Praga, 27 de mayo de 2022.- «Por haber aplastado la Primavera de Praga en 1968». Ese mensaje escrito sobre uno de los cohetes enviados por República Checa a Ucrania para enfrentar la invasión rusa, resume el resentimiento de los checos hacia Moscú y explica que el país sea punta de lanza en el apoyo a Kiev.
Desde que comenzó el ataque ruso, República Checa y Polonia son dos de los países de la Unión Europea y la OTAN que más decididamente han apoyado, con la diplomacia y con las armas, la resistencia ucraniana.
Los dos países sufrieron en el pasado invasiones de la Unión Soviética y sus Gobiernos están convencidos de que Moscú intenta recuperar el área de influencia a la que pertenecieron, como dictaduras comunistas tuteladas por la URSS, hasta 1989.
Checos y polacos entraron en la OTAN en 1999, junto con los húngaros, convirtiéndose en las tres primeras naciones del antiguo bloque del Este en sustituir su antiguo vasallaje por un vínculo euroatlántico libremente asumido.
EXPERIENCIA TRÁGICA
Aunque han pasado dos décadas, los checos aún recuerdan su «trágica experiencia de primera mano en la relación con Rusia», afirma a Efe Jiri Pehe, director de la New York University Prague.
La invasión soviética de agosto de 1968, para aplacar el movimiento aperturista conocido como Primavera de Praga, es un trauma que sigue indeleble en la memoria colectiva de país, amplificada por su «proximidad geográfica» con Ucrania.
«La memoria de la ocupación (de 1968) es todavía fuerte», coincide Grigorij Meseznikov, analista del Instituto político IVO en Bratislava.
Traer al presente las lecciones de aquel momento «ha sido acertado», en opinión de Meseznikov, ya que la entonces Checoslovaquia era un país «formalmente independiente» que fue invadido por la URSS, como Ucrania ahora.
SENTIMIENTO ANTIRRUSO
Entre los checos queda hoy «mucho más sentimiento antirruso» que en otros países del entorno, como Eslovaquia o Hungría, afirma el experto eslovaco de origen ruso.
El ataque de Rusia a Ucrania fue visto como «una agresión indefendible» por el 90 % de los checos en un sondeo realizado el día de la invasión.
Y más allá de la opinión pública, la propia ministra de Defensa, la conservadora Jana Cernochova, ha advertido de que Moscú puede intentar recuperar su influencia sobre sus antiguos satélites, ahora en la Unión Europea y la OTAN.
PAÍS DE ACOGIDA
La República Checa, donde antes de la guerra había legalmente más de 165.000 ucranianos, ha concedido visados especiales a 340.000 personas que huyen de la invasión, en su mayoría mujeres y niños, garantizándoles derechos equiparables a los ciudadanos de la UE.
El impacto directo de la guerra, como es la llegada de refugiados, es otra de la claves que explica el liderazgo de Praga en el apoyo a Kiev, indica Pehe.
APOYO MORAL Y MILITAR
El pasado 16 de marzo, cuando Kiev aún estaba asediada por las tropas rusas, el primer ministro checo, Petr Fiala, fue junto a sus homólogos polaco y esloveno, el primer líder europeo en visitar allí al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
Durante la visita, Fiala dejó claro que la lucha que libran los ucranianos es también la del resto de europeos.
Praga ha donado municiones y armas ligeras, como ametralladoras, defensas antiaéreas y suministros médicos, además de decenas de tanques T-72 y vehículos blindados de combate.
Empresas de armamento checas también ayudan en la reparación de blindados ucranianos dañados en combate o que precisan de mantenimiento.
Recientemente, Alemania anunció que enviará armas pesadas a República Checa para que este país pueda donar a su vez a Ucrania los restos de su arsenal de fabricación soviética, con cuyo manejo están familiarizados los militares ucranianos.
ACCESO A LA UE
Pero Praga también apoya a Ucrania en el frente político: junto a Eslovaquia y Polonia está promoviendo la candidatura del país a entrar en la Unión Europea.
La República Checa continúa así una estrategia que inició cuando impulsó la Asociación Oriental para tratar de acercar a la Unión Europea a seis exrepúblicas soviéticas, Moldavia, Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Azerbaiyán y Armenia.
Gustavo Monge
EFE