Tras 6 meses de movilizaciones por la democracia, manifestantes de Hong Kong no se arrepienten

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Medio año después del inicio de las movilizaciones a favor de la democracia, algunos han perdido su trabajo, otros han quedado mutilados, o condenados u obligados al exilio, pero ninguno de los manifestantes se arrepiente del combate.

Seis meses después del inicio de las movilizaciones prodemocracia en Hong Kong, algunos han perdido su trabajo, otros han quedado mutilados, o condenados u obligados al exilio, pero ninguno de los manifestantes se arrepiente del combate.

El movimiento prodemocracia ha convocado este viernes otra masiva movilización para el fin de semana, y advertido a las autoridades locales proPekín que la protesta está lejos de debilitarse.

Esta movilización, sin precedentes desde la vuelta de esta excolonia británica a soberanía china en 1997, se inició el 9 de junio cuando una muchedumbre, estimada por los manifestantes en un millón de personas, tomó las calles de la megalópolis para denunciar un proyecto –ya enterrado– de autoriza extradiciones a China.

La movilización amplió entonces sus reivindicaciones para exigir reformas democráticas y denunciar las crecientes injerencias del gobierno de Pekín en este territorio semiautónomo, basado en el principio de «un país, dos sistemas», llamado a garantizar las libertades hongkonesas.

Las fuerzas de seguridad han replicado sin miramientos ante unos manifestantes que hicieron frecuente uso de cócteles molotov y toda clase de proyectiles.

Raymond Yeung, profesor de una elitista escuela diocesana para muchachas, se sumo rápidamente a la movilización. Estuvo presente el 12 de junio en los alrededores del Consejo Legislativo (Legco), el parlamento hongkonés, cuando una gigantesca manifestación acabó degenerando.

Un núcleo duro de manifestantes, dispuestos a todo, ingresó ese día en el patio exterior del LegCo, donde debía ser debatido el texto sobre las extradiciones, lanzando botellas, adoquines y barras de hierro contra la policía.

Las fuerzas del orden replicaron con gases lacrimógenos, lanzados contra los radicales, pero también contra una muchedumbre pacífica, congregada en los alrededores del lugar, lo que contribuyó a avivar el rencor de la población contra su policía.

Herido y arrestado

Aún hoy, Raymond Yeung no sabe qué tipo de proyectil le golpeó el rostro ese día, pero una cosa es cierta: sus ojos fueron impactados por las pulverizadas lentes de sus gafas y la visión de su ojo derecho quedó reducida a un 30%.

Detenido por participación en disturbios, fue liberado posteriormente.

Hoy, no lamenta nada.

«No pasa un solo día en que no me pregunte cómo puedo contribuir aún más a la causa» dice a la AFP. «El dinero y los placeres materiales son importantes, pero ya no tanto como antes».

Ryan, un estudiante de 19 años, que antes pasaba gran parte de su tiempo dedicado a los videojuegos, opina lo mismo.

Forma parte de los 6.000 manifestantes que han sido detenidos en este semestre de movilización, y ha tenido que pagar una multa de 5.000 dólares hongkoneses (570 euros, 640 dólares estadounidenses) por haber dañado un contenedor de basura.

«Antes de este movimiento se me decía que era alegre y optimista, pero ahora algunos me consideran un pesimista» afirma a la AFP.

«Ya no sonrío mucho, pues pienso en los manifestantes golpeados por la policía, o detenidos y no liberados todavía» explica.

Exilio

Para muchos, la vida ya no volverá a ser la misma.

Simon Cheng, exempleado del consulado de Gran Bretaña, se exilió en Londres tras haber sido detenido durante dos semanas en agosto por las autoridades chinas.

Pekín lo acusa de haber solicitado servicios de prostitutas pero él afirma haber sido torturado por agentes chinos que querían obtener información sobre las manifestaciones en Hong Kong.

«Estoy exiliado y es probable que nunca pueda volver a Hong Kong», dijo a la AFP en un mensaje por Telegram.

Pero él tampoco lamenta nada.

«Al fin puedo ser yo mismo, expresarme, trabajar, hacer lo que quiero con mi vida, ser un militante de la democracia y de las libertades», afirma.

Rebecca Sy, exazafata de Cathay Dragon, perdió su trabajo, cuando China presionó a las compañías aéreas para castigar a los empleados que apoyasen las movilizaciones.

Pero ella sigue siendo positiva: «Desde junio, escribimos la historia a diario».

«El gobierno chino cree que nos vamos a agotar, y que todo va a resolverse, pero no se da cuenta hasta qué punto los hongkoneses son determinados».

Tomado de El Espectador

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