Preservar la identidad indígena, la vía para atender la migración en El Salvador

FECHA:

Tacuba (El Salvador), 29 de diciembre de 2021.- Las razones para migrar entre los pueblos indígenas del occidente de El Salvador son similares a las del resto de salvadoreños, pero las envuelve un velo de discriminación. La apuestas de sus líderes es que el refuerzo de su identidad aminore este factor y ayude a reintegrar a los que vuelven.

La migración de indígenas a la capital salvadoreña o Estados Unidos se ha mantenido en la oscuridad, sin cifras claras y acciones directas para su atención desde el Estado, pero un reciente estudio de organismos internacionales arroja luz sobre el fenómeno.

El indígena Marco Tulio Vásquez elabora creaciones en madera utilizadas en las ancestrales danzas de su localidad, el 21 de diciembre de 2021 en Tacuba (El Salvador). EFE/MIGUEL LEMUS

LA DISCRIMINACIÓN SÍ EMPUJA A MIGRAR A LOS INDÍGENAS

Un diagnóstico patrocinado por entes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE) da cuenta de que el 27 % de la población indígena de cinco localidades del occidente de El Salvador planea migrar en los próximos 12 meses.

Los factores de expulsión que esta población señala son la falta de empleo y salarios dignos, la violencia, la falta de vivienda y tierra propia, y la discriminación.

Vista de máscaras ancestrales hechas en madera en el taller del indígena Marco Tulio Vásquez, el 21 de diciembre de 2021 en Tacuba (El Salvador). EFE/MIGUEL LEMUS

Un 67 % de los encuestados afirmó que «muchas personas» migran hacia otros países, mientras que el 33 % indicó que lo hacen a otros municipios, principalmente la capital.

José Miguel Gómez, coordinador nacional de proyecto por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), dijo a Efe que este es el primer estudio en el país que relaciona la discriminación contra los pueblos indígenas con la migración.

«Sí, es posible afirmar que la discriminación indígena es un factor de expulsión» y «muchas personas consideran migrar en la medida en la que se ven discriminados por su origen indígena», indicó Gómez.

El estudio, añadió Gómez, también permite determinar que «las fuentes de ingresos están influenciadas por la discriminación» y expuso como ejemplo que la población prefiere comprar en «establecimientos de personas que no son de origen indígena».

Enrique Martí, líder indígena en el municipio de Tacuba, comentó a Efe que participó en este diagnóstico y que espera que dé lugar a una campaña que beneficie a los pueblos indígenas.

«Esto permite, en primer lugar, montar las bases para una campaña de sensibilización y contrarrestar el hecho de que nuestra gente se siga yendo de nuestro municipio, es un flujo de migración bastante alto», indicó.

Agregó que espera que «se logre impactar en el tema de la migración», porque «la mayor cantidad de gente que se va de este lugar son indígenas».

Martí destacó la importancia del arraigo entre la comunidad indígena, pero lamentó que «las necesidades son grandes y por eso nuestra población opta por migrar».

La campaña que seguirá al diagnostico busca, de acuerdo con documentos compartidos a Efe, «generar un cambio de comportamiento positivo en comunidades de origen, tránsito y destino» para prevenir y disminuir «la discriminación y el estigma, promover el arraigo y facilitar la integración y reintegración de la población indígena migrante».

El líder indígena espera que dicha campaña llegue a las instituciones del Estado y que «realmente se vea un impacto».

Tacuba es oficialmente un territorio de comunidades indígenas con raíces mayas y pipiles, su economía se basa principalmente en la agricultura.

LOS GUARDIANES DE LA MEMORIA

Mientras la campaña llega y se esperan sus resultados, un grupo de personas se aferra a sus costumbres, protege el legado de los abuelos y resguarda la memoria de sus pueblos.

Ricardo Guzmán nació en 1932. En ese año, El Salvador vivió la peor masacre de los pueblos indígenas que los llevó casi a su extinción.Maximiliano Hernández Martínez, el dictador que gobernó entre 1931 y 1944, lanzó sus fuerzas armadas y después de la matanza la persecución no paró, el temor llevó a abandonar costumbres y vestimentas tradicionales.

Con 30 años de edad, Guzmán comenzó a participar en las danzas tradicionales de su pueblo, por lo que aún conserva parte de su indumentaria, una capa, un chaleco y una espada, y lamenta que estén amenazadas por el olvido.

Hace unos 16 años, comentó a Efe, fue la última vez que se presentó en Tacuba la danza centenaria conocida como «La Historia», que narra en parte historias de «moros y cristianos».

Recordó que la muerte de las personas que tocaban un pito de madera y dos tambores para acompañar la danza precipitó que se dejará de presentar. No hubo nadie más quien pudiera hacerlo.

A sus 89 años, Guzmán expresa algún ánimo de participar nuevamente, si hubiera quien diera el apoyo.

Ovidio Márquez, también representante de la comunidad indígena, afirmó que estas danzas «casi están extintas» y dijo que transmitían la alegría de los pueblos, además de sus valores.

«Es importante porque ahí se encuentran muchos valores, el valor de la solidaridad, de la hermandad y se fortalecen lazos de comunidad, que era como vivían nuestro pueblos», dijo.

Arcadio Mendoza, de 63 años, comenzó a danzar a los 19 años de edad y afirmó que las autoridades no se han preocupado por ayudarles a preservar sus danzas. «Por esa razón hemos ido quedándonos en el silencio», lamentó.

En otro punto de Tacuba vive Marco Tulio Vázquez, que con 39 años también lucha por continuar con las danzas, en las que participa desde los 12 años de edad.

Vázquez se presenta en la danza de «San José y María», que cuenta la historia de los padres de Jesús y es una muestra del sincretismo entre el catolicismo y las tradiciones indígenas.

«Acá en Tacuba hemos tratado de mantener la raíz directamente de la danza (…) tal como la hemos recibido», indicó y lamentó que en algunas danzas se ha alterado la indumentaria.

El artesano elabora máscaras de madera para la danza desde hace varios años. La sala de su casa está adornada con ellas, incluso con las de la danza del «Tigre y el Venado», que no se representa más.

Este relato tradicional, declarado bien cultural en 2015, se presenta en otras localidades del país.

«Todo va relacionado con nuestro medio, con nuestros antepasados» y «según mi mamá, en su juventud no eran 2 o 3 danzas, como lo es ahora. Antes andaban como 20 danzas», recordó.

Entre estas danzas se encontraban «Las carolinas», «La negra Sebastiana», «El Golondrino» y el «baile de los tiznados».

Hugo Sánchez

EFE

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