Timochenko le reprocha a Iván Márquez el “haberse ido sin ninguna explicación”

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La fractura al interior del partido de la Farc era un secreto a voces hasta este miércoles. Dos días después de la demoledora carta que hizo pública Iván Márquez reconociendo que “fue un grave error haber entregado las armas”, Rodrigo Londoño, antes Timochenko, tomó el toro por los cuernos y aseguró que «debe reconocer la necesidad de marcar distancias con ellos».

A través de una carta divulgada hace unas horas, el máximo representante del partido político que surgió fruto de los acuerdos, le recuerda a Márquez y los excombatientes que están a su lado los compromisos que adquirieron, los errores que cometieron y el costo que viene pagando la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común por «haberse ido sin ninguna explicación».

«Desafortunadamente Iván no percibió la dimensión del puesto que nuestra larga lucha lo llevó a ocupar. Se fue, sin ningún tipo de explicación, y se negó a ocupar su curul en el senado, dejando acéfala nuestra representación parlamentaria en el momento que más requería su presencia», le dice.

Renglón seguido le recuerda que aunque el partido de la exguerrilla viene pasando por momentos difíciles, con su presencia parlamentaria, «es probable que esa situación fuera menos dura. Como lo hubiera sido, de no existir esa extraña y peligrosa relación con su sobrino Marlon Marín, relación que terminó por enredar a Santrich y enlodar nuestro trabajo político. Aquí cabría también una sincera autocrítica de Iván».

La misiva que responde el más duro pronunciamiento que se conozca del exjefe del equipo negociador de la Farc en La Habana, precipitó la fractura que muchos analistas tenían cantada desde hace meses. A pesar de que los voceros de la Farc habían optado por guardar silencio frente al tema, los cierto es que la estrategia no aguantó más.

«Suscrita y cumplida la dejación de armas, no se trataba de sentarnos a lamentar con nostalgia los días de la guerra, sino de ponernos en movimiento general para dar a conocer a todos los colombianos y colombianas el sentido y los alcances del acuerdo. Nuestro partido nació con el propósito de tender lazos y puentes con todos los sectores de la vida nacional, a fin de ganar simpatías, solidaridad y unidad de propósito hacia la creación de un nuevo país. Los planes de combate y el enfrentamiento quedaban atrás para siempre», manifiesta Londoño.

Según dice, «estamos convencidos de que no vamos a lograrlo empuñando un arma, sino valiéndonos del poder de la palabra, tal como nos comprometimos en la ciudad de Cartagena». Por eso, le dice que «no podemos echar a perder lo ganado hasta hoy, por compleja que pueda ser la tarea que nos resta». Con su actitud y quienes lo rodean le dice Londoño a Márquez, se «pisotea la autoridad moral del partido».

En el extenso relato de cuatro páginas antes de invitarlo a la autocrítica, le recuerda que «durante la confrontación libramos una doble batalla, contra nuestro adversario en armas, y por ganar la mente y el corazón de la población. Hay que reconocer que en buena medida, a lo largo de los años, fuimos perdiendo la segunda. En parte por una muy buena estrategia comunicacional diseñada desde el poder (…) Claro, también cometimos errores. Los desarrollos del proceso y del acuerdo de paz nos han permitido comprender que sí hubo hechos reprobables en la confrontación, que dieron base a nuestros adversarios para crucificarnos con su campaña mediática».

A pesar de que Londoño le advierte que en las antiguas Farc las más trascendentales decisiones en torno a su línea estratégica tenían un origen democrático, lo cierto es que hace unos meses en una entrevista que Márquez le concedió a El Espectador, responde que firmó aunque no estaba de acuerdo por la línea de mando. El punto de quiebre entre las dos lineas que se terminaron de fracturar este miércoles, tiene que ver con los tiempos en que se pactó la dejación de armas.

Es decir, para la corriente de Márquez las armas se debían ir entregando en la medida en que el estado ejecutaba lo que se pactó. Para ellos, las armas eran la única herramienta para presionar al Estado. Ahora bien, para muchos, era una estrategia poco viable y razonable. Por lo mismo no tuvo mucho eco en La Habana. Habría sido casi imposible ejecutar el tránsito a la vida civil no solo por la idea de a estas alturas todavía tener hombres en armas, sino también porque muchas iniciativas tienen plazos de ejecución de hasta 15 años.

Si bien la dejación de armas, que se cumplió con todas las de la ley, fue un punto de quiebre importante dentro del partido, no es el único. A la lista se suma la captura de Jesús Santrich y las recientes posturas que viene adoptando el partido frente a su caso y la implementación del acuerdo de paz. Habrá que ver los efectos que se desprendan de la decisión que finalmente tomó la Fuerza Alternativa del Común de hacerse a un lado de aquellos hombres que se marginaron de la implementación del acuerdo.

La escena es preocupante si se tiene en cuenta que el asesinato de Wilson Saavedra, el primer excomandante de las Farc asesinado, dejó a muchos desmoralizados. Esto sin contar los 126 exmiembros de la guerrilla que han sido asesinados a la fecha. El panorama se torna aún más complejo si se combina con la recaptura de Santrich la semana pasada y los evidentes incumplimientos del Estado.

«En las cárceles todavía tenemos más de 300 compañeros. Si llegaran a salir en libertad hoy, se encontrarían con que en agosto se vence el término de los Espacios Territoriales de Capacitación y Normalización (ETCR), de los alimentos y la renta básica. Eso quiere decir que salen a la intemperie jurídica, física y socioeconómica. No es tiempo para pedir calma», le dijo a SEMANA el congresista de la Farc Benedicto González.

Además de Márquez, la carta se refiere a más de una decena de excomandantes que hace rato desaparecieron de la escena pública como el Paisa y Romaña. Además, del Zarco Aldinever, Albeiro Córdoba, Enrique Marulanda, Rusbel Ramírez e Iván Marchan. Y es que de hecho, la carta conocida el pasado lunes hace referencia a comandantes del antiguo Estado Mayor Central de las Farc, y comandantes de frentes y columnas, «impactados por la traición del Estado al acuerdo de paz de La Habana».

Tomado de Revista Semana