Riñón en venta: el golpe económico de dos años de confinamientos

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Qazigund (India), 30 diciembre.- En agosto de 2019 el Gobierno indio retiró de golpe la semiautonomía de la Cachemira india y, para evitar protestas, impuso durante meses un estricto confinamiento, al que le seguirían las restricciones por la pandemia: un golpe a la economía que ha llevado a algunos a poner incluso su riñón en venta.

«Lo he perdido todo y tengo que pagar más de 9 millones de rupias (unos 120.000 dólares) en deudas. Si alguien necesita someterse a un trasplante de riñón, estoy listo para vender uno de los míos», decía un anuncio publicado este mes en el diario local Kashmir Reader.

Detrás de ese anuncio está el empresario Sabzar Khan, de 26 años, que a principios del año pasado había decidido ampliar su negocio de construcción en la localidad de Qazigund, la puerta de entrada al Valle de Cachemira, animado por los buenos resultados.

El empresario Sabzar Khan, de 26 años. EFE/EPA/FAROOQ KHAN

Pero, tras obtener los fondos necesarios de un banco y de prestamistas locales, el 5 de agosto de 2019 el Gobierno indio eliminó la semiautonomía de esta región de mayoría musulmana en disputa con Pakistán y con un fuerte movimiento independentista.

Al temer una respuesta contundente de grupos insurgentes o protestas generales de la población, Nueva Delhi impuso entonces durante meses un férreo bloqueo, limitando movimientos, con estrictos toques de queda y el corte de comunicaciones.

El pasado 4 de marzo, y tras casi siete meses, la Cachemira india recuperaba al fin el acceso total a Internet, pero solo 15 días después las autoridades bloqueaban de nuevo la región tras detectarse los primeros casos de coronavirus, una situación que se ampliaría la semana siguiente a todo el país.

UNA FAMILIA ARRUINADA

Khan vive en una casa de barro a casi un centenar de kilómetros al sur de Srinagar, la principal ciudad cachemir, donde hasta no hace mucho soñaba con un negocio próspero.

«Primero vino el bloqueo político y militar. Luego, otro bloqueo debido a la COVID-19. Todos estos meses el negocio estuvo cerrado», lamenta el joven empresario.

Su madre, de 65 años, y su esposa, de 20 años, también decidieron poner en venta sus riñones para poder recaudar «todos los fondos posibles» y ayudarle así a pagar los préstamos después de haber vendido ya toda la maquinaria y lo que le quedaba del negocio.

La legislación india no permite transacciones financieras en trasplantes de riñón, y tanto el donante como el receptor podrían ser encarcelados por el comercio ilegal de órganos.

«Si es ilegal, entonces que el Gobierno venga a mi rescate», sentencia Khan.

La situación es tan desesperada que ahora su padre discapacitado «va de casa en casa a recoger comestibles y dinero para alimentar a la familia», explica su vecino Bashir Ganai.

Pero este no es un caso único.

Las asociaciones de comercio de la Cachemira india estiman que en los 17 meses transcurridos desde el primer confinamiento, los negocios en la región perdieron unos 7.000 millones de dólares, al tiempo que unas 500.000 personas quedaban sin empleo.

Un vendedor ambulante en una calle de Srinagar, la capital de verano de la Cahemira india. EFE/FAROOQ KHAN

«Pasarán años antes de que la economía de Cachemira vuelva a la normalidad», pronostica Aijaz Shahdar, miembro del grupo de presión empresarial Alianza de Comercio Cachemir (KTA).

UN PROBLEMA GENERAL

El emprendedor tecnológico Mufti Salman también lo está pasando mal desde que renunció a su lucrativo trabajo en la ciudad meridional de Bangalore, considerada el Silicon Valley de la India, y decidió regresar a su Cachemira natal.

Salman invirtió sus ahorros en establecer una empresa de administración de procesos de negocio en Srinagar.

«Todo estaba listo. Era un proyecto con un potencial para generar en un principio 400 empleos y con una inversión de unas 600.000 rupias (unos 8.000 dólares)», explica.

Pero dos meses después se produjo el primer bloqueo de agosto y «todo se detuvo en seco», justo cuando habían comenzado a contratar a los primeros empleados.

Después de intentar revivir el negocio, Salman se ha rendido.

Otros, como Shamshad Ali, que dirige una empresa de envíos, se encuentran al límite.

«Estaba y todavía estoy al borde del cierre. No puedo caer en el desánimo. Seguiré adelante», dice, de 27 años, que a pesar de que no obtiene ganancias, ve cómo en los últimos dos meses la situación ha empezado a mejorar, aunque «está lejos de ser normal».

En medio de esta situación, la Cámara de Comercio e Industria de Cachemira (KCCI) ha estado tratando de alentar a los jóvenes empresarios a mantener a flote sus negocios.

«Es mejor mantenerlo con soporte vital que dejarlo morir. Sabemos que es difícil», reconoce el presidente de la KCCI, Sheikh Ashiq. Sarwar Kashani.

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