Redacción Análisis Urbano
Un hombre grande dejó este mundo el pasado miércoles. El ciclo vital de su cuerpo terminó esta etapa y con ello nos castigó -a todos nosotros quienes lo amábamos- dejándonos sin su presencia, pero nos premió dejándonos con su legado. Nos dejó una vida de resistencia, organización y lucha social que, en últimas, es el sentir –y debe ser el sentir- de nuestra corporación y de todas aquellas cuyo trabajo busca defender la vida y la dignidad humana. Eso era Jairo Maya, un héroe que lo fue sin querer serlo, un defensor de dignidades, un respetuoso de la sociedad, un ser íntegro; “un alma de Dios” –dirían quienes lo conocieron-, un líder, un hombre noble, sincero y amoroso; un amigo -y más que eso, un parcero-, una persona leal, y un maestro de esos pocos que la vida cultiva.
Jairo Maya era todo eso y más, pero las palabras se quedan cortas a la hora de intentar definirlo; así como los recuerdos se quedan cortos a la hora de intentar rememorar la grandeza de su vida, de su obra, de la causa a la que se entregó. Luchador social como pocos, y entendiendo el rol que había que arrebatarle a la vida, Jairo dedicó su existencia a crear y fortalecer la organización barrial y popular. Esta apuesta por una sociedad organizada, la necesidad de denunciar el crimen y las injusticias que se agazapan en los barrios marginados, el trabajo comunitario para combatir el olvidado del Estado, y el intento de reconstruir dignidad allí donde ha sido pisoteada, le valieron a Jairo varias amenazas y un par de atentados de los que afortunadamente salió ileso.
Como ocurre con los hombres que donan su vida a una causa justa, este hombre -nuestro hombre (nuestro Jairo)- también fue un hombre perseguido, y lo fue hasta el último de sus días. Y hasta ese último día, ese doloroso 23 de marzo de 2016, el Gobierno lo abandonó y lo mantuvo desprotegido. Jairo Maya murió esperando unas medidas de seguridad -de la Unidad Nacional de Protección- que nunca llegaron y, obviando la mentira oficial, la verdad es que al Estado no le interesaba protegerlo; mucho menos conservarlo. Una sociedad llena de Jairos es una sociedad íntegra, organizada e inteligente; pero también inconveniente para los gobiernos corruptos. Razón por la que este país, cuando no exilia, asesina su inteligencia.
No obstante, y como pasa con esos hombres grandes, el miedo –que a veces era grande, a veces pequeño, y siempre lo sintió- nunca lo apabulló. Nunca lo detuvo. La promoción y protección de los derechos humanos en los sectores vulnerados (especialmente en la Comuna 8 de Medellín), la política de Mejoramiento Integral de Barrios, la defensa por el derecho al hábitat y a la vivienda digna, y la lucha por la participación política de las comunidades para gestionar y hacerse cargo del desarrollo de sus propios territorios, no tendrían hoy el largo camino recorrido si Jairo Maya no hubiera entregado su vida para aportar adobes en esa enorme construcción social.
Pocos días antes de que muriera, con el liderazgo que nunca lo abandonó y trabajando siempre en equipo, Jairo y sus compañeros lograron la movilización y la organización de buena parte de la Comuna 8 de Medellín para que saliera a votar, comunidad concientizada que a través de votos logró ganar la consulta popular.
Jairo, líder y luchador hasta el último respiro.
Uno de esos escasos hombres que cuentan con la gracia de sumar seguidores a donde sea que vayan. Jairito, el ser querido, ya no está a nuestro lado y la pérdida para nosotros es incalculable. La Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (Corpades) perdió un hijo, un padre, un hermano; perdió a uno de los suyos y por eso hoy sentimos un vacío; el hueco no será fácil de llenar.
Análisis Urbano también era su hogar y contamos con la fortuna de tener a este hombre grande en nuestro equipo; va a ser difícil dejar de esperar que un día, de un momento a otro, Jairo cruce las puertas para analizar, discutir y denunciar temáticas junto a nosotros, o simplemente para conversar, bromear y pasar el rato, porque, como en las buenas familias, Jairito hacía parte de nuestra cotidianidad.
Corpades, Análisis Urbano, las organizaciones sociales, la comunidad organizada –y la no organizada también-, la familia, los amigos y todos aquellos que lo conocimos y aprendimos de él, de seguro lo extrañaremos y sentiremos su ausencia como ardor en la piel: dolorosa, candente. Por ello no hay que permitir que su legado se pierda; él ya hizo su parte, depende de nosotros conservar y fortalecer su obra. Su historia.
Hoy nos despedimos de Jairo Maya con un hasta siempre compañero porque siempre estará entre nosotros; y cerramos este escrito con el corazón en un puño y con los ojos humedecidos. Intentaremos honrar la bandera que él nos deja, pero será difícil. Esta remembranza ni siquiera alcanza a hacerle justicia a su grandeza.
Hasta siempre Jairito, aún lloramos tu ausencia.
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Vídeo tomado de Ciudad Comuna
