Desde el 28 de abril, con el inicio del movimiento social en Colombia, la ciudad de Cali ha tenido la movilización más fuerte y a su vez el mayor numero de muertes vinculadas a la represión del Estado. Frente a esto, varios grupos de jóvenes levantaron barricadas de protección durante las manifestaciones. Ellos son: «la Primera Línea».
Por GUYLAINE ROUJOL PEREZ
Colombia, 22 mayo de 2021.- Cali, la tercera ciudad más grande de Colombia por su población, capital de la salsa, también llamada la sucursal del cielo, es una metrópoli mestiza, famosa por la alegría de su gente; sin embargo, durante las ultimas semanas ha sido la ciudad mas abatida en el contexto de las movilizaciones, donde cada mañana los habitantes se despiertan mustios, y es que, según fuentes oficiales, entre 26 y 36 manifestantes han muerto en la capital suroccidental en medio de la fuerte represión policial, la intervención del ejército y grupos armados no identificados.
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Ante esto, alrededor de la ciudad se dispusieron lugares estratégicos de paso, para un total de 21 puntos, donde se levantaron barricadas. Día y noche, se turnan estudiantes, jóvenes de los barrios marginales, de clase media, trabajadores y personas en busca de trabajo, algunos, incluso, llegan a permanecer allí las 24 horas de un día. Ellos son la Primera línea.
Unos “Gavroche” latinos
“La Primera Línea es un grupo de jóvenes dispuestos a enfrentarse con escudos, para repeler los ataques policiales contra los manifestantes”, explica Jonathan[1], uno de estos Gavroches latinos, quien hace parte de los 60 a 80 jóvenes presentes en Puerto Rellena, al norte de la ciudad, en la vía que conduce al aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón y a la Panamericana, sitio que ha sido rebautizado como Puerto Resistencia y se ha convertido en un lugar emblemático en Cali.
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Sus escudos: placas de metal, protecciones artesanales hechas con latas abiertas y aplastadas. Sus armas contra la fuerza publica, que los enfrenta con munición letal y tanques: piedras. La situación esta muy lejos de ser como la Guerra de los botones.
De manera análoga, el lunes en la mañana, en Yumbo, al norte de Cali, el ESMAD habría enviado un tanque para terminar la protesta. Utilizan armas de guerra contra civiles desarmados en las calles mientras que, paralelamente, se presentan situaciones diversas; «Dos motos de la policía se llevaron a Henry[i], uno de nuestros cascos azules», advierte Jonathan, que, al día de hoy, no tiene noticias suyas. “Queremos que los medios vengan aquí y vean qué está pasando. Esta es nuestra mejor arma: la información», agrega Peri, también de Paso Resistencia. De hecho, denuncian que la policía está sobornando con dinero a la población a cambio de información sobre la identidad de los jóvenes que constituyen la Primera Línea.
«Cascos azules» … y civiles armados
Es cautivador ver como se ha organizado toda una vida en torno a las barricadas; madres que vienen a cocinar para sus hijos, los “cascos azules”, donaciones que reciben de todas partes del país, los vecinos que contribuyen trayendo algunas provisiones, trabajadores de la salud que ofrecen su tiempo para atender heridos y para lo que se han erigido dos puestos de salud. Sin embargo, las ayudas disminuyen cada vez más debido a una inflación galopante que la ciudad está experimentando por las dificultades de abastecimiento. “No es culpa nuestra. No estamos bloqueando el corredor humanitario contrariamente a lo que quieren hacer creer las autoridades”, asegura Steven.
Por si fuera poco, la semana pasada, en Ciudad Jardín, uno de los barrios más exclusivos de la ciudad, se presentó una situación inadmisible. La Minga Indígena llegó a manifestarse pacíficamente desde el departamento del Cauca; no obstante, fueron recibidos con disparos directos, por parte de civiles armados, custodiados por la policía, lo que dejó varias personas heridas. “Crearon un grupo al que llamaron Gente de bien”, dice Steven.
Desde entonces, han estado patrullando por la ciudad grandes camionetas negras y blancas, que a menudo van de la mano de la policía. Ellos también están armados. Es el regreso del terror, uno que nunca ha salido realmente del país y avanza escondido con varios nombres entre las sombras. Cuando los civiles se arman, cuando los paramilitares acechan.
Además, en los últimos días se han saqueado tiendas, y negocios locales, que, según los jóvenes de la Primera Línea, han sido intentos de desacreditarlos. “Se hace una amalgama para que la gente del barrio, que nos ayuda, nos vea con ojo negativo, pensando que estamos haciendo daño”, dice Daniela, “De hecho, la perspectiva de la gente está comenzando a cambiar. Algunos ya no se atreven a salir por miedo”.
«Toda una generación está siendo asesinada»
Por todas partes se ven jóvenes y niños ocupados jugando al fútbol, bailando, pintando, cantando, «¿Terroristas? ¿En serio? ¿Es eso lo que ves a nuestro alrededor?”, pregunta Tata, girando su cámara 360 grados en un domingo soleado que se siente como la fiesta de un santo patrón. Por otro lado, Steven recuerda a Nicolás, herido hace varios días, llevado de urgencia al hospital en el cual perdió la vida. Daniela suspira: «Tengo 24 años y una niña de 3, salgo con miedo en el estómago, sin saber si podré regresar a casa. Pero no puedo sentarme y no hacer nada. Estudié derecho en la universidad durante cinco semestres, no podía permitirme más. ¿Cual es mi futuro?»
Jefferson Montaño Palacio, periodista y defensor de derechos humanos, quien acompaña a los jóvenes en los distintos puntos de la ciudad de Cali, coincide: “No cometen ningún tipo de violencia”, antes de mostrarle a Le Parisien un cilindro de aluminio averiado y lo que presenta como residuo de una granada de fragmentación. “Estos son los tipos de dispositivos que reciben en forma de proyectiles por parte del ESMAD. Esto les provoca graves heridas e incluso los mata …. de todas las muertes de Cali, la gran mayoría fueron menores de 30 años. Toda una generación está siendo asesinada».
“Estas armas no deben dispararse contra objetivos, sino que deben dispararse en parábola. Apuntar a las personas las convierte en armas letales”, dice Jefferson, quien coordina una investigación sobre once jóvenes detenidos de los que no se tienen noticias. “Un grupo de abogados se ha hecho cargo del caso, tratando de localizarlos para que no desaparezcan».
Precisamente en estos momentos, todos tienen en mente la represa de Salvajina, ubicada en el departamento del Cauca, ya que, en los últimos días, varias fuentes diferentes han mencionado que los jóvenes desaparecidos podrían estar allí. «Un lugar donde los cadáveres pueden ser cortados y arrojados al agua para no dejar rastros. Ha comenzado una carrera contra el tiempo, localizar a los jóvenes de los que no tenemos noticias, hacerlos visibles». Esto para limitar el riesgo de desaparición permanente, según los defensores de derechos humanos.
A parte de todo esto, es importante saber que Colombia es el segundo país en América Latina que más pérdidas económicas presenta por evasión fiscal, detrás de Brasil, según un informe de la Alianza Global para la Justicia Fiscal. Además, según cifras oficiales, el 42% de la población vive en la pobreza, y un semestre en la universidad puede costar alrededor de 2.500 euros. En términos de desigualdad, Colombia también se pavonea entre los países líderes. Por ejemplo, los senadores ganan 35 veces el salario mínimo.
El fracaso del diálogo
Peri, artista y licenciado musical de la Universidad del Valle, no está seguro si es “la generación que hará que todo cambie», pero asegura que: «Tenemos la voluntad, todo dependerá de la capacidad de la gente para hacer frente a esta situación, del apoyo que nos den”, dijo, temiendo que la reforma retirada vuelva de otra forma.
“Nuestros padres, y abuelos nos animan, nos apoyan” asegura Jonathan, “nos dicen que tuvieron miedo, que no se atrevieron, y que por eso estamos donde estamos. Otros, por el contrario, nos dicen que tenemos que pagar la deuda, que tenemos que volver al trabajo. Se pueden expresar diferentes puntos de vista, pero estamos escribiendo historia; algunos que pensaban que éramos vándalos nos están ayudando hoy, y esa es una gran victoria. «
Hace unos días hubo un intento de diálogo que reunió a varios voceros de diferentes puntos de bloqueo de la ciudad alrededor de una mesa: “Estábamos reunidos para saber qué propuestas nos iban a hacer, pero supimos por nuestros compañeros que se quedaron en los puntos, que habían enviado a la policía para quitar las barricadas. Vieron desembarcar a la policía y al control de disturbios”, dijo John. «Las barricadas son todo lo que tenemos que negociar», lamenta Daniela.
Finalmente, el diálogo se interrumpió. “Nos quitaron todo, todo, excepto el miedo. Sus balas mataron nuestro miedo”, asegura Jonathan, quien admite tener “un enfado, un resentimiento muy fuerte por todos estos jóvenes asesinados, la falta de oportunidad de estudiar y de acceso a la salud”. Él, quiere seguir en la lucha. «Se lo debemos a los que murieron, a nuestra familia, tengo un niño de cinco meses esperándome, no sé si podré regresar a casa a verlo, me desgarra el alma, pero es un honor para mí luchar por la Colombia donde nací”.
[1] (Nota del editor: se han cambiado todos los nombres)
[i] Horas después de ser arrestado por la policía, Henry, el «casco azul», fue liberado cuando amaneció en Yumbo.
Tomado de La Nueva Prensa