embargo, tras verificar, ninguno de los empleados contaba con una afiliación a una ARL y mucho menos EPS.

Los otros siete mineros fueron identificados como Adrián Rodríguez Vargas, Álvaro Escalante García, Diomar Alexander Rojas, Juan Carlos Jaimes Botello, Rafael Guerrero, Antony Pabón y Alexis Nauza Rincón, este último, según se conoció, sería el administrador.

Por herencia

Ramón Enrique Rodríguez, papá de Adrián Rodríguez Vargas, de 20 años, lloraba la muerte de su hijo menor. El padre de familia también se dedica al oficio de minero en Sardinata, desde donde llegó tan pronto pudo para apersonarse de lo ocurrido con su hijo.

“Solo tenía año y medio de estar acá. Cada ocho días nos veíamos. Era un muchachito querido y colaborador”, dijo el papá.

Tomado de La Opinión

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