Washington, 2 octubre.- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de 74 años, dio positivo a la COVID-19, tras haber pasado meses subestimando la importancia de la enfermedad y haber reconocido que lo había hecho adrede para evitar el pánico en un país que es el más afectado por la pandemia, con más de 7 millones de contagios y más de 200.000 fallecidos.
En numerosas ocasiones, el mandatario ha expresado sus dictámenes sobre la COVID-19, no siempre con una base científica, mientras la enfermedad avanzaba sin freno por Estados Unidos
Estas son algunas de sus frases y actitudes más controvertidas respecto a la pandemia.
EN ENERO RECHAZÓ QUE HUBIERA PELIGRO PARA ESTADOS UNIDOS
El mismo día -26 de febrero- en que responsables sanitarios avisaban que EE.UU. debía prepararse para un aumento de los contagios y los gubernamentales Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) confirmaban el primer caso de alguien que no había viajado al extranjero ni había estado expuesto a ningún infectado, Trump restaba importancia a su posible propagación.
«Por todo lo que hemos hecho, el riesgo para los estadounidenses sigue muy bajo (…) Estamos listos para adaptarnos y preparados para hacer lo que tengamos que hacer si la enfermedad se expande, si es que se extiende. Como todos ustedes saben, el nivel que tenemos en nuestro país es muy bajo, y esa gente se está recuperando, o creemos que la mayoría de los casos están mejor o están mejorando», indicó Trump en una rueda de prensa en la Casa Blanca.
EL CALOR MATA LOS VIRUS
En febrero y marzo, conforme la pandemia se propagaba, Trump auguró que amainaría con la primavera.
«El calor, hablando en general, mata este tipo de virus», subrayó el mandatario, al tiempo que sugirió que Pekín le había transmitido su confianza en que el brote disminuiría en abril.
Esta opinión la repitió en varias ocasiones, como cuando dijo en febrero: «Saben, mucha gente piensa que se irá en abril con el calor, conforme el calor vaya entrando».
DESINFECTANTE, COMO POSIBLE TRATAMIENTO
En abril, el presidente provocó una gran polémica al sugerir en una rueda de prensa en la Casa Blanca que la luz ultravioleta y las inyecciones con desinfectante podrían ser un tratamiento efectivo contra el coronavirus, lo que ocasionó un aumento de las personas intoxicadas en EE.UU. por exposición a productos químicos.
En esa intervención especuló con la idea de que se pudieran hacer tratamientos con «luz ultravioleta» y siguió con una controvertida sugerencia: «Además, yo veo que el desinfectante, que lo noquea (al coronavirus) en un minuto, un minuto, así que si hay una forma de hacer algo con eso, inyectándolo adentro (del cuerpo) o casi como una limpieza», afirmó.
«Porque ¿ven ustedes? se mete en los pulmones y genera un caos tremendo en los pulmones, por eso sería interesante investigar eso. Para eso habrá que usar a los doctores médicos, pero a mí me suena interesante», añadió.
Tras la controversia desencadenada, el presidente dejó de dar ruedas de prensa diarias sobre la COVID-19 y aseguró que hablaba sarcásticamente cuando hizo esas sugerencias.
LAS PROPIEDADES MILAGROSAS DE LA HIDROXICLOROQUINA
Además, Trump defendió durante semanas las propiedades de la hidroxicloroquina y estuvo ingiriéndola durante catorce días en mayo como prevención ante la COVID-19, lo que no ha sido probado científicamente.
Trump sostuvo que ese fármaco, empleado para tratar la malaria y el lupus, ofrecía un «nivel adicional de seguridad» frente al nuevo coronavirus, pese a que no había pruebas suficientes de que funcionara como profiláctico para prevenir la COVID-19.
De hecho, según un estudio publicado a finales de septiembre en la revista JAMA Internal Medicine, tomar hidroxicloroquina a diario para prevenir un posible contagio tiene exactamente los mismos efectos que tomar un placebo.
RECONOCIÓ HABER MINUSVALORADO ADREDE LA PANDEMIA
Un nuevo escándalo surgió con las revelaciones hechas por el periodista Bob Woordward en su libro «Rage», tras mantener una serie de entrevistas durante el último año con Trump con motivo de la elaboración de esta obra, en las que el presidente reconocía haber minusvalorado intencionadamente la COVID-19 en sus discursos en febrero y marzo, a sabiendas de su gravedad, para que no cundiera el pánico entre la población.
Tras filtrarse en los medios algunas grabaciones de esas entrevistas antes de la publicación del libro en septiembre, Trump intentó justificarse insistiendo en que intentaba contener el «pánico» y evitar la «histeria» en los mercados.
UNA DIFÍCIL RELACIÓN CON LA MASCARILLA
Durante meses el presidente ha rehusado llevar mascarilla facial en público hasta que el 11 de julio pasado lució una durante una visita al hospital militar Walter Reed, a las afueras de Washington DC.
Hasta ese momento se había negado a llevar una mascarilla en público y había puesto en duda su eficacia, lo que contradecía los consejos de las autoridades sanitarias del país.
Aun así, ha continuado criticando después el uso de esta protección y el martes pasado se mofó del aspirante demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, por usarla incluso cuando no hay personas a su alrededor, durante el debate electoral que mantuvieron en Cleveland.
EFE