Es de resaltar que, a partir del conflicto territorial mencionado, se han exacerbado, de un lado el regionalismo antioqueño y del otro, la animadversión de una parte de la población nacional hacia nosotros los denominados “paisas”, situación mucho más visible en las redes sociales, que dicho sea de paso, se han convertido en el desfogue de las peores pasiones del ser humano.
En la ciudad se observan zonas como el parque Lleras, la Villa de Aburrá, la carrera 70 en los sectores aledaños a la calle San Juan y al Aeroparque, entre otros, donde los dueños de los establecimientos públicos se apoderan de vías, aceras y zonas verdes con la mirada cómplice de quienes están obligados a hacer cumplir las normas en este aspecto.
Aunado a lo anterior, aunque con menos relevancia mediática, se presentan excesos y abusos del Estado en contra de los particulares, lo que resulta inconcebible si consideramos que dicho ente gubernamental encuentra su origen y se desarrolla a través del mandato de sus ciudadanos.
Es así como hemos llegado al imperio y/o dictadura del mercado, donde el ciudadano se convierte en consumidor y la dignidad humana en un derecho negociable de acuerdo con los intereses del comercio internacionalizado; por ello, quien consume se respeta como ciudadano y adquiere mayor «estatus» a mayor consumo.