Sri Lanka sigue agotando sus reservas convertido en el país de la escasez

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Colombo, 21 de julio de 2022.- Hassan gasta los últimos litros de combustible buscando un sitio para recargar la bombona de butano de su casa en una barriada de Colombo. En la peor crisis económica de la historia de Sri Lanka, las reservas de las tiendas del vecindario se agotaron hace más de tres semanas y la isla se ha convertido en el país de la escasez.

Las reservas de esta nación de 22 millones de habitantes comenzaron a caer bajo mínimos en noviembre pasado. Sin dinero para importar sus necesidades y muy endeudada con sus acreedores, comenzaron también a desaparecer los productos de los anaqueles, y finalmente de la despensa de este padre de dos hijos que pasa los días cazando productos básicos en las tiendas del barrio.

Una niña en Sri Lanka. EFE/ Indira Guerrero

«No hay fecha para el próximo cargamento de gas, nunca nos dicen, hace tres semanas que no recibimos nada», explica Naden, dueño de una de las tiendas distribuidoras en la comunidad de Slave Island, en el centro de la capital esrilanquesa.

Sin combustible para el transporte, los niños no han vuelto a clase en semanas, los vecinos han reunido leña para cocinar hasta que llegue el próximo cargamento y cada día salen a pie decenas de trabajadores que recorren kilómetros para llegar hasta sus oficinas.

“Nos resulta difícil encontrar gas para cocinar. Debemos esperar, cuando hay existencias de gas de cocina, el Ejército o la Policía nos informan. Obtenemos una ficha y con ella vamos a hacer fila en la tienda para comprarlo», relata una mujer mientras atiza las brasas de un fogón para el almuerzo.

INFLACIÓN EXORBITADA

Los últimos datos oficiales del Gobierno esrilanqués indican que la inflación de alimentos subió hasta un exorbitante 80,1 % en junio y el salario del esposo de Farisana ya no es suficiente para comprar los alimentos disponibles en el mercado.

Los productos que solían comprar en las tiendas comenzaron a escasear a medida que se agudizó la crisis y los que quedan disponibles son inaccesibles para la mayoría de las familias de esta comunidad.

«Ahora solo comemos dos veces al día, comemos solo en el almuerzo y en la cena, porque incluso el pan para el desayuno es costoso y no nos lo podemos permitir», dice a Efe la ama de casa de Slave Island.

Naden ha esparcido una docena de bollos de pan para ocupar los espacios vacíos de su mostrador, cada vez hornean menos porque los compradores que cargaban con bolsas llenas de panecillos ahora solo vuelven de vez en cuando a comprar una pequeña pieza.

Los coches aparcan hasta por cinco días en interminables colas frente a las estaciones de servicio esperando el próximo despacho de gasolina, y con solo unos pocos autobuses pasando cada tanto, las personas se cuelgan de las puertas de estos vehículos y sacan la cabeza por las ventanillas para tomar un poco de aire

ESPERANZAS DE CAMBIO

La crisis económica tocó fondo hace semanas y una revuelta civil de miles de personas desesperadas por el empobrecimiento presionó a la renuncia del Gobierno del presidente Gotabaya Rajapaksa, con la esperanza de que una nueva Administración trajera soluciones a la situación.

Este jueves, un nuevo presidente tomó juramento frente al Parlamento, pero la crítica situación de Sri Lanka no tiene una salida fácil.

Una tienda en Sri Lanka. EFE/ Indira Guerrero

La nación que entró en impago de su deuda exterior el pasado abril tiene problemas para conseguir nuevos créditos para combustible o alimentos, por temor a que tampoco pague las nuevas deudas.

La crisis económica de esta nación ha arrastrado la suerte de Mohamed Shahardeen y de su familia desde el comienzo de la pandemia del coronavirus cuando se quedó sin empleo. Junto con Sri Lanka, este obrero de 72 años ha ido entrando en bancarrota.

El nuevo presidente de la nación ha sido primer ministro al menos seis veces, y aunque repitan que el político tiene experiencia administrando el Gobierno, para Shahardeen la salida no está a la vuelta de la esquina y no se arregla con la llegada de otro dirigente.

«El pan es seis veces más caro de lo que solía ser. Hemos empeñado todas nuestras joyas y sólo tenemos dos comidas al día. Independientemente del Gobierno que venga, llevará tiempo que la economía mejore”, dice el hombre, sentado a oscuras en el porche de su casa en medio de otro cotidiano corte de luz.

El turismo, principal fuente de divisas para el país, ha quedado prácticamente paralizado por la crisis, e incluso hoteles de cinco estrellas funcionan con un personal y una carta de alimentos reducida.

Los triciclos de motor, populares medios de transporte en Asia, aguardan en las esquinas desoladas esperando por los pocos turistas dispuestos a pagar las altas tarifas de recorridos, cinco veces más altas dadas las horas que se necesitan para cargar un tanque.

Para Farisana no hay mucho que decir sobre su país, «es lo que ves, no hay nada: o todo es costoso o está escaso».

Indira Guerrero

EFE

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