Viena, 16 de abril de 2024.- Desde el colapso gradual del gran acuerdo nuclear (JCPOA) firmado en 2015 con seis grandes potencias y que limitaba bastante sus actividades, el programa nuclear de Irán ha avanzado mucho en los últimos años, aunque el país no dispone, por ahora, de armas nucleares.
Según el más reciente informe técnico del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), emitido en febrero pasado en Viena, Irán produce uranio altamente enriquecido, hasta el 60 %, un material que apenas tiene usos civiles pero sí militares.
Las cantidades son significativas, con unos 121,5 kilos de uranio enriquecido al 60 % al 10 de febrero pasado y otros 712,2 kilos con una pureza del 20 %, y a un ritmo de producción entre ambos materiales de unos 30 kilos por mes, según el recuento técnico del OIEA, la agencia nuclear de la ONU.
El acuerdo de 2015 limitaba la cantidad de uranio enriquecido almacenada en Irán a un máximo de unos 300 kilos y con una pureza no mayor del 3,67 %, lo que demuestra los avances desde que en 2018 el entonces presidente de Estados Unidos, el republicano Donald Trump (2017-2021) decidió abandonar el JCPOA.
Si bien el acuerdo, rubricado en su día por Irán junto con EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania, ya no se cumple en gran parte, el OIEA mantiene sus inspecciones y verificaciones del programa nuclear iraní.
Para producir una bomba nuclear se necesita uranio enriquecido por encima del 90 %, algo que los técnicos iraníes parecen dominar ya al haber perfeccionado el enriquecimiento hasta el 60 %.
«La triste realidad es que Irán ya sabe cómo construir armas nucleares», escribió en enero pasado el experto estadounidense David Albright, director del Instituto de Ciencia y Seguridad Internacional (ISIS) en Washington, en alusión a un clandestino plan nuclear militar descartado por Teherán en 2003.
«Hoy en día, (Teherán) sólo necesitaría una semana para producir suficiente uranio para su primera arma nuclear. Podría tener suficiente uranio de uso militar para seis armas en un mes, y tras cinco meses de producción de uranio de uso militar, podría tener suficiente para doce», precisó hace cuatro meses el experto, un exinspector del OIEA.
Irán asegura necesitar el uranio que produce para aplicaciones médicas y para un reactor científico en Teherán, ya que para su única central de generación de energía atómica, en Busher, al sur del país, ha firmado con Rusia un acuerdo a largo plazo para recibir combustible nuclear.
El programa nuclear iraní está repartido por numerosos centros situados en diferentes partes del país, todos muy vigilados y algunos incluso bajo tierra por razones de seguridad, como la fábrica de enriquecimiento de uranio de Fordó, cerca de Qom, en el centro de Irán.
Mientras, la principal planta de enriquecimiento se encuentra en Natanz, también en el centro de Irán, donde hay miles de centrifugadoras, de diferentes modelos y velocidades, para purificar uranio.
En Natanz se produjeron en el pasado algunos incidentes de sabotaje, atribuidos por Irán a Israel y sus aliados occidentales, como un gran ataque cibernético que en 2010 causó la destrucción de cientos de centrifugadoras.
Irán, que en 1970 firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), dispone además de un reactor de agua pesada, en la localidad de Arak, al suroeste de Teherán, donde se podría producir plutonio, otro material con el que se puede fabricar armamento nuclear.
Sin embargo, desde la firma del JCPOA Irán no ha proseguido con sus planes originales para ampliar el reactor de Arak, lo que el OIEA viene verificando y confirmando cada tres meses.
Otra importante instalación es la planta de reconversión de uranio, situada en la histórica ciudad de Isfahán, al sur de Teherán.
En ese lugar, que está protegido con baterías antiaéreas, el uranio se convierte en gas para su posterior enriquecimiento en la planta de Natanz.
Isfahán acoge además un centro de investigación atómico -con diferentes reactores de pequeño tamaño- construido en la década de 1970 con asistencia de Francia.
A finales de 2022, Irán anunció la construcción de una nueva central nuclear energética, en Darkhovin, al sur del país, con un reactor de 360 MW de potencia, inferior a los 1.050 MW que tiene la planta de Busher, que funciona desde 2011.
Jordi Kuhs
EFE