Caretas de protección facial y clips que se integran a cascos y gafas fueron diseñados y fabricados en Colombia por miembros de la Universidad EIA y del colectivo «Hacer para Salvar» para proteger especialmente al personal sanitario de los hospitales que atiende la pandemia de coronavirus.
Con sus impresoras 3D trabajando a todo vapor, unos 150 voluntarios en Antioquia han entregado 2.500 viseras y tienen en proceso de ensamble de otras 1.500 unidades, que serán donadas a clínicas e integrantes de la Fuerza Aérea Colombiana, el Ejército y la Defensa Civil, entre otros.
La ingeniera electrónica Irene Gómez Franco, docente de cátedra en la Universidad EIA y líder del colectivo «Hacer para Salvar», dijo a Efe que esta iniciativa surgió ante la urgencia de dotar al sector salud con elementos que eviten su contagio durante la atención de la pandemia del COVID-19.
«La prioridad en salud es alta, son los que están más expuestos al virus», acotó.
El primer diseño que desarrollaron fue una especie de diadema que va alrededor de la cabeza y tiene sujeta una lámina de plástico transparente que cubre toda la cara.
Para esas caretas en impresión 3D, de las que proyectan donar unas 15.000, sus fabricantes utilizan tres tipos de materiales: PLA; ABS, PETG en una parte de la estructura, y de acetato o con plástico reciclado o renovable (PET) para las láminas.
CARETAS INYECTADAS
Según contó Gómez, esta fabricación altruista de máscaras propició una articulación con la industria para acelerar el proceso y aumentar el impacto con un modelo elaborado mediante maquinaria de inyección.
«Las empresas recogieron el proceso de aprendizaje que hicimos cuando íbamos imprimiendo, mejoraron el diseño y sacaron viseras para procesos de inyección», comentó la docente.
De ese proceso detalló que mientras una persona imprime unas diez caretas al día, las empresas aliadas con una máquina de inyección, en un turno de ocho horas, puede fabricar -según el tamaño de la inyectora- entre 5.000 y 10.000 unidades de estos elementos de protección.
Estas caretas inyectadas, a diferencia de las hechas en impresión 3D, ya tienen registro sanitario y cumplen con todas las condiciones para proteger al sector de la salud «como se debe».
LOS CLIPS, OTRA INVENCIÓN
Con la industria fabricando las caretas que diseñaron y con el plan de donar unas 150.000 unidades de tipo inyección, los voluntarios optaron por producir un «tercer elemento» para continuar su trabajo solidario con las impresoras 3D para apoyar a otro tipo de personas que por su trabajo también pueden resultar expuestas.
Gómez explicó que se trata de una especie de clips que pueden ser «integrados» junto con las láminas a cascos de seguridad, a gorras o gafas medicadas o de seguridad, así que pueden ser utilizados por personal de construcción, que trabajen en plazas de mercado o los cajeros de un supermercado.
«Aquí lo que tenemos que buscar es que nadie se infecte. Y estos clips nos permiten apoyar a otros sectores para complementar el trabajo que se está haciendo con las máscaras de inyección para personal médico», sostuvo la ingeniera electrónica.
Para seguir sumando implementos para «proteger la vida», también trabajan en un nuevo modelo de caretas que va a apoyar otras áreas complementarias para sitios de atención sanitaria.
«Hay otras personas al interior de los hospitales como personal administrativo, de logística, de aseo que no requiere algo tan estructurado y puede trabajar con una careta de protección sin necesidad que sea algo tan rígido», explicó Gómez.
Esta iniciativa del movimiento «Hacer para Salvar», desarrollado con el respaldo de estudiantes y docentes de Universidad EIA, generó el interés de otros países que piden información para proteger a su comunidad con este tipo de máscaras.
La intención es «liberar los diseños» que desarrollaron para que «cualquier persona que tenga una impresora y pueda apoyar a hospitales cercanos, lo pueda hacer», concluyó la docente.
EFE