Ciudad de Panamá, 06 de septiembre de 2024.- Las autoridades panameñas deportaron este viernes a 130 migrantes indios en un vuelo chárter hacia Nueva Delhi financiado por Estados Unidos, en lo que supone el primer grupo de nacionales de este gigante asiático en ser expulsados como parte del acuerdo bilateral entre Panamá y Washington en busca reducir el flujo migratorio hacia Norteamérica.
El vuelo de una aerolínea estadounidense partió sobre las 09:40 hora local (14:40 hora GMT) desde una base militar del aeropuerto Panamá Pacífico, a las afueras de la capital panameña.
En ese grupo de indios había cinco mujeres, que arribaron al avión maniatadas con una cinta blanca -no con grilletes- que alguna llevaba junto a las tradicionales pulseras de recién casadas. Mientras tanto 125 hombres, en su mayoría jóvenes, fueron también registrados antes de subir a la aeronave.
Muchos de esos hombres eran de religión sij. Y aunque los más ortodoxos están obligados a llevar el pelo cubierto, en general con un turbante, solo uno portaba uno de color azafrán, mientras que el resto lo llevaban al descubierto, recogido en el habitual moño, según pudo presenciar EFE.
«Algunos manifestaron temor por volver pero desistieron»
«No hemos dicho que (los migrantes se devuelven) por decisión propia. Es un proceso de deportación por migración irregular (…) completamente legal», dijo el director de Migración, Roger Mujica, que explicó que los transeúntes van esposados por «seguridad» pero se respetan «los derechos humanos».
El mismo director aseguró que «cuatro» de esos migrantes indios «manifestaron tener un temor» de regresar a su país, pero que tras las «explicaciones» de las autoridades «desistieron».
Este primer vuelo de extracontinentales, que costó 700.000 dólares, según la Embajada de EE.UU, es parte del memorándum de entendimiento firmado por Estados Unidos y Panamá el pasado 1 de julio, el mismo día de la investidura del presidente panameño, José Raúl Mulino, que prometió reducir significativamente el número de migrantes que atraviesan la selva del Darién, la frontera natural con Colombia, en su camino hacia Norteamérica.
Ese acuerdo bilateral implica una financiación inicial por parte de EE.UU. de 6 millones de dólares, pero las autoridades han aclarado que tanto esos fondos como el número de vuelos podrían aumentar. Desde el pasado 20 de agosto, ya han salido al menos cuatro vuelos en grupos de 30 migrantes, tres a Colombia y uno a Ecuador.
Según este pacto, los transeúntes serán retornados bajo la figura de la repatriación o la deportación «tanto a los que tienen antecedentes (penales) como aquellos que ingresen de manera irregular al país, que son todos los que entran por el Darién», como había señalado en el pasado el director de migración.
Las autoridades panameñas estimaron esta semana que en 2024 unos 320.000 migrantes atravesarán el Darién, con al menos 242.000 contabilizados ya hasta septiembre, lo que supone una reducción del 38 % frente al récord histórico de 520.000 que cruzaron el año pasado, una disminución que vincularon a las nuevas políticas de control migratorias implementadas por el nuevo Ejecutivo panameño.
Los indios, poco visibles en el Darién
Según datos de 2023, de los 520.085 migrantes que cruzaron el Darién, 328.650 eran venezolanos, mientras que los indios ocupaban el décimo lugar con 3.736.
Las autoridades panameñas recopilan esos datos en lugares como Bajo Chiquito, el primer poblado indígena a la salida de la selva a orillas del río Tuquesa, un chequeo que incluye tecnología biométrica para identificar a los delincuentes con órdenes de búsqueda internacional.
Después de llegar a Bajo Chiquito, los migrantes pagan un pasaje en las canoas para descender durante horas el río hasta llegar al vasto albergue de Lajas Blancas, instalado por las autoridades panameñas con el apoyo de organismos humanitarios.
Un día del pasado abril, entre los migrantes que descendían de las canoas, había un grupo de 15 indios.
«Ni idea qué país es este, ¿Panamá?», decía uno de ellos en hindi.
No querían hablar a cámara, pero poco a poco fueron narrando a EFE parte de su ruta. Procedían de estados indios como Haryana, Punjab, Himachal Pradesh y Gujarat, y muchos de ellos eran sijs.
Hicieron varias escalas en avión hasta llegar a Brasil, y desde allí iniciaron su camino hacia el norte. En el Darién siete bandidos les robaron móviles, dinero, incluso ropa. «2.000 dólares en total», aseguraban. Estaban hambrientos y se emocionaban al bromear con que les darían chapati, un típico pan indio.
Otros buscan rutas que les acerquen más a la frontera sur de Estados Unidos, como los vuelos a Nicaragua u otros países centroamericanos.
En México deben superar el último gran obstáculo: la frontera con EE.UU., donde según datos oficiales estadounidenses, en el año fiscal comprendido entre octubre de 2022 y septiembre de 2023, fueron interceptados un total de 96.917 indios, frente a los 8.027 en el periodo 2018-19 antes de la pandemia.
Superado ese reto, establecidos ya en Estados Unidos, se encuentran 725.000 indios en situación irregular, según datos de 2022, incluidos en un estudio del Pew Research Center, lo que supone el tercer grupo de migrantes irregulares más numeroso en el país tras los mexicanos y salvadoreños.
EFE