Cada noche de estos nueve días, sus hijos intentaban consolarla, entre ellos Iván le insistía que descansara y la consolaba en esos duros momentos. Sin embargo, María Gladys decía, señala su hijo, que iba a aguardar sentada en la cama. “Yo voy a esperar a que llegue, porque él ya va a llegar”, manifiesta.