El triángulo que crean los municipios de Tarazá, Cáceres y Caucasia se ha convertido en un espacio de disputa territorial, en donde la guerra no da tregua y los índices de homicidios crecen en la misma medida en que se enriquece el crimen, que además de ser narcotraficante, explota la minería ilegal y envenena el río Cauca. El Bajo Cauca está perdiendo la guerra.
Ahora, le corresponde a Rodrigo Suárez Castaño, director de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, Anla, decidir si acepta o no la modificación de la licencia. Entretanto, los pobladores de las zonas aledañas al río Cauca están en alerta y adportas de repetir la historia reciente con la compuerta de Hidroituango, que solo les dejó una grave tragedia ambiental cuyos efectos aún se siguen sintiendo.
En días pasados, en circunstancias similares, personas que se movilizaban en moto por la vía a la Costa Norte fueron asesinadas por integrantes de los Caparrapos: Juan Gabriel Serna Bertel, María Angélica Roche López, Arnaldo Sánchez, Judith Sánchez Villadiego y Yosiris Martelo.
Al parecer, cuando iban en mitad del camino, en el corregimiento El Doce, de Tarazá, la moto tuvo una falla mecánica. La llevaron a un taller, en el que repararon la moto XTZ Yamaha. Al salir de ese sitio fueron abordados por sujetos igualmente motorizados que los obligaron a seguirlos. Luego no se supo más de ellos, según relató una fuente anónima a las autoridades.