Medellín (Colombia), 20 septiembre.– El aroma de incienso y los golpes de un tambor chamánico llevan a un grupo de policías colombianos a un estado de profunda relajación guiados por un mentor en talleres de yoga, meditación y «mindfulness» para enseñarlos a manejar sus emociones y reacciones en momentos de estrés.
Son cuatro horas de calma y reflexión para 30 integrantes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía colombiana, quienes vestidos con ropa deportiva y tendidos sobre colchonetas distan de la imagen ruda que exhiben en las calles para adentrarse en un programa pedagógico en Medellín, que busca reducir los niveles de violencia y educar para la paz.
«Ellos tienen unas situaciones muy particulares que emocionalmente pueden ser fuertes y pesadas; estos encuentros buscan proporcionar unas herramientas para que puedan de forma consciente saber cómo reaccionar en ese instante y cómo abordar esa emoción que llega», explicó a Efe Felipe Zapata, mentor en meditación.
Esta terapia para la mente, desarrollada en un ambiente de total armonía, contrasta con los días convulsionados que ha vivido el país por las violentas manifestaciones contra la brutalidad policial que comenzaron por la muerte de Javier Ordóñez, un hombre de 46 años que fue reducido con exceso de fuerza y el uso prolongado de una pistola eléctrica Táser por dos agentes durante su arresto en Bogotá.
ESCAPE EN ÉPOCA DE CONFLICTO
Para la patrullera Zulay Romero, única mujer del grupo y quien aventaja a sus compañeros en el segmento de yoga, estos talleres le permiten salir de la monotonía y hallar un poco de tranquilidad.
«En esta época que ha sido de bastantes conflictos y disturbios nos sirve para cambiar la rutina», expresó a Efe Romero, integrante del Esmad, considerada la fuerza más temida para disolver manifestaciones en Colombia
Romero, nacida en Cúcuta (noreste) hace 32 años, comparte la actividad junto a su pareja, quien también hace parte de este cuerpo creado en 1999 para apoyar a la Policía cuando situaciones de orden público desbordan sus capacidades.
«Él me acompaña diariamente, vivimos muchas emociones juntos en los procedimientos y manejamos el mismo estrés, pero a la vez nos relajamos en este tipo de actividades», cuenta.
Romero, que evita opinar sobre los últimos episodios de violencia policial, manifiesta que desde muy pequeña le gustó la policía, pero desarrolló un interés particular por este escuadrón para probar «que las mujeres estamos en la misma capacidad que los hombres».
Al igual que su compañera, quien destaca las charlas y la meditación por ayudarla a entrar en «un nivel de consciencia diferente al que se está acostumbrado», el patrullero Andrés Felipe Correa ve en este ejercicio la posibilidad de liberarse de días complejos en una labor que escogió para «servir al pueblo» y que ve como una «ideología».
«Es una vocación; en mi familia siempre ha habido policías», comentó el joven nacido en el municipio Lloró, en el departamento de Chocó, y quien dada la coyuntura actual, valora el programa que están haciendo en Medellín.
«Nos distraemos y salimos de la rutina, del estrés del trabajo, de los insultos de la gente en la calle ya que esta sociedad es muy ingrata con los servidores públicos», manifiesta Correa.
El patrullero señala que en la escuela de formación policial con frecuencia les hablan de «la mentalidad y las emociones», así que en este taller no camina por un terreno desconocido.
«Esto (el taller) nos hace reflexionar sobre el comportamiento y entender sobre consciente y subconsciente, y ver hasta dónde puede llegar la mente y ver qué podemos hacer con los pensamientos», dijo el uniformado.
NI BUENOS NI MALOS, SÓLO HUMANOS
Zapata, en su rol como maestro, indica que el propósito con los 300 policías que espera recibir durante los talleres es llevarlos a entender que todos tenemos la posibilidad de cambiar los estados emocionales lo que, según su conocimiento, termina por «controlar nuestros actos y reacciones».
«Ellos tienen formación en muchas cosas, pero en un momento de crisis y dificultad, cuando entran en un estado de supervivencia, las reacciones son diferentes», agrega.
Como mentor de «ingeniería de lo invisible», una mezcla de la ciencia moderna con el saber ancestral, precisa que estos primeros encuentros sirven para que sus alumnos perciban por qué es útil y práctico canalizar las emociones. Y más en «días fuertes» con enfrentamientos entre manifestantes y policías.
«Hay que reconocer que lo que está pasando es el reflejo de todos nosotros», apostilla Zapata, y lamenta que se esté formando una especie de bandos: «Nos enreda pensar que hay buenos o malos, y no hay tal cosa; somos todos al final humanos».
Para la gestora social de Medellín, Diana Osorio, quien puso en marcha esta iniciativa con los miembros del Esmad bajo la campaña #TodosSomosUno, este ejercicio «ha encajado» con el momento actual, pero la idea es hacerlo con diferentes grupos poblacionales como parte un «trabajo de educación para la paz» en la ciudad que permita el manejo de emociones y la resolución de conflictos.
«Son semillas que queremos sembrar para que ellos busquen otras formas de manejar sus emociones y le den trámite a los conflictos de una manera no violenta», dijo a Efe la gestora, responsable también de la creación de la Secretaría de la No-Violencia.
Jeimmy Paola Sierra
EFE