Managua, 6 noviembre.- Los indígenas del noreste de Nicaragua han revivido una táctica ancestral para sobrevivir ante la escasez de alimentos generada por el impacto del huracán Eta el martes pasado y el «abandono» de las autoridades, afirmó este viernes una ONG dedicada a velar por los derechos humanos en la zona.
Tras cuatro días sin alimentarse como lo venían haciendo, los indígenas, en su mayoría miskitos y mayagnas, han recurrido al «pana pana», una práctica ancestral de solidaridad mutua, que en lengua miskita significa «yo te doy, vos me das», y que en mayagna es conocida como «biri biri», es decir, reciprocidad.
«Aquí no hay empleo formal. El recurso importante, que es el mar, con esta situación del huracán», no puede aprovecharse «porque la gente no está saliendo. Eso está provocando una crisis alimentaria, entonces muchas familias están haciendo el ‘pana pana’. Van a una casa y les dan lo que tienen. Así se la están jugando», explicó a Efe el defensor del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (Cejudhcan), José Medrano Coleman, vía telefónica, desde la zona de impacto, inaccesible hasta ahora.
Aunque decenas de familias quedaron sin casa o sin techo a causa de Eta, que impactó la Región Autónoma Caribe Norte (RACN) de Nicaragua en categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, de un máximo de 5, con vientos de 240 kilómetros por hora, la urgencia en la zona son los alimentos, según Cejudhcan.
«Después del paso del huracán la gente de los albergues empezó a salir, porque no había condiciones, no había alimentación, ni colchonetas. Muchos fueron a sus casas a ver qué conseguían para comer, pero no encontraron sus casas. Tuvieron que regresar. Los pueblos indígenas siempre hemos sido abandonados por los Estados», sostuvo Medrano Coleman.
OBSTÁCULOS A LA SOLIDARIDAD
Aunque el Gobierno de Nicaragua ha informado del envío de decenas de toneladas de alimentos y láminas de zinc para techos hacia la RACN, hasta ahora no se han recibido.
El Cejudhcan cree que esa ayuda está detenida por la crecida de los ríos, y que esto debió ser tomado en cuenta antes del impacto del huracán.
A eso se suman las denuncias de que el Gobierno ha obstaculizado acciones espontáneas de solidaridad con los damnificados, por lo que ha recibido críticas de diversos sectores.
El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) señaló que «el reto que plantea el efecto devastador del huracán Eta (es) agravado por la instrumentalización partidaria del Gobierno y la obstaculización de la solidaridad».
Medrano Coleman dijo que la RACN, una de las zonas pantanosa, despoblada y más vulnerables y pobres del país, ya sufría una crisis de alimentos antes del huracán, por lo que en caso de no recibir ayuda alimenticia la situación «se va a poner peor».
Eta dejó una estela de devastación en Nicaragua, donde miles de personas permanecen damnificadas, los daños materiales no terminan de ser contados, y el impacto en vidas humanas es desconocido, ya que las autoridades no reconocen víctimas mortales, de las que se han reportado al menos dos.
El huracán atravesó de este a oeste la RACN, la zona más pobre del país, con cerca de 500.000 habitantes, la mayoría indígenas y afrodescendientes, luego continuó por el extremo norte de Nicaragua, donde causó principalmente inundaciones.
Más de 30.000 personas que habían sido evacuadas hacia centros de albergue temporal han empezado a volver a sus casas, informaron las autoridades nicaragüenses.