Soldados rechazan volver a Gaza, donde Israel eligió la «venganza» antes que a los rehenes

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Jóvenes soldados, muchos de ellos reclutas que cumplen el servicio militar, obligatorio en Israel para chicos y chicas, caminan por las calles de Jerusalén. EFE/ Alejandro Ernesto

Tel Aviv, 14 de noviembre de 2024.- En una sala de guerra del Ejército israelí donde se decide a quién disparar y a quién no en Gaza, el reservista Michael Ofer Ziv llegó a escuchar la frase «no hay inocentes en la Franja», y vio un ansia de venganza entre sus compatriotas y un inmovilismo hacia la paz de su Gobierno que le empujaron a convertirse en uno de los más de 130 soldados que públicamente se niegan a volver al enclave.

Suspendido del Ejército por decisión propia, Michael explica en una entrevista con EFE cómo en ocasiones, cuando sus drones captaban la imagen de un palestino, él y sus compañeros debatían si abrir fuego a pesar de que la probabilidad de que fuera civil era del 50 %: «Ellos dirían que no era tan malo, que matar a lo que llamaban un ‘presunto civil’ no era lo peor que podía pasar».

Él es uno de los 130 reservistas que el 9 de octubre firmaron una carta dirigida al primer ministro, Benjamín Netanyahu; al ahora destituido ministro de Defensa, Yoav Gallant; y al jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, negándose a volver a combatir si el Gobierno no buscaba «inmediatamente» un acuerdo que saque de Gaza a los 97 rehenes que siguen en el enclave desde su secuestro por Hamás el 7 de octubre del año pasado.

«Objetivos de guerra»

Desde Refuser.org, plataforma internacional que presta asistencia a objetores de conciencia israelíes, Matan Helman y Shimri Zameret, director y presidente de la organización, respectivamente, y también objetores, estiman que el número de los que han desertado públicamente ha subido desde que comenzó la guerra hasta los 165.

El Gobierno de Netanyahu defiende que no parará su ofensiva en la Franja, que ha causado más de 43.700 muertos, hasta lograr tres objetivos: destruir a Hamás, rescatar a los rehenes y devolver a los evacuados de la frontera, y también a los del norte, a sus hogares.

Sin embargo, parte de la ciudadanía israelí ve en el curso de la guerra cada vez más distancia con estos objetivos, y muchos denuncian que el conflicto se prolonga más de un año por intereses particulares del primer ministro, que busca conservar el apoyo de sus socios extremistas, los ministros Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, y esquivar el juicio que enfrenta por corrupción desde 2020.

«No creo en la misión», lamenta Max Kresch, que también firmó la carta contra la guerra. «No creo que el Gobierno esté haciendo todo lo que puede para rescatar a los rehenes, y tampoco creo que tengan en cuenta mis intereses ni los del país. Lo único que importa es la supervivencia política de Netanyahu», afirma.

El fracaso de la tregua acordada entre Israel y Hamás en noviembre del año pasado, en la que 105 rehenes lograron salir con vida de Gaza gracias a un intercambio por 240 presos palestinos, fue para Michael una de las grandes señales del inmovilismo del Gobierno hacia el rescate de los cautivos.

Rehenes asesinados

El 15 de diciembre de 2023, cuando su servicio había concluido, llegó «la gota que colmó el vaso» y le llevó a decidir que no volvería a la guerra: las tropas mataron por error a tres rehenes en Gaza. Le demostró que la presión militar que Netanyahu defendía como estrategia para salvar a los rehenes en realidad los estaba matando.

El propio incidente, el asesinato de tres personas que pedían socorro en hebreo, sin camiseta y portaban una bandera blanca, mostraba la «decadencia moral» de Israel en la guerra: «Seguro que ha ocurrido muchas veces de forma similar cuando las víctimas eran palestinas».

En una llamada con EFE, Helman apunta a que este incidente forma parte de la «bola de nieve» que hace que cada vez más soldados vean la renuncia como opción, aunque sean minoría: «Empiezan a darse cuenta de que esta guerra y su justificación, como los rehenes o la seguridad de Israel, no son reales».

En la sala de guerra, Michael fue testigo de debates sobre si detonar por completo una escuela en Gaza, en los que vio la creciente distancia entre los objetivos declarados del Ejército y sus acciones. «Decidir reducirla a escombros tiene que ver con la necesidad de venganza y de enseñar quién es el jefe. Escuché a compañeros decir ‘cuando vuelvan verán que no hay escuela y aprenderán la lección'», lamenta.

A sus pies, mientras habla, el reservista tiene varias pancartas de la organización pacifista Standing Together, donde se lee en árabe y hebreo: «Acepten un acuerdo, paren la guerra y salgan de Gaza».

Él, sin embargo, aspira a marcharse con su pareja a EEUU: «No queda nada por lo que luchar. Si no podemos luchar por los rehenes, no merece la pena», asevera.

Paula Bernabéu

EFE