Informe especial elaborado con el apoyo de:
Esta es la segunda parte del «Informe especial: De norte a sur y de oriente a occidente»
Antioquia, 7 septiembre de 2021.- Recordemos que el Oriente es una de las nueve subregiones en las que está dividida administrativamente Antioquia. En ese territorio hay 23 municipios distribuidos en cuatro áreas, así: 1.Altiplano o Valle de San Nicolás: Carmen de Viboral, El Retiro, Santuario, Guarne, La Ceja, Marinilla, La Unión, Rionegro y San Vicente; 2.Embalses: Alejandría, Concepción, El Peñol, Granada, Guatapé, San Carlos y San Rafael; 3. Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral; y 4.Bosques: Cocorná, San Francisco y San Luis.
También recordemos que hubo fiesta en el Oriente hace ocho meses cuando el desaparecido ministro Trujillo dijo que ya no había cultivos en esa subregión, aunque el SIMCI aseguró que sí había. También lo aseguran quienes viven del negocio y así lo han dado a conocer a la Agencia de Prensa Análisis Urbano. Para la UNODC, en la actualidad hay sembrados de coca en zona rural de los municipios de San Luis y San Francisco. Datos no oficiales señalan que hay más coca en municipios como Cocorná, el Carmen de Viboral y San Carlos. Los tres primeros hacen parte del área de bosques, por lo que se entiende que principalmente allí estén esos cultivos.
Ya indicamos que expertos calculan que las cifras del SIMCI son apenas cercanas un 75 % a las reales. Esto es, si la cifra oficial muestra 12.090 hectáreas sembradas con coca en Antioquia (realmente habría 16.120 ha en el departamento), y en el Oriente se ubican el 8 % de esos cultivos (967.2 ha, sería la cifra oficial), en esta subregión habría 1.290 ha de plantíos, menos las 148,2 hectáreas que fueron erradicas, según Trujillo, el área es de 1.141,8 ha. Son cómputos basados en cifras oficiales que nos sirven para calcular la dimensión del área sembrada con coca en el Oriente antioqueño.
Y a esos datos hay que sumarles los sembrados de coca que no estaban en las cuentas de nadie y que están en el suroriente u oriente lejano, conformado por los municipios que limitan con el departamento de Caldas, esto es, Argelia, Sonsón y Nariño. Así lo reconoció recientemente el propio Gobernador (e) de Antioquia, Luis Fernando Suárez.
“Hemos tenido información de que hay siembra de hoja de coca en algunos municipios del Oriente lejano”, dijo Suárez el pasado 17 de agosto de 2021. Lo supieron porque hicieron seguimiento a diferentes resultados operacionales que llamaron la atención de las autoridades, como uno realizado en Sonsón, en el cual fueron incautados 340 kilos de cocaína que estaban ocultos en un camión y fueron capturadas seis personas. Esto fue en febrero de 2020. Desde entonces se inició un rastreo que ha permitido destruir laboratorios en esa zona y hallar cultivos, ubicados en lugares donde antes tenían sus sembrados el bloque José María Córdoba y los frentes 9 (Atanasio Girardot) y 47 (Rodrigo Gaitán) de las Farc. Las autoridades se vieron sorprendidas…
Desde el año 2000 se tiene conocimiento del inicio del sembrado de matas de coca en el suroriente, pues las guerrillas fueron convirtiendo el narcotráfico en su sustento económico, debido en parte a la entrada en vigencia y funcionamiento del Plan Colombia, estrategia que obligó al desplazamiento de los cultivos que se encontraban principalmente en el Putumayo a regiones del país con mayor dificultad para el ingreso de la Fuerza Pública, lo que convirtió en auge la producción de pasta de coca en otras zonas. Las Farc se desmovilizaron, pero el negocio continuó. Esas tierras tienen las características climáticas y el suelo apropiado para la siembra de coca. Y así se ha probado. Además, poseen corredores estratégicos que conectan con el Magdalena Medio y el departamento de Caldas. Todo sumado a que hay demanda interna y externa de cocaína. No había por qué sorprenderse.
Los nuevos cultivos, dice la ONU, aparecen porque hubo resiembra o porque los erradicadores no hicieron bien su trabajo. Si lo último ocurrió, al ministro le mintieron. Las autoridades no dicen la verdad y las cifras se ajustan según la conveniencia, pero no concuerdan.
En 2018, por ejemplo, el UNODC, el Gobierno Nacional y el Regional no se ponían de acuerdo en esta clase de datos. De esta manera lo relata el portal La Silla Vacía. El mapa trazado no encajaba y las cifras eran enredadas. El SIMCI decía que Antioquia tenía 8.885 ha sembradas con coca al principio de 2017 y que cerró ese año con 14 mil ha. El entonces gobernador Luis Pérez aseguró que por el contrario a diciembre de 2017 había erradicado 7 mil hectáreas y que en octubre de 2018 fueron erradicadas 7.700, es decir, más de las que indicó el SIMCI y con las que se habría terminado ese problema en Antioquia. El SIMCI también mostró cultivos en 28 municipios antioqueños, pero la Gobernación reiteró que erradicó en 40 municipios. En Chigorodó había 10 ha según apuntó el UNODC en diciembre de 2016, pero la Gobernación erradicó 53 allá. También en Mutatá, la cifra del organismo internacional y el Gobierno Nacional era de 6 hectáreas en 2017, pero el Gobierno regional erradicó 54. La resiembra va a pasos agigantados o los números no cuadran.
De vuelta al Oriente, el Ejército ha dicho que efectivamente hay resiembras, pero que no han podido ubicarlas. El territorio es amplio, el campesino no denuncia por temor y la inteligencia no avanza mucho. “El Ejército viene desarrollando una tarea muy importante con la erradicación. Es una realidad que hay resiembra y vamos a seguir en esa lucha, atacando estas estructuras y rentas criminales”, puntualizó el gobernador (e) Suárez.
El de la coca es un negocio cada día más grande y más rentable. El aumento en la capacidad de obtención de cocaína dejó de depender del crecimiento del área cultivada y debido a la tecnificación, el potencial de clorhidrato de cocaína (puro) ha crecido en 24 % en promedio, lo dice el UNODC. El producto sube de calidad, de precio y es más solicitado en los mercados nacionales e internacionales. Cada vez hay más interesados en invertir y hacer parte del mercado. La mafia crece.
Paraíso criminal
El Oriente fue en los años 80 reconocido por su desarrollo industrial y floricultor, luego pasó a ser la región más violenta de Antioquia y actualmente es un conglomerado de conflictividad en medio del cual los narcos han construido sus pequeños “paraísos” personales y familiares. Esa zona ha sido tradicionalmente muy pobre y ha padecido la violencia de las guerrillas (Farc, ELN, EPL), de los paramilitares y del avasallante paso modernista del Estado, que la llenó de embalses, proyectos hidroeléctricos y le trazó carreteras (la Autopista Medellín – Bogotá) que la hicieron vulnerable.
Las Farc se hacen activas en los ochentas en el Oriente, al cual llegaron procedentes del Urabá. Ya conocían esas tierras, pues allí se escondían, descansaban, se replegaban, iban al médico. Pero vieron una buena oportunidad y crearon el frente noveno, que se ubicó en San Rafael, San Carlos, San Luis, Cocorná, Concepción y Alejandría. Luego fundaron el frente 47, con sede en Argelia, Nariño, Sonsón y San Francisco. El Ejército los enfrentó primero, más adelante los paras y luego una sociedad ilegal entre estos últimos, lo que dio lugar a una época de combates, toma de pueblos, masacres, secuestros, desaparición forzada, siembra de minas, desplazamiento forzado y pescas milagrosas.
Después vendría el ELN, en 1990, que se instaló con el frente Carlos Alirio Buitrago en la zona de embalses y se expandió a San Luis y Cocorná. Dos fueron las motivaciones: defender a la población de la arremetida estatal que estaba dejando sin tierras a los campesinos por la construcción de los embalses y la infraestructura eléctrica y por los jugosos ingresos de esos megaproyectos. Empezando el nuevo siglo, el ELN arreció sus ataques a la infraestructura eléctrica en las zonas de bosques y embalses. Las Farc entraron en el negocio del narcotráfico. El ELN lo haría mucho después.
En 1994 fueron creadas las Convivir en Antioquia, origen de los grupos paramilitares. En 1997 había 64 grupos Convivir en Antioquia, legales. Un documento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, reseña que los grupos de autodefensas se instalaron principalmente en Sonsón y el Oriente cercano, encabezadas por militares retirados que se desempeñaban en tareas de protección a comerciantes y ganaderos. Esos esquemas de seguridad fueron luego la inspiración y la base para la creación de los grupos paramilitares. En 1996 hicieron presencia inicialmente las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, Acmm, con el bloque José Luis Zuluaga y el bloque Metro. Más tarde apareció el bloque Cacique Nutibara, que combatió al bloque Metro hasta eliminarlo y ocupar su territorio. Cometieron las masacres de San Rafael, San Luis, San Carlos y la vereda La Esperanza de El Carmen de Viboral. En 2004 acometieron cinco masacres en los municipios de Argelia, Cocorná, San Luis, Granada y San Carlos.
Es de nefasta recordación lo ocurrido entre el 21 de junio y el 15 de julio de 1996, cuando miembros del Frente Omar Isaza, Foi, de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, Acmm, ingresaron a la vereda La Esperanza del municipio de El Carmen de Viboral y asesinaron a 19 personas. El 21 de junio, los paramilitares luego de registrar las casas de la vereda, golpearon a varios habitantes y procedieron a identificar a aquellos, que según ellos, pertenecían o eran colaboradores de un grupo disidente de la guerrilla del EPL. El exjefe de las Acmm, Ramón Isaza, alias el Viejo, habría sido el responsable de esa masacre. El entonces personero, Helí Gómez Osorio, denunció el hecho y lo mataron cinco meses después. El propio Ramón Isaza aseguró que la masacre fue ordenada por el entonces general del Ejército Alfonso Manosalva Flórez, ya fallecido.
Isaza implementó la “operación limpieza”, cuyo fin era que la “gente estuviera tranquila”. Ante la justicia aseguró que los pobladores y campesinos eran quienes se lo pedían. “Ellos decían quién era quien o quién hacia las cosas mal hechas”. Las autoridades no solucionaban los problemas de convivencia social y los delegaban a la organización. “Muchas veces se iba la autoridad, pero no hacían nada. Uno les decía ‘cójanlos’ al Ejército o la Policía, y esa gente no se comedian para nada. Yo tenía un muchacho que era el que mantenía en esa carretera para arriba para abajo. Mantenía pendiente de hablar con las autoridades; él les informaba todo a las autoridades Policía o Ejército y les pedía que nos colaboraran con los errores en los pueblos, entonces lo que nos dicen es que los levantemos y los desaparezcamos esas porquerías”: Ramón Isaza. Las Acmm son conocidas ahora como el Clan Isaza y sus acciones siguen perturbando al Oriente antioqueño.
El narcotráfico también ha hecho lo suyo. La siembra de coca llevó a muchos campesinos a vivir en la ilegalidad. Los grupos armados ilegales imponen sus normas y someten a los labriegos a una total subordinación. Muchos han sido desplazados de sus tierras para dar paso a los cultivos de coca o para construir condominios en los que habitan hoy en día cabecillas narcos y sus familias. Claro, no son bandidos todos los que viven allí, pero sí hay un gran porcentaje de ellos y sus familias.
También es cierto que esa actividad ilegal se constituyó en la salvación de muchos campesinos, abandonados a su suerte por el Estado, vigoroso para exigir tributo pero débil y ausente para proteger a sus administrados. Los nuevos latifundistas que trajo el narcotráfico empezaron a comprar e hicieron elevar el valor de la tierra. Al respecto, la ONU aseguró en uno de sus informes que “al acelerarse la concentración de la tierra y el desalojo campesino en el Oriente antioqueño, los narcotraficantes terminaron convirtiéndose en actores sociopolíticos y militares del territorio”.
A partir de 2005, los líderes narcos empezaron a comprar y a alojarse en esas tierras. Las capturas de algunos de ellos dan cuenta de lo dicho. Por ejemplo, el 11 de junio de 2021 fue condenado a 11 años y 8 meses de prisión alias el Ruso, apodo de Edwin de Jesús Morales Villegas, señalado cabecilla del grupo delincuencial la 38, que delinque en las comunas 1 (Popular) y 2 (Santa Cruz) de Medellín y que se dedica a la venta de estupefacientes. Alias el Ruso fue capturado en una finca de la vereda Palmira del municipio de El Peñol.
El 27 de julio de 2021, la Fiscalía impuso medidas cautelares de suspensión del poder dispositivo, embargo y secuestro a 62 bienes, entre muebles, inmuebles y sociedades, que pertenecerían al empresario Juan José Valencia Zuluaga y quien según las autoridades sería alias Andrea o alias Falcón, sin embargo, a la fecha la institucionalidad no ha podido confirmar o negar si el empresario Valencia Zuluaga es o no el mítico personaje apodado “Andrea” o “Falcón” quien está acusado de ser presunto cabecilla del ala narcotraficante de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC o Clan del Golfo.
En mayo de 2018 fue capturado Fernando Alonso Rivera Rojas, alias Nano, de 43 años, señalado cabecilla y fundador de la banda la 30, de la estructura criminal la Terraza. Alias Nano, hombre de confianza de alias Douglas, fue capturado en la vereda Piedrasblancas, del municipio de Guarne. En el mismo operativo fue capturado Alonso Zapata Gutiérrez, de 44 años, alias El Mago, presunto jefe del esquema de seguridad de la Terraza.
En noviembre de 2017 fue capturado en una finca de Rionegro el ciudadano británico Andrew Mark Deamer, alias el Mono Deamer, alias Marcos o el Pablo Escobar Británico. Este hombre de 54 años de edad se estableció en Colombia para exportar cocaína hacía costas europeas y norteamericanas. Según la Fiscalía, Deamer lideraba una banda narcotraficante que convertía la cocaína en comida para perros, alimento para gatos, arena y fertilizantes en laboratorios instalados en fincas del Oriente antioqueño. Este material era enviado a Europa por Barranquilla y los mismos químicos que hacían la conversión debían viajar al viejo continente para revertir el proceso químico y liberar la cocaína. Deamer, que ingresó a Colombia sin pasaporte, contaba con protección del Gaula del Ejército que fue solicitada por la Fiscalía General de la Nación.
(Puede leer: ¿El crimen trasnacional se apoderó del oriente antioqueño?)
Y en diciembre de 2017 fue capturado en una finca de la vereda Guamito, del municipio de El Peñol, Oriente antioqueño, Juan Carlos Mesa Vallejo, alias Tom o Carlos Chatas, quien celebraba su cumpleaños número 50 al lado de familiares y amigos, entre quienes se encontraba el difunto John Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, exsicario de Pablo Escobar. Alias Tom era señalado de liderar la línea mayoritaria o Línea 60 de la denominada Oficina del Valle de Aburrá.
Hay evidencia suficiente para que se investigue si es posible que haya agentes del Estado que apoyan a los ilegales, si es posible que estén en sus nóminas y presuntamente les presten protección oficial a cambio de oro, dinero y fiestas.
Pero hay más, Análisis Urbano conoció que en el Oriente antioqueño se estarían ocultando importantes criminales de Canadá, Rusia, México, Holanda, China y Perú, entre otros, que al parecer viven en lujosas mansiones, presuntamente protegidos por algunos agentes del Estado. Es por eso que es necesario investigar si el crimen trasnacional se habría apoderado del Oriente antioqueño.
Pero no solo habría presencia de esta línea “dura” de la criminalidad. También hay mandos medios y un grueso de la población local dedicado al microtráfico, entre los que se cuentan jefes de cuadrilla, de plazas, de ollas, campaneros, carritos y expendedores o jíbaros. Para sumar al creciente tema de la conflictividad en el Oriente hay que agregar a la delincuencia común.
Una de las estructuras que se destaca y que tiene fuerte presencia en esa región son las AGC o Clan del Golfo y a la que el Ejército le ha descubierto y destruido cerca de siete laboratorios para el procesamiento de cocaína en los últimos dos años en el Oriente.
El crimen urbano del Valle de Aburrá apadrina a bandas locales que tienen asiento principalmente en El Carmen de Viboral, El Retiro y La Ceja (combos Palenque y los Bellanitas). Por su parte, la banda la Unión de Itagüí patrocina a los Guarceños, que delinquen en El Retiro. En abril de 2018 les fueron capturados 61 integrantes, pero lejos de desarticularlos, se fortalecieron y ahora tienen presencia en Barrio Antioquia y la comuna 15 de Medellín. En Marinilla, la Unión patrocina al combo los Gavilanes, dedicado a la venta de estupefacientes a domicilio.
Los llamados “Urbanos” también tienen satélites en Guarne, Granada, Sonsón y en La Ceja.
La poderosa banda La Terraza tiene presencia en El Peñol, Guatapé y Rionegro, donde serían aliados de lla llamada Oficina del Oriente o los Pamplona. En Rionegro también está el combo el Laberinto, apoyado por la banda del Limonar, satélite de las AGC.
Todos esos combos locales se fueron haciendo fuertes gracias a los patrocinios que recibieron de las bandas grandes de Medellín y de Antioquia. El turismo, en gran medida, y el aumento del consumo local, hizo que creciera el mercado minorista en estas localidades. Eso, sumado a la poca presencia de las autoridades, ha facilitado la expansión del negocio. En un municipio cualquiera del Oriente solo hay un alcalde y cuatro policías para combatir a gigantescas estructuras del narcotráfico. Los grupos de policía judicial son dos: la Sijín, que cuenta con una unidad con sede en el Departamento de Policía Antioquia y que debe atender a toda una jurisdicción. Mientras que la Fiscalía tiene tres sedes, que tampoco son suficientes para atacar la criminalidad en los 23 municipios del Oriente. El Ejército es el llamado a combatirlos, pero no es su competencia. Además, la presunta connivencia con el bandidaje saca a los militares del abanico de posibilidades de lograr un Oriente seguro, sin delincuencia, sin grupos armados al margen de la ley, sin narcotráfico. Por esos los bandidos se mueven a sus anchas en esa región.
Este diagnóstico no puede terminar sin mencionar algunos aspectos de trascendental importancia. Primero, los paramilitares siguen en el Oriente y se dedican principalmente al narcotráfico. Hay una poca presencia del Eln por los lados de San Francisco, al mando de Oscar Alirio Marín Giraldo, alias el Médico o alias Rodrigo. Las disidencias de las Farc están por los lados del suroriente. En las regiones del Altiplano y los Embalses se acostumbran las rumbas duras: por redes sociales se citan menores de edad que acuden a fincas a consumir droga y bailar guaracha hasta el día siguiente; los padres tienen que ir a recoger a estos menores. También las hay para adultos, con droga, licor, prepagos y artistas y DJs famosos. Policía y Ejército están en la nómina de los bandidos, no son todos, pero un buen número de uniformados se ha dejado seducir por el dinero mal habido. Grandes capos del narcotráfico internacional se pasean por el Oriente, cabe recordar que en 2018 el hijo del Chapo, el mexicano Jesús Alfredo Guzmán Salazar, alias Alfredillo, estuvo de visita y se quedó algunos días en fincas de Rionegro y el Retiro, aunque su estadía fue por dos años en Envigado.
(Leer: ‘Alfredillo’, el hijo de “El Chapo” Guzmán, estuvo meses en Medellín)
El Clan Isaza, que nació como los Escopeteros en los setenta, sigue en el Altiplano, creciendo cada vez más gracias a las actividades ligadas al narcotráfico. Las regiones en las que hicieron sus maldades permanecen en zozobra permanente, en intranquilidad. Sus habitantes se acostumbraron a esa autoridad ilegal y no denuncian. El microtráfico crece en las cabeceras municipales de los 23 municipios del Oriente, lo más delicado de este tema es que los bandidos siguen involucrando a menores de edad, a quienes “contratan” como carritos para llevar armas y drogas, y también como campaneros. Los laboratorios para la elaboración de 2CB (tucibí) están en las zonas urbanas, en viviendas, las autoridades deben buscarlos allí; también los hay en los lugares donde hay fincas de recreo, de alquiler, pues allí es fuerte la demanda de estos alucinógenos. Las extorsiones, el hurto y los homicidios siguen al alza, la pandemia por la Covid 19 no fue obstáculo para que la inseguridad siguiera en aumento.
Falsos positivos
Finalmente, nos referiremos de manera muy breve a un caso de falsos positivos que tiene angustiadas a seis familias en el Retiro. En los últimos meses, a falta de resultados, la Fuerza Pública se ha dado a la tarea de inventar capturas. La institucionalidad sabe dónde están los laboratorios, dónde están los combos, quiénes son los integrantes de los grupos delincuenciales, pero no pueden entregar a quienes los tienen en la nómina criminal, es por eso que proceden los falsos positivos.
Según denuncian los propios implicados, es que siendo verdad que pertenecen a algunas agrupaciones ilegales, a algunos de ellos les han imputado delitos que no han cometido. Así se demuestra una supuesta efectividad de la institucionalidad en la que se ven involucrados jóvenes de los barrios más pobres del Oriente.
El hecho mencionado ocurrió el pasado mes de junio. La Policía Nacional señaló que dio captura a 24 personas y aprehendió a un menor de edad, presuntos integrantes del combo los de Bonilla. El coronel Daniel Mazo, comandante del Departamento de Policía Antioquia dijo entonces que las capturas se realizaron en El Retiro, El Carmen de Viboral, El Peñol y Envigado. Este combo está al servicio de la Oficina del Valle de Aburrá, según el oficial. Entre los detenidos están alias Bonilla y alias Víctor; este último se encontraba en el cartel de los más buscados del Oriente, señalado de ser el autor de la desaparición y homicidio del comerciante Carlos Mario Gómez en octubre de 2019 en Marinilla.
Los familiares de Yeferson Estiven Bonilla Bedoya, Víctor Alfonso Bedoya, Yeison Alonso Gallego Estrada, Santiago Andrés Román Hidalgo, Tomás Vargas Franco y Juan Pablo Duque Morales niegan que sus parientes sean delincuentes. Y están metidos en problemas, al parecer, porque dos falsos testigos afirmaron que sí eran criminales.
Esas seis personas capturadas aseguran que son víctimas de falsos positivos judiciales. Son jóvenes residentes en viviendas humildes del municipio de El Retiro, muchos de ellos de escasos recursos y quienes reconocen que su único pecado es que consumen droga, la misma que les es suministrada por los emisarios de los capos de la mafia, esos que han construido sus condominios soñados en el Oriente antioqueño, al que han convertido en un paraíso criminal.