Manuel Saldarriaga H.
Es la primera vez que escribo sobre alguien que ha muerto. Comenzaré diciendo que tenía 17 años cuando asistí a mi primera clase universitaria: literatura. Una mujer de cabello rojo, corto y ondulado, Silvia García, de mudeces que me sobrecogían, escribió una frase en el tablero cuando todos estábamos sentados: “El silencio del pájaro dormido”. La repetía pausadamente, cada vez la escuchábamos más rendidos, más lejanos, parecíamos envueltos en el sueño del ave. Continuar leyendo aquí