Tatequieto a atornillados en el poder sigue en veremos

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El pasado 26 de agosto se cumplieron dos años de un mandato popular histórico: la consulta anticorrupción. Si bien los resultados no fueron suficientes para materializar un proceso que movilizó a 11,4 millones de votantes (uno de cada tres colombianos habilitados para sufragar), sí fue un duro y contundente mensaje a la clase política. Por ello, en su momento, el presidente Iván Duque y el Congreso se comprometieron a hacer realidad la voz del pueblo. Sin embargo, pasado este tiempo, el balance es agridulce, tanto que en el parlamento aterrizará una vez más uno de los puntos que sigue en veremos: el que limita a tres los períodos para permanecer en un cargo de elección popular.

Este mandato, el séptimo y último de la consulta, recibió el espaldarazo nada menos que de 11,3 millones de personas: más de la votación que hoy tiene al propio Duque en la Casa de Nariño. Empero, se ha hundido dos veces en la actual legislatura (2018-2022), por no hablar de un fallido intento en 2017. Ahora, con un respaldo multipartidista, el proyecto vuelve al Congreso. Pese a ello, sin la efervescencia de 2018, con un país en pandemia y una corporación sesionando desde la virtualidad, la iniciativa enfrenta un difícil y enredado camino.

El acto legislativo —es decir, que implica modificar la Constitución y requiere ocho debates— propone que los miembros de Senado, Cámara, asambleas departamentales, concejos municipales y juntas administradoras locales, no puedan ser elegidos por más de tres períodos —consecutivos o no— en la misma corporación. Se trata, sin más, de una iniciativa para hacerles frente a quienes se atornillan en el siempre apetecido poder y abrir el espectro a la espera de nuevos liderazgos.

No es un asunto menor. Según datos de la Misión de Observación Electoral (MOE), cuarenta de los 108 senadores elegidos en las últimas votaciones no estaban en la corporación en 2014. No obstante, solo 29 de ellos eran nuevas caras, pues “los demás vienen de las mismas casas políticas o son exsenadores que regresan luego de un período”. Ello indica que apenas uno de cada cuatro senadores hoy representa verdadera renovación.

“Ponerle límite a la reelección y que sean solo tres períodos garantiza un equilibrio entre experiencia y renovación. Es anormal que haya concejales o ediles que lleven cuarenta años en el cargo. No es un beneficio para la mayoría. Este proyecto es una deuda democrática del Congreso con los colombianos que votaron la consulta anticorrupción”, argumenta Angélica Lozano (Alianza Verde), una de sus promotoras.

De hecho, desde el propio partido de gobierno, el Centro Democrático, hay quienes apoyan el proyecto. Para el senador Santiago Valencia, se trata de algo saludable para la democracia, aunque reconoce que en el uribismo hay división frente al tema. “Algunos decimos que garantiza renovación y otros —que es muy válido también— aseguran que en Colombia es muy difícil hacer liderazgo político y alcanzar escenarios de poder. Yo lo apoyo, pero estoy sujeto a la disciplina de mi partido y lo que decida la mayoría”.

Entre quienes no ven con buenos ojos la iniciativa se cuenta el senador Efraín Cepeda, del Partido Conservador, que ocupa esa dignidad desde 1991. Para el parlamentario, más allá del tiempo, el asunto en el Congreso es de calidades. Por ello, no le parece negativo que un congresista, por su labor, sea apoyado cinco, seis o más veces.

“Esa es la madurez de la democracia, del sistema político. En Estados Unidos los jueces son casi de por vida y hay un esquema que se respalda. El Congreso debe tener un equilibrio entre jóvenes y veteranos, esa simbiosis genera resultados positivos. La regla de oro de una democracia es el escrutinio popular. La voz del pueblo es la voz de Dios, y eso no se puede coartar por ninguna norma”, argumenta.

Desde una orilla opuesta, la organización Transparencia por Colombia —a través de su director, Andrés Hernández— celebra la iniciativa y no deja de advertir que es un pendiente ante un mandato popular. Incluso, señala que un proyecto de este calibre podría ayudar a recomponer el sistema de pesos y contrapesos en el país, hoy maltrecho por el poder que Duque ha acumulado en organismos como la Fiscalía, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, donde ha logrado poner a cercanos suyos e incluso a quienes fueron sus propios funcionarios.

No obstante, insta a ampliar el debate y que no solo sea una iniciativa de la consulta de hace dos años, sino que el Congreso —en tiempos de pandemia— se comprometa con una agenda clara y, si se quiere, más ambiciosa contra la corrupción. Así, dice el director de Transparencia, no solo se garantizaría renovación, sino una participación política mucho más dinámica.

“Ojalá se pudiera ampliar el debate hasta una agenda legislativa anticorrupción que hoy requiere el país y pedirle al Congreso que de verdad legisle sobre ella. De esa manera, no sentiría que aborda el tema por solicitud de una u otra fuerza política, sino que realmente hay una agenda nacional. Serviría de equilibrio de poder para un Congreso que debe ser mucho más fuerte en plantear su independencia y liderazgo, respecto a la separación de poderes, en la lucha contra la corrupción y control al Ejecutivo”, explica Hernández.

Pese a las bondades de la iniciativa, sus mismos impulsores no auguran los mejores resultados. “El primer tropiezo es que hoy hay un Congreso virtual. Por tratarse de una reforma constitucional se requeriría una sesión presencial. Ya no hay excusa, hay apertura”, agrega Angélica Lozano, mientras que Santiago Valencia asegura que no le ve ambiente en el Senado.

Lozano destaca un respaldo creciente del Centro Democrático, pero espera que Cambio Radical dé un espaldarazo decidido a la iniciativa; de lo contrario, sabe que enfrentará dificultades para sacar avante el proyecto. Por ahora, el proyecto aterriza con el respaldo parlamentario de dos miembros de Cambio Radical, uno del Partido Liberal, otro de la Lista de la Decencia y el resto de la Alianza Verde. ¿Podrán sus promotores sumar más apoyos en su cruzada? ¿O definitivamente la idea quedará condenado al olvido? La discusión apenas comienza.

Tomado de El Espectador

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