Aley (Líbano), 12 oct – Desde su oficina en la ciudad de Aley, situada en las montañas del Líbano, Walid Shmait acumula papeles con datos personales de los recién llegados que huyen de los bombardeos israelíes. Verificar cada uno de ellos es una tarea titánica para saber quién vive puerta con puerta y que no sea un posible objetivo de ataque de Israel.
Desde que Israel intensificó su asalto aéreo y terrestre contra el Líbano, los drusos han abierto sus puertas a miles del desplazados que huyen del sur del país y de los suburbios meridionales de Beirut, conocidos como el Dahye, donde se concentran poblaciones de varias sectas religiosas, la gran mayoría chiíes.
Por eso, permitir que alguien entre en su comunidad tiene un precio y es el del control.
Shmait, responsable de la Célula de Crisis del Partido Socialista Progresista (PSP) -partido druso que es la principal fuerza política en la zona- señala en una entrevista a EFE que este asunto es muy «peligroso», sobre todo por si se le escapa alguien, aunque afirma que «hasta el momento todo está bajo control».
«Verificamos las casas y todos los sitios. Hay gente que nota que las matrículas de coches son diferentes. Esto representa un miedo, un miedo que es normal», indica el funcionario desde la sede del partido druso fundado en 1949, cuyo histórico líder, Walid Jumblatt, hizo un llamamiento a su pueblo para que abriera las puertas a los desplazados.
Miedo, pero no rechazo
La comunidad drusa en el Líbano representa alrededor de un 9 % en el país, una de las 18 sectas religiosas que conviven -o intentan convivir- entre los casi seis millones de habitantes que conforman este pequeño territorio flanqueado por el mar Mediterráneo.
Los drusos, terratenientes que se caracterizan entre los libaneses por su hospitalidad y un fuerte sentido de la convivencia, son una minoría que se reparte mayormente en el Líbano y Siria, así como en los Altos del Golán ocupados por Israel.
La conversión, tanto hacia como desde su fe – que surgió del islam chií ismailí en el siglo XI, pero que amalgama aspectos de otras religiones como el hinduismo y filosofías antiguas- está prohibida.
«Los residentes te ayudan ahora cuando ven a una persona nueva en un edificio y esto por el miedo que tienen. Ahora van a denunciar. Antes alquilaban sin avisar. Ahora, después de lo que pasó, piden que se verifique», dice.
Se trata de averiguar si esa persona tiene alguna afiliación a un partido o no.
Shmait hace referencia al ataque «selectivo» israelí que tuvo lugar no muy lejos de Aley contra un miembro de Hizbulá -formación que es el blanco principal de Israel en esta campaña incesante de bombardeos contra el Líbano-.
Esa persona, comenta, ocultó su afiliación cuando se desplazó a la región de Monte Líbano, donde se encuentra Aley.
«Hasta el momento la cuestión está bajo control. Hay miedo, pero no hay rechazo», insiste.
Esperar hasta volver a sus casas
Las aulas de un colegio oficial mixto de Aley, las aulas de 7×8 metros -que fueron renovadas para el inicio de este año escolar suspendido por la ofensiva- se han convertido en el refugio temporal de los desplazados por los ataques israelíes.
En las habitaciones ocupadas al completo, donde se entremezclan los colchones con los pocos enseres personales que se han podido llevar consigo, nadie quiere contar su historia, salvo una mujer, bajo condición de anonimato.
Huyeron del bombardeo israelí desde el sur del país «dejando todo atrás», afirma a EFE.
La recepción en Aley «ha sido una maravilla, muy bien. Juro por Dios que su trato es maravilloso. Nos abrieron las casas, colegios…Todos huyeron y los acompañé, dónde iríamos si no. No hay refugio. Esto es un poco más seguro que otros sitios. No quiero irme a Siria, además de que está siendo atacado, uno tiene miedo. Y vas a lo más seguro», asevera.
En ese colegio y en los otros cinco centros habilitados para desplazados en la ciudad hay más de 1.000 personas, mientras que más de 3.000 están en casas de alquiler o de familiares y conocidos con los que poder refugiarse, sin contar aquellos que han podido arrendar una casa por sus propios medios, según Shmait.
El Gobierno libanés estima en 1,2 millones de personas las que se han desplazado por los ataques israelíes, mientras que ya se contabiliza en más de 400.000 los que han cruzado del Líbano a Siria, alrededor de un 70 % sirios.
«Estamos aquí esperando hasta que vuelva la seguridad y la paz. Ojalá pare el derramamiento de sangre, pare la guerra y regresemos a casa», sentencia la mujer de ojos grisáceos.
Isaac J. Martín
EFE