Johannesburgo, 15 julio de 2021.- Un total de 117 personas han fallecido hasta hoy en los disturbios y saqueos masivos ocurridos en Sudáfrica en los últimos días, como consecuencia de los cuales se practicaron más de 2.000 detenciones, confirmó este jueves el Gobierno sudafricano.
Aunque en esta jornada aún se reportaron algunos incidentes y la situación es «volátil» en algunas áreas, la ministra sudafricana de la Presidencia en funciones, Khumbudzo Ntshavheni, aseguró en unaconferencia de prensa que la situación está «más calmada» y que se está logrando restaurar el orden.
La región más afectada por el estallido de violencia es la oriental provincia de KwaZulu-Natal, donde el balance de muertos es de 91 y el de detenidos a 1.478.
En el otro gran epicentro de los disturbios, la provincia de Gauteng (donde están Johannesburgo y Pretoria), los arrestos se cifran en 725 y las víctimas mortales en 26.
La ministra también señaló que hay doce personas investigadas como presuntos «instigadores» iniciales de esta oleada de violencia -que el Ejecutivo sudafricano ha definido como un «sabotaje económico» al país- y que uno de ellos está ya en custodia policial.
Con la situación casi estabilizada y una presencia militar en las calles que ya asciende a 10.000 soldados, centenares de sudafricanos están dedicados hoy a las campañas para limpiar las huellas de la devastación de los últimos días.
La oleada de incidentes comenzó el pasado 9 de julio, inicialmente en forma de protestas por el encarcelamiento del polémico expresidente Jacob Zuma (2009-2018) por desacato judicial, al negarse reiteradamente a declarar por corrupción.
En los siguientes días, los altercados se replicaron en otras zonas -especialmente en Johannesburgo- y se fueron tornando en una caótica oleada de disturbios y saqueos masivos, con turbas arrasando centros comerciales y tiendas, quemando edificios y vehículos y cortando carreteras y calles.
El estallido de violencia se veía así alimentado por problemas sociales preexistentes, como la extrema desigualdad, el desempleo, los elevados niveles de criminalidad general en el país y el malestar por la pandemia de la covid-19.
El propio presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, comparó el lunes pasado la magnitud de estos incidentes con los niveles de violencia que la nación austral vivió a principios de los años 90, durante la convulsa transición entre el sistema de segregación racista del «apartheid» y la llegada de la democracia (1994).