Buenos Aires, 1 de abril de 2022.- Los mayores enemigos en la guerra de Malvinas para el exsoldado argentino Silvio Katz no fueron los militares británicos sino sus propios superiores, a los que acusa de torturas en una causa judicial que contiene cerca de 170 declaraciones de víctimas contra un centenar de militares.
Tras años de silencio, Katz, como decenas de exsoldados argentinos, se decidió a denunciar para sentar en el banquillo a los mandos militares; otros excombatientes aún hoy no tienen fuerzas para hablar.
«Creo que no debe morir nunca más un veterano ni por muerte natural ni por suicidio sin buscar esa justicia», dijo a Efe Katz, cuyo padre escapó del holocausto nazi y vino a vivir a Argentina en 1940.
Cuatro décadas después del final de la guerra que enfrentó a Argentina y el Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas, la Corte Suprema de Justicia tiene en sus manos una causa iniciada hace 15 años en la que se denuncia a un centenar de militares por presuntas torturas y vejámenes a soldados durante el conflicto bélico y en la que sólo hay cuatro procesados.
Ante la dilación de la causa, Jerónimo Guerrero, abogado del centro de excombatientes Islas Malvinas de la ciudad bonaerense de La Plata (Cecim), querellante en esta causa, dijo a Efe que el Poder Judicial «es cómplice de la tortura y está violando derechos humanos».
«Creemos que se ha hecho eco del pacto de silencio e impunidad que instaló la dictadura (1976-1983), con base en un diseño de política estatal orientado a que el pueblo argentino no sepa que pasó con sus soldados durante la guerra», añadió.
Actualmente, «la Corte Suprema de Justicia debe resolver si la acción penal está prescripta o no», explicó Guerrero, quien añadió que también han llevado el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que lo está evaluando.
CUARENTA AÑOS DE IMPUNIDAD
Con la acción bélica en Malvinas, en la que el grueso de los soldados argentinos eran jóvenes de entre 18 y 20 años que cumplían el servicio militar obligatorio, la dictadura militar buscaba revitalizar su gobierno, pero la derrota aceleró su caída.
Al conflicto bélico fueron soldados con escaso entrenamiento y sin abrigo ni calzado acorde con las bajas temperaturas en Malvinas.
Al volver de la guerra «se nos escondía por nuestra condición física y psicológica», y «se nos hizo cargo de la dura derrota a los soldados, nunca a los mandos; éramos vergüenza, se nos escondía, y no se nos daba trabajo», explicó Katz, quien se enteró de que iba a participar en el conflicto cuando le subieron a un avión rumbo a la islas, pese a que le habían dicho que su destino sería la austral ciudad argentina de Comodoro Rivadavia.
«Tuve también la desgracia de ser judío en la guerra de las Malvinas. Formé parte de un grupo donde tanto el oficial como los suboficiales tenían amor por el antisemitismo, por decirlo de una manera benévola, y fui torturado por mi condición religiosa», añadió Katz, quien regresó al continente con «pie de trinchera», una dolencia causada por el frío.
Aunque también denuncia torturas físicas, la que más le sigue doliendo a Katz es la psicológica por ser judío: el despertar y escuchar «traigan a ese judío que por su culpa vamos a perder la guerra porque son traidores» aún resuena en su cabeza.
El exsoldado Eduardo Ortuondo denuncia que fue estaqueado (un castigo que consistía en amarrar las extremidades del cuerpo a estacas) durante siete horas y media debajo de la nieve porque había metido el dedo en un vaso de mermelada.
Ortuondo, quien había terminado el servicio militar obligatorio en noviembre de 1981 y se presentó con 19 años como voluntario, recordó que estaban muy eufóricos cuando llegaron a Malvinas.
«Nunca supusimos que iba a pasar lo que pasó. Nunca supusimos que íbamos a tener un enemigo previo al británico que era el Ejército argentino», aseguró.
«Todo lo que hicimos en Malvinas lo hicimos con el corazón. Éramos recién salidos del secundario y cambiamos el uniforme del colegio por el uniforme del combate, pero hicimos todo lo posible por nuestra patria», enfatizó Ortuondo, quien cayó en depresión y lleva cinco años «con tratamiento psicológico y psiquiátrico a causa de esto».
DENUNCIAN TERRORISMO DE ESTADO EN MALVINAS
El secretario de Derechos Humanos del Cecim de La Plata, Ernesto Alonso, dijo a Efe que en esta causa hay denuncias «de asesinatos, muertes por hambre, abusos sexuales, antisemitismo, soldados que murieron crucificados en el piso bajo fuego enemigo, todo tipo de delito aberrante contra la humanidad».
«Lamentablemente el terrorismo de Estado se trasladó allí», según Alonso, quien detalló que «en todas las unidades militares que participaron en la guerra hay hechos denunciados» y «no fueron hechos casuales».
«Estos militares aún hoy no han explicado por qué torturaron a soldados en Malvinas, y se quieren escudar bajo la prescripción», afirmó Alonso, para quien «esta causa es el último tabú que queda de la dictadura argentina porque el largo proceso de Memoria, Verdad y Justicia, que construyó el pueblo argentino, aún no ha culminado con Malvinas».
La investigación tuvo su origen en una denuncia presentada en 2007 por el entonces subsecretario de Derechos Humanos de la provincia argentina de Corrientes, Pablo Vassel, quien recopiló los primeros 23 testimonios de exsoldados que daban cuenta de haber sido víctimas o testigos de torturas.
«Para mí esto eran crímenes de lesa humanidad porque continuaban la misma metodología que la dictadura tuvo con sus principales actores en el continente, en los campos de concentración, torturando a mujeres, secuestrando niños, tirando gente al mar», dijo a Efe Vassel.
«A Malvinas no fueron los generales ni los soldados libertadores de la patria, fueron los que habían sido entrenados para torturar y reprimir a su propio pueblo», añadió.
Para Vassel, la mejor manera de que la Corte «permita resolver esta situación, como se han resuelto otros crímenes atroces de la dictadura argentina», es que trabaje la Justicia.
«Ojalá haya justicia en mi caso, ojalá los que no murieron en acciones bélicas sino por torturas puedan descansar en paz y los que no pueden hablar, puedan contar su historia o descansar sabiendo que se hizo justicia», concluyó Silvio Katz.
Carmen Jiménez
EFE