“Pablo Escobar iba a volar el DAS con una avioneta”

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«Huele a quemado”. La frase generó una estampida de funcionarios y periodistas, concentrados en una bodega, en la calle 2 sur n.o 19-63, donde la Policía Judicial del DAS acababa de encontrar 3 toneladas de dinamita que el cartel de Medellín había ubicado en Bogotá.

El propósito era usarlas para matar al candidato César Gaviria, a miembros del Gobierno y al general Miguel Alfredo Maza Márquez, director del DAS, que ese día creyó que había desactivado, al menos temporalmente, los planes de Escobar para borrarlo del mapa.

Pero, semanas más tarde, Maza y su grupo de inteligencia descubrieron que la dinamita hallada en la bodega, entre lavadoras y hornos, era tan solo una muestra del poder con el que la mente criminal del jefe del cartel de Medellín buscaba arrodillar al país.

El miércoles 6 de diciembre de 1989, cuando el reloj marcaba las 7:32 de la mañana, 500 kilos de dinamita impactaron el edificio central del DAS –la llamada policía secreta del establecimiento–, estremeciendo a Bogotá y sumiendo el país en un estado de caos, zozobra y miedo.

El estallido, con el que Escobar buscaba arrancar los cimientos de la estructura de 11 pisos, dejó abierto un boquete de 13 metros de diámetro y 4 de profundidad en donde se empezaron a encontrar los cuerpos destrozados de decenas de personas.

El saldo: 63 muertos, más de 600 heridos y un país lleno de terror y desconcierto.

Treinta años después del atentado, aún hay cabos sueltos dentro de la investigación judicial, que se elevó al rango de delito de lesa humanidad en 2009. Lo que se sabe de ese atentado reposa en un rincón de uno de los despachos de la Dirección Nacional Especializada contra Violaciones de Derechos Humanos.

Reporteros del periódico El Tiempo reconstruyeron ese fatídico miércoles y hablaron con víctimas, testigos, investigadores y hasta con exmiembros del cartel de Medellín, para ayudar a reconstruir la memoria de un episodio que nunca más se debe repetir.

“Nosotros sabíamos que el DAS y su director eran dos de las obsesiones de Escobar”, recuerda un funcionario clave dentro de ese organismo que accedió a revelar información secreta, bajo la condición de que su nombre nunca se revele.

Y dio detalles de un dato clave.

La avioneta

“Por medios técnicos y fuentes humanas supimos que Escobar quería atentar contra el general Maza usando una avioneta. La oficina del director quedaba en el piso 9 y, aunque estaba blindada, era el mecanismo más certero para causarle la muerte”, explica.

Y sigue: “El plan se frustró porque si bien habían localizado a pacientes terminales, dispuestos a morir en un atentado a cambio de una jugosa suma, ninguno era piloto”.

Escobar optó, entonces, por reforzarle el chasis a un bus con los logos de la empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, al que le cargó los 500 kilos de dinamita. Y encargó a Jhon Jairo Arias Tascón, alias Pinina, su asesino de confianza, para que ejecutara el plan terrorista.

El bus bomba explotó de manera controlada, mientras rodaba, lo que confirma que el conductor murió junto a civiles y miembros del DAS. Pero nunca nadie supo quién condujo el vehículo, y en algunos casos fue difícil identificar a los muertos.

El levantamiento de los cadáveres se tornó penoso y devastador. Un par de familias recibieron tan solo pequeños cofres simbólicos con lo que serían los restos de sus difuntos.

Varios de los heridos terminaron con listones de madera incrustados en sus cuerpos o lesiones internas, producto de los golpes secos que recibieron contra las paredes como consecuencia de la onda expansiva.

Diez manzanas a la redonda quedaron prácticamente destruidas. Locales y edificaciones de la llamada zona industrial de Paloquemao –en la calle 19, un par de cuadras arriba de la carrera30– se empezaron a desplomar, y hasta despachos del complejo judicial vecino presentaban destrozos. Se calcula que al menos 300 empresas tuvieron que cerrar por las afectaciones, al igual que 30 corporaciones financieras.

Pero el objetivo de Escobar sobrevivió.

“Destruyeron el edificio, pero no a los hombres que trabajan en el DAS”, les dijo a los medios Manuel Antonio González, uno de los jefes de seguridad, tras recorrer los 11 pisos.

Diana Margarita Fonseca, una secretaria asignada a la Interpol, se salvó por segundos de morir, junto con el hijo que esperaba.

Sin embargo, la hermosa mujer, coronada como reina de la simpatía del DAS años atrás, estuvo varios meses tras las rejas.

‘Los Magníficos’

“Descubrimos que su pareja era Guillermo Alfonso Gómez Hincapié, el mismo que había ayudado a alquilar la bodega donde habíamos encontrado la dinamita: estaba al servicio de Escobar”, recuerda el funcionario.

Y añade que es falso que Carlos Castaño –entonces lugarteniente de Escobar y luego jefe paramilitar– hubiera suministrado información sobre la ubicación de la bodega: “Tuvimos que hacer vigilancia en el sector por días. En esa época, Policía Judicial, explosivistas y la Inteligencia del DAS hacíamos turnos de 24 horas”.

Otro de los ‘duros’ de la inteligencia le dijo a EL TIEMPO que de lo que sí están seguros es de que Castaño obtuvo información clave de gente de adentro del DAS que pudo haberle entregado a Escobar para ejecutar este atentado y el del avión de Avianca, una semana atrás.

Se sospecha que así supieron que César Gaviria planeaba viajar a Cali en vuelo comercial.

Alberto Romero Otero, director de Inteligencia de ese organismo, admitió ante la Fiscalía que el informante Alekos, que le entregaba datos sobre el cartel, era realmente Castaño. Pero sus hombres aseguran que Romero era incorruptible y que cortó comunicación con Alekos cuando supo que era Castaño.

Se calcula que para ejecutar el atentado se movieron cerca de 40.000 millones de pesos de la época, a través de 13 cuentas bancarias.

Gonzalo Rodríguez Gacha, alias el Mexicano, fue quien se encargó de adquirir la dinamita por medio de Julio César Riofrío Orozco, un ciudadano ecuatoriano. Este movió la explosiva carga desde su país y la ingresó a Colombia por la frontera con Ecuador; siguió hacia Medellín y finalmente arribó a Bogotá.

Gómez Hincapié, pareja de la linda secretaria del DAS, recibió 10 millones de pesos por el trabajo sucio y criminal y, después de jurar que la exreina no había tenido nada que ver, logró que la pusieran en libertad.

A él, un juez regional de Antioquia lo condenó a 8 años de cárcel y a su cómplice, Eduardo Tribín Cárdenas, a 9 años y 8 meses. Las ridículas penas obedecieron a los beneficios previstos en el decreto 2047 de 1990 y a que ambos colaboraron con supuesta información sobre los atentados de Escobar.

Por eso, nadie duda que el sujeto que apareció muerto el 3 de julio de 1998, identificado como Guillermo Hincapié, un empleado del capo Leonidas Vargas, es el mismo del bombazo al DAS.

En la institución se hablaba de que un grupo de sus mejores hombres, conocidos como ‘Los Magníficos’, se dedicó a vengar el atentado, en una especie de punto de honor.

“Solo le puedo decir que ayudamos a capturar a varios sicarios de Escobar, incluido alias el Zarco. Recuerdo que ese día se nos varó la camioneta del DAS, y el sicario se burló de nosotros diciendo que su patrón sí le metía plata a la guerra contra el Estado. Y sobre el mito de las actuaciones de ‘Los Magníficos’ solo le puedo decir que siempre será reserva del sumario”, le dijo al periódico El Tiempo el funcionario sobreviviente.

 

Tomado de El Tiempo

 

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