Como una estrategia del gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para lograr su reelección calificó el expresidente Ernesto Samper la decisión de incluir a Cuba en la lista de países que no cooperan para atacar el terrorismo internacional.
La medida de EE. UU. fue tomada, entre otras razones, por la protección que ha brindado la isla a los jefes del Eln, pedidos en extradición por Colombia.
Para Samper, “todo el mundo sabe” que Cuba no es un auspiciador del terrorismo internacional, y la decisión estadounidense, en cambio, afecta los acercamientos de paz que había entre el Gobierno Nacional y esa guerrilla.
“Desde hace mucho tiempo, Cuba tomó la decisión de no solamente rechazar el terrorismo, sino no participar en actividades que se pudieran considerar contrarias a los intereses de los países”, le dijo Samper a EL TIEMPO.
¿Qué opinión le merece que Estados Unidos considere a Cuba un país que no coopera contra el terrorismo?
Era una decisión esperada, porque forma parte de una estrategia reeleccionista del presidente Donald Trump, de enemistarse con Cuba y Venezuela en la medida en que tiene amigos políticos que son enemigos de esos dos países dentro de Estados Unidos. Eso era algo que estaba esperando desde hacía tiempo. Creo que -contrario a lo que piensa el gobierno de Colombia, de que fue un espaldarazo a la decisión de pedir la extradición de los negociadores del Eln- lo que sucedió fue que Estados Unidos utilizó a Colombia y la solicitud de extradición para justificar la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas.
¿Cree que el tema del Eln ha causado ruido entre Colombia y Cuba?
Desde hace tiempos se han venido presentado unas diferencias entre Colombia y Cuba porque el Estado colombiano, así el gobierno en su momento no fuera el de Duque sino el de Santos, suscribió unos protocolos con Cuba y con Noruega -que están protegidos internacionalmente-, por medio de los cuales los países garantes de los acuerdos de paz de La Habana se comprometían a que, en caso de que no prosperaran las negociaciones, devolverían a sus sitios de origen a los negociadores que estaban en la mesa de La Habana. Exigirles en este momento a Cuba o a Noruega que rompan ese compromiso, prácticamente pondría en vilo todos los acuerdos que se están negociando en el actual momento, quedarían en el aire y sometidos a esa interinidad.
¿Es decir que Colombia no debería desconocer esos protocolos?
Lo que ha hecho el gobierno de Colombia es un acto temerario, que, a mi juicio, compromete seriamente la credibilidad internacional del país, porque es el desconocimiento, en materia grave, de unos acuerdos que fueron suscritos por el Estado colombiano, así en ese momento el presidente fuera Santos, tal y como ahora es el presidente Duque. Por eso no entiendo la felicidad del comisionado de guerra -porque no es de paz sino de guerra-, el señor (Miguel) Ceballos, de reivindicar la decisión de Estados Unidos como un triunfo cuando en el fondo es una vergüenza para el país, que así comienza a presentarse como un matón internacional.
Para usted, ¿este episodio aleja las posibilidades de acercamientos entre el Gobierno y el Eln?
Por supuesto. En el fondo es una ruptura de las negociaciones. El gobierno del presidente Duque, en lugar de tomar una decisión sobre continuar adelante con los diálogos, cuando ya se había negociado un cese bilateral del fuego entre el gobierno de Santos y el Eln, que le hubiera servido mucho al país en las actuales circunstancias, ha mantenido en el limbo la mesa de negociación con el Eln. Pero con la decisión tomada por Estados Unidos y la expresión de júbilo del Gobierno Nacional de reivindicar esto como un triunfo, es claro que nos estamos devolviendo a hace 10 años, cuando se consideraba que la acción de las guerrillas era terrorista, que había que combatir militarmente y que no cabía ninguna posibilidad de reconocerles el estatus político para negociar con ellos. Lo que ha hecho el Gobierno, en el fondo, es devolver a los actores del Eln a un tratamiento de terroristas, para combatirlos militarmente y, de alguna manera, está cerrando, por detrás, la puerta de cualquier negociación.
¿Y qué piensa usted de esta situación?
Yo lo lamento sinceramente, porque la continuación lógica del proceso era terminar en unos acuerdos con el Eln. ¿Que hay hechos de guerra?, precisamente para eso se hacen los acuerdos de paz, para acabar con las guerras. ¿Que hubo atentados y demás?, es cierto, como los hubo con las Farc, pero precisamente para eso se abre la mesa de negociación: para que haya un compromiso inicial de humanización del conflicto mientras se negocia la paz. Realmente creo que es un episodio lamentable en la política internacional de Colombia, porque hemos renunciado a principios rectores que habíamos venido predicando con credibilidad en el mundo.
¿A qué atribuye que el gobierno Duque desconozca esos protocolos que se habían firmado en la administración pasada?
Al interés de prestarle un servicio al gobierno de los Estados Unidos de que tenga una disculpa para meter a Cuba, gratuitamente, en la condición de país terroristas. Por lo demás, todas las listas y certificaciones que hace Estados Unidos alrededor de temas como los derechos humanos, la lucha antiterrorista, el narcotráfico son listas de amigos y de enemigos. En el fondo no son unas listas objetivas, sino políticas, como las de la Inquisición. Lo que preocupa realmente es que el gobierno de Colombia se haya prestado, de alguna manera, a esta estrategia para terminar involucrando a Cuba en actividades terroristas.
¿Usted cree que verdaderamente Cuba está implicada en actividades terroristas?
Todo el mundo sabe que no están cumpliendo actividades terroristas. Sus acciones tienen que ver con el envío de médicos, misiones médicas y profesionales. Desde hace mucho tiempo Cuba tomó la decisión de, no solamente rechazar el terrorismo, sino no participar en actividades que se pudieran considerar contrarias a los intereses de los países.
Usted dice que Miguel Ceballos no es comisionado de paz sino de guerra, ¿por qué?
Porque él ha estado sistemáticamente saboteando cualquier posibilidad de sostener los acuerdos de La Habana o avanzar en los acuerdos del Eln. Se ha dedicado a la persecución de los bienes de las Farc, a sacar la gente de las listas. En el caso del Eln, los ha acosado exigiéndoles que se comprometan -para reactivar las negociaciones- a aquello que precisamente sería materia de las negociaciones. Ha sido una calamidad. Si ese es el comisionado de paz, no me imagino cómo sería un comisionado de guerra.
¿Acabar con las acciones terroristas y liberar a los secuestrados, como ha pedido el Gobierno al Eln, no deberían ser unos mínimos para reactivar los diálogos?
Así estaba planteado en Quito. Cuando estaba de presidente de la comisión Juan Camilo Restrepo, delegado del Gobierno, se definieron unos mínimos humanitarios. Hubo un reconocimiento del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y un rechazo a conductas como reclutamiento de menores, secuestros y afectaciones del medio ambiente, entre otras, que estaban previstas dentro de un acuerdo humanitario, que era lo primero que se hubiera podido hacer en un cese bilateral del fuego. Si hubiera existido de parte del gobierno del presidente Duque la mínima voluntad política de avanzar en esas negociaciones, se hubiera podido firmar el cese bilateral del fuego, que estaba ya acordado cuando terminó el gobierno de Santos, y posteriormente los acuerdos humanitarios, que hubieran permitido, mientras se hacían las negociaciones correspondientes, sacar a la población civil inocente de todos estos comportamientos que, por supuesto, eran absolutamente inaceptables tanto para el Eln como para las Fuerzas Armadas. Pero todos estos problemas que estamos en este momento confrontando tienen que ver con la falta de voluntad política del gobierno de Duque, no solamente para no avanzar con las negociaciones con el Eln, sino también en las posibilidades de que haya proceso, que quedaron, a mi juicio, muy maltrechas después de las declaraciones de guerra de este miércoles. Igualmente para sostener los acuerdos con las Farc, y esto es lo que en este momento puede explicar por qué siguen asesinando a los líderes sociales, que lo que están haciendo es pidiendo que les cumplan los acuerdo de La Habana.
Mucha gente en Colombia piensa que el Eln no tiene voluntad de paz, ¿usted qué cree?
La única manera de averiguar si existe o no es que se sienten en la mesa, que el Gobierno ponga por delante sus condiciones y lo propio haga el Eln en materia de humanización del conflicto. El error que se cometió entre el Gobierno y las Farc en el pasado proceso fue que unos y otros rechazaron la posibilidad de humanizar el conflicto con el argumento, absolutamente peregrino, de que no querían humanizar el conflicto, sino acabarlo. Eso es verdad, pero mientras que se logra acabar el conflicto, lo que se utiliza y está recomendado internacionalmente, es que las partes acuerden unos mínimos de respeto humanitario. Eso es lo que debían haberse sentado a acordar el Gobierno y el Eln desde hace dos años, en lugar de mantener esta situación de tenerlos en el limbo, y ahora la complicación adicional de tratar de forzar a Cuba y a Noruega a que incumplan como garantes de los acuerdos de paz. En qué quedarían los procesos de paz si por solicitud de una de las partes se puede poner presos a los que están de un lado de la mesa y entregárselos a la contraparte para que los juzgue y los castigue si no se pudieron poner de acuerdo.
¿Para usted cuál sería la fórmula para volver a los acercamientos entre el Gobierno y el Eln y lograr la paz completa que muchos reclaman?
La voluntad del Presidente de la República. Si el Presidente tiene voluntad de paz, que lo diga expresamente, que de alguna manera tome las decisiones que se necesitan para reactivar la mesa y no seguir en esta situación, que ya está causando estragos a la credibilidad internacional de Colombia.
Tomado de El Tiempo