25 años del acuerdo de paz entre el Gobierno y el M-19
Artículo tomado del periódico El Espectador
Ante los ojos de Colombia, el M-19 cumplió su palabra y creció la esperanza de la paz. Un ejemplo para la sociedad actual, que pide parar el desangre de vidas, recursos y oportunidades.
Por: Rafael Vergara / Especial para El Espectador
Hablar de las armas sin valorar el significado que tiene para un insurgente asumir el riesgo de morirse por tenerlas en sus manos o el del militar al enfrentarlo en defensa de la institucionalidad y el statu quo es quedarse a la mitad del camino.
Igualmente es imposible ignorar que en el largo conflicto armado, la responsabilidad por las víctimas involucra a todos los sectores y que, por generaciones, la intransigencia y la ambición condenaron a Colombia a vivir con sufrimiento y polarizada, inmersa en la contradicción entre la guerra y la paz.
Todos hemos participado. Somos víctimas y victimarios. Mientras la iglesia oficial, por ejemplo, bendecía y bendice las armas del Estado, el cura Camilo Torres, símbolo de la iglesia de los pobres, perdió su vida al ir a recoger el arma de un soldado caído en combate.
Somos hijos y nietos de una violencia continuada que hay que erradicar de la vida cotidiana.
Por eso se instaló en La Habana la Comisión Histórica del Conflicto Armado con 12 miembros y dos relatores que, desde su pluralidad, clarificaron consensos y disensos. Su resultado es diáfano: la hoguera que nos calcina sólo se apagará si cada lado asume su responsabilidad, vence sus odios y vocación retaliadora y perdonamos colectiva e individualmente. (Continuar leyendo aquí)