Rodrigo Valderrama acaba de vencer una batalla que jamás se imaginó librar tres años después de abandonar su carrera militar en Colombia, y se ha convertido en uno de los primeros pacientes en EE.UU. recuperado del COVID-19, tras haber recibido el llamado «plasma convaleciente».
Por donde se mire la historia de Rodrigo no se ajusta al manual hasta ahora escrito sobre la enfermedad: tenía 30 años cuando la contrajo, corría casi 10 kilómetros todos los días y su alimentación, primordialmente orgánica, se componía de frutas, vegetales y proteínas.
Sin embargo, después de una cena en casa de una amiga terminó en cuidados intensivos.
UNA CENA QUE ACABÓ MAL
Desde el Hospital Inova de la localidad de Fairfax, en el estado de Virginia, donde se encuentra ingresado, Rodrigo cuenta a Efe que acudió el pasado 18 de marzo a la cena con varios de sus amigos sin temor a contagiarse, pero días después todos presentaron síntomas relacionados con la enfermedad.
Su primera alerta fue un sábado cuando salió a correr, como todos los días, pero no pudo completar su rutina: «Corrí poquito y sí, me sentí así como raro», explica Rodrigo, quien terminó acostándose esa tarde vencido por un cansancio que no lograba explicar.
Al día siguiente, volvió a correr con un amigo, pero después empezó a sentir fiebre y decidió darse duchas con agua fría, hasta que sintió tal malestar que llamó a los servicios de emergencias para que lo llevaran al hospital, donde le ayudaron a controlar la fiebre, pero lo devolvieron a casa poco después con diagnóstico de neumonía.
MAMÁ, ME VAN A ENTUBAR
Al no mejorar, llamó nuevamente al 911 y fue trasladado a un hospital en Alexandria, en las afueras de Washington, donde fue ingresado el 29 de marzo pasado en la Unidad de Cuidados Intensivos.
«Lo último que yo me acuerdo es que yo llamé a mi mamá por videollamada y le dije: ‘Má, me van a entubar, no se preocupe, yo voy a estar bien», rememora sobre esa comunicación con Colombia. También tuvo oportunidad de hablar con su primo, Julián Valderrama, quien vive en Virginia, para alertarlo sobre su situación.
De las cinco semanas que permaneció en coma inducido, solo recuerda haber visto «mucha gente» a su alrededor antes de quedarse dormido, y su sorpresa al despertar y ver que estaba en otro hospital en la localidad de Fairfax.
Su primo Julián se convirtió desde el 29 de marzo en el puente entre la mamá de Rodrigo y los médicos.
«Jamás pensé todo lo que iba a suceder», explica Julián a Efe, quien detalló que Rodrigo sufrió un choque séptico.»La infección se pasó a la sangre, al torrente sanguíneo, y él empezó a tener fallas, no solamente pulmonar porque él tenía una neumonía crónica, además tenía una falla renal, las enzimas hepáticas estaban altísimas», dice el familiar, quien recuerda que su primo recibió hidroxicloroquina.
La primera semana del exmilitar fue crítica hasta el punto que los médicos decidieron trasladarlo, bajo riesgo de que no sobreviviera, al Hospital Inova de Fairfax, donde fue conectado a una máquina que le proporcionaba oxigenación por membrana extracorpórea, conocida en inglés como ECMO.
«Yo a veces leía los reportes y decían que él en cualquier momento podía morir», precisa Julián, para quien cada llamada de teléfono «era como un susto».
Quizás su peor momento fue cuando tuvo que comunicarse con la madre de su primo, para advertirle de que probablemente necesitaría su autorización si el peor de los escenarios se cumplía.
LA ÚLTIMA OPCIÓN
Sin ninguna mejoría aparente y con el tiempo casi agotado para retirar a Rodrigo el tratamiento con hidroxicloroquina debido a sus efectos secundarios, los médicos se plantearon como último recurso usar plasma de un paciente recuperado.
«Lo que yo pensé es que el plasma lo tenían en el cuarto de al lado, en la nevera, listo para ponérselo y resultó que no», afirma Julián, quien decidió tomar la iniciativa y solicitar ayuda en su perfil de Facebook, donde la respuesta fue inmediata, aunque desconocía dónde se debe donar y los requisitos.
Cualquier persona no puede ser donante, pues se requiere que haya sobrevivido al virus, esté ya recuperado y dispuesto a donar sangre.
Al final, el plasma de un desconocido devolvió a la vida a Rodrigo, que ya ha dado negativo en los tests de coronavirus, pero aún sufre sus secuelas.
EL MUNDO CAMBIÓ
Desconectado del ECMO y a la espera de unos procedimientos que le permitan recuperar su normalidad, Rodrigo, quien cumplió 31 años mientras permanecía en cuidados intensivos, reconoce desde la habitación del hospital que el mundo cambió y jamás va a ser igual.
«Realmente uno nunca piensa, uno no sabe quién se lo va a prender (el virus) y realmente puede ser una persona que lo quiera mucho a uno», recordó sobre la cena y al describir a sus amigos como personas que lo quieren mucho.
Ahora considera que el trance le ha permitido ver que su propósito es mostrarle «a la gente que realmente sí existe un Dios».
Y no es para menos: mientras estuvo en coma soñó que debía leer el salmo 30, al tiempo que su familia se convirtió en un «army religioso» -como lo denomina Julián-, ya que además de misas y rosarios, organizaron una cadena de oración durante las 24 horas, que ahora acoge entre sus pedidos la recuperación de cuatro pacientes más con coronavirus en EE.UU. y dos en Colombia.
«Fui el primer caso en el que testearon el plasma y acá estoy vivo, funcionó», señala Rodrigo, quien agradeció que «Dios puso en la mente» de sus médicos lo que se consideraba «era la última opción».
«He escuchado muchas noticias, he visto muchas cosas donde hablan que no atienden a la gente, es que los latinos… Yo soy el fiel ejemplo de que me atendieron como debe ser (…), no escatimaron en gastos para salvarme la vida», agregó al agradecer al equipo encabezado por el doctor Erick Osborn y a todo el personal -desde el encargado de la limpieza hasta el gerente- del hospital.
Foto EFE