Oficio, prostituta, experiencia, prostituta: la hoja de vida de una prostituta

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Colombia, 18 agosto de 2022.- En pandemia, el desempleo afectó más a las mujeres. Basta pasar por El Raudal, Carabobo, Plaza Botero, la zona rosa de El Poblado, la 33, en Medellín, para comprobarlo. Allí hay muchas de ellas, niñas principalmente, se oferta sexo a cambio de dinero.

Tienen diferente acento, tamaño, vestuario. Muy poco vestuario. En la esquina esperan, pintoreteadas, con una cartera llena de dificultades. La dignidad es valiosa, pero hoy se quedó en casa, con las cuentas por pagar.

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Es lo mismo que ocurre en zonas como el parque Mercedes Ábrego en Cúcuta, el Castillo en Bogotá y el mercado Bazurto en Cartagena. Hay mujeres, niñas, enmallados, trans, más niñas. Las venezolanas son muy apetecidas, las paisas también.

En Medellín, particularmente, parece que se ha vuelto costumbre la cultura de la explotación. Hay zonas con prostitutas para la clase alta, media y también para los niveles más bajos, donde jóvenes migrantes, mujeres en edad media y hasta ancianas confluyen en un mercado de carnes humanas, un burdel a cielo abierto, como lo denominó la periodista Ana Cristina Restrepo en septiembre del 2021, en el periódico El Colombiano[1]..

La prostitución es legal en Colombia y dirigirse con respeto a quienes están en esta situación es lo menos que se puede hacer. Acostarse en un colchón manchado, plagado de jejenes, con un desconocido, no es fácil. Desnudarse ante una cámara y masturbarse al ritmo de un voyerista, no es fácil. No son mujeres de la vida fácil. Basta de eso.

La explotación sexual es un delito, contemplado en el código penal, artículo 213, que castiga con prisión de 10 a 22 años a quien induzca, someta u obligue a otro al comercio carnal o a la prostitución con el ánimo de obtener lucro para sí.

En ambos casos se habla de “trabajadoras o trabajadores sexuales”, como los llaman los que se dicen “sabedores de estos temas”. Para quienes somos abolicionistas son población vulnerable, que quede claro. A las personas sobrevivientes en la prostitución se les transgreden constantemente sus derechos, son discriminadas, violentadas. El Estado no puede resolver tanta complejidad invitándolas a llenar una hoja de vida. Qué absurdo.

Foto 2: Ante la alcaldía de Medellín sobrevivientes de la Fundación Empodérame proponen opciones para las mujeres en prostitución y planes de salida y empoderamiento económico.

La respuesta estatal a la prostitución es mediocre. Se realizan controles higienistas a las mujeres, como medidas de salud pública dirigidas a controlar enfermedades de transmisión sexual, y otros relacionados con el orden público.

Pero la medida más mezquina es la que ofrece a las prostitutas “ayudarles a hacer la hoja de vida y enviarlas a bolsas de empleo”. Se trata de personas que no tienen ningún tipo de formación para el trabajo, sin habilidades para ingresar formalmente al mundo laboral, con traumas producidos por la violencia, con una rutina de horarios principalmente nocturnos y con un abundante historial de consumos de alcohol y sustancias psicoactivas. ¿Les parece una solución llenar una hoja de vida para pedir empleo, cuando deberían darles subsidios, ayudas, auxilios económicos, becas, vivienda o, cuando menos, darles directamente el empleo?

Una mujer sin experiencia laboral, sin ninguna clase de preparación académica, no necesita que le enseñen a llenar una hoja de vida, necesita llenar su vida con techo, alimento, ropa, salud, estudio para sus hijos.

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Conseguir empleo formal en Colombia no es fácil para una persona con estudios universitarios. ¿Qué les hace pensar que será sencillo para una mujer discriminada, frustrada, deprimida, en un país sin oportunidades y en extremo excluyente?

Seguramente, las secuelas del alcohol, las drogas, el trasnocho, el sexo, se verán reflejadas en la jornada laboral. Entonces, no es solo llenar una hoja de vida, es completar vacíos existenciales, formarse, construir hábitos, prepararse laboralmente, educarse, superar metas, para que no sea un trabajo cualquiera al que aspire la «trabajadora sexual», porque, de no ser así, seguramente volverá a su vida anterior y esta vez más motivada.

El cambio debe ser efectivo, en favor de su integridad y seguridad personal, con acompañamiento psicológico, trabajo social y orientación vocacional. Lo demás es carreta.

Foto 3: Sobrevivientes en Cartagena reclaman políticas públicas en favor de las víctimas de la explotación sexual.

La mujer prostituta es, antes que prostituta, mujer. Y el Estado debe escuchar a esa mujer, no empoderar a la prostituta, no porque sea culpable de su situación, es porque la discrimina, la excluye como mujer y le asegura una vida de sufrimiento al trasladarla de una vida de explotación sexual a una de explotación laboral.

Esta dura vida furcia, de meretriz, requiere de una política pública, de recursos públicos, de voluntad política y no de un discurso que empodere falsamente a una mujer en prostitución. Hace falta una herramienta estatal dirigida al reconocimiento y restablecimiento de derechos de esas personas, tendiente a modificar su condición económica, social y cultural.

Menos discursos, más acción. Abolir la prostitución en cada mujer y niña, es lo que se requiere con urgencia.

* Escrito por Claudia Yurley Quintero Rolón, en el marco del proyecto de incidencia y educación de la Fundación Empodérame y Atlas Free.


[1] https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/burdel-a-cielo-abierto-FE15778629

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